jueves, 30 de julio de 2009

MANUAL MOMIA DE AUTOAYUDA (4): Cómo pasar (del) calor.


La idea es que no te importe. Mejor: que, prácticamente, no lo notes. No existe (no existe para ti = no existe). Es algo mucho más allá de una actitud zen, del desapego, de la renuncia. Algo más potente. Puedes ignorarlo por completo, no tenerlo en cuenta. Sabes que, en realidad, sólo es una sensación. Algo epidérmico. Tu hipotálamo hará el trabajo por ti: diaforesis, vasodilatación, oliguria… Los 42º C que ahora marca el termómetro en la calle son sólo un síntoma, algo funcional. La ciudad tiene fiebre. Un mecanismo de defensa frente a la infección humana. La atmósfera intenta eliminarnos.

Pero eres fuerte. Hace falta mucho más que esta ola de calor para que claudiques. Vas a salir del trabajo, a alejarte de su atmósfera artificial del aire centralizado. Camina a pleno sol, a las cuatro de la tarde. No llevas gorra. Las pestañas prácticamente se entrelazan. El pelo te arde. Es sólo una sensación. No te dejes llevar. No abandones. Come unas lentejas (alternativa: unas migas, un arroz con conejo o un estofado de ternera) en la solitaria y soleada terraza de ese restaurante donde ahora los camareros te miran de esa forma tan rara, desde el otro lado de las cristaleras, protegidos por la persiana orientable (GraduLux®)y el aire acondicionado. Di que, por favor, retiren la sombrilla que te impide disfrutar del sol en tu mesa de aluminio anodizado. Termina tu plato (completamente); sécate las comisuras de los labios. No elimines el sudor que cae por tu frente ni bajo la nariz. Pide un café corto y negro. Espera y deja que las monedas de la propina se calienten al sol sobre el platillo de la cuenta para que esos imbéciles de los camareros que se ríen sin parar se quemen la mano al recogerlas.

Levántate y no cedas a la tentación de despegarte la camisa, los pantalones y la ropa interior de la parte posterior de tu cuerpo. Pasea de nuevo por la ciudad.
Goza de la visión de las calles vacías, de los perfiles indefinidos del mobiliario urbano y de las plantas, del brillo de cristales rotos del césped artificial. Busca espejismos, falsos charcos sobre el granito blanco de las calles peatonales. Acércate a los compresores del aire acondicionado que escupen el fuego que extraen de los comercios, de los restaurantes, de las casas donde la gente se atrinchera creyéndose a salvo. Inspira su aliento caliente, respira su miedo a la gripe, a los atentados terroristas, a los inmigrantes, al calentamiento global. Digiere todo eso. Escupe (muy denso) sobre la huella de un chile aplastado que destila aceite y parece evaporarse.

Saluda afablemente a Rodríguez, el de personal, cuando te lo cruces. El va hacia El Corte Inglés, a cerrar sus vacaciones. Se va a Escocia. No hagas ninguna mención al calor que hace aquí (el que él nota, pero tú ya no aprecias; no hay dolor) ni al refrescante verdor de las Highlands que espera a Rodríguez la próxima semana mientras tú permanecerás varado en el despacho después de otra noche de infierno y pesadilla. Cuando Rodríguez te diga «Te veo mala cara», ignora el comentario. Es un agente (ambiental) infiltrado. Pretende que tomes en cuenta los 43º C que ahora marca el termómetro que ves, entre dobleces de aire, a su espalda. Pero tú no eres como ellos: débiles, vulnerables. En realidad, no hace calor. Es un epifenómeno. Un color más del paisaje urbano. Un detalle. Si Rodríguez sigue insistiendo en que te tomes algo fresco, un agua con gas, una horchatita, mata a Rodríguez. Sigue paseando. Golpea a las palomas. Hoy es más fácil, apenas pueden reaccionar. Ellas no son fuertes como tú, sienten el calor. Que se jodan. Que se joda Rodríguez, no haberte dado el coñazo.

Sigue dando vueltas por la ciudad, impasible, estoico. Y sobre todo no les llames por teléfono a la playa. No se lo merecen. Gentuza.

miércoles, 29 de julio de 2009

Fotografiando teloneros.











Estamos en pretemporada y como un William Claxton cualquiera (ya me gustaría a mí), os dejo unas fotos del último concierto de La Mar de Músicas 2009. Mala Rodriguez y Calle 13, afinando mis objetivos para la próxima temporada de LMQH.

lunes, 27 de julio de 2009

¡¡NO SIN MI GRAPADORA!!

Para Pepe Momia,
teclista,
letrista,
motorista,
surfista,
prosista,
jazzista,
ensayista,
estadista...
el chico de La Lista.

viernes, 24 de julio de 2009

MANUAL MOMIA DE AUTOAYUDA (3): Cómo leer (sin hacerse sangre) el periódico en la playa


Leer un periódico en la playa es tarea de gran dificultad. La brisa marina, para otras cosas tan insuficiente, genera fuerzas que los físicos acotan en la mecánica de fluidos y que ley de Bernoulli por aquí, ley de Poisieuille por allá, hace que las páginas se doblen sobre sí mismas, se revuelvan, flameen como banderas (siempre exponiendo, incómodamente, el anuncio con los grandes tipos de “Yo no soy tonto” mientras luchamos contra ese objeto que parece haber cobrado vida: una vida desordenada y salvaje). El periódico, en resumen, se nos apodera y nos agrede. Hay que permanecer atentos para que sus afiladas hojas, llenas de guerras y políticos rencorosos no acaben hiriéndonos por la cara (nunca mejor dicho, si se me permite la falta de modestia).


La grapa (que es de lo mejor que tiene, por ejemplo, el ABC: una grapa proletaria, por su labor ingrata, y a la vez neocon, por la falta de reformas en su diseño; una grapa moderna, por su utilidad, y clásica, de orden jónico) puede aminorar los efectos, pero no es una solución completa. Porque, en el remoto caso de que el lector tenga una especie de superpoderes que lo asistan o que el diseño del periódico fuera particularmente aeroeficiente (o que en ABC se decidieran por fin por poner una segunda grapa o hacerle lomos al periódico, por ejemplo, los días del suplemento cultural), sigue estando el problema de los contenidos. Y eso sí que hace sangre. A eso vamos.


Esta Asociación o Platamorfa (o lo que demonios sea) Momia® hace una propuesta (no vinculante hasta su discusión en asamblea) de una moratoria de ciertas noticias en los periódicos que se incluya en los Libros de Estilo correspondientes (o como pequeñas anotaciones entre las páginas de papel cebolla de los Libros Sagrados para los rotativos de determinadas líneas editoriales). Desde nuestro punto de vista, debemos evitar noticias:


1) Que hagan referencia a placeres claramente inalcanzables para nuestro nivel moral o económico o que supongan un contraste excesivo con el MMV (modelo medio de vacaciones): ejemplo: “Una orgía para 350 personas (subtitulado: una compañía holandesa alquila un hotel en medio de la campiña inglesa para celebrar un intercambio de parejas)”. Intolerable: si la campiña inglesa es inaccesible para la gran mayor parte de nosotros, ¿qué valor tiene la noticia? ¿desmoralizarnos?


2) Que ofendan la más mínima lógica o coherencia interna del discurso: ejemplo, simultanear “Marruecos abrirá un centro cultural en Barcelona” con “Absuelven a los mossos acusados de tortura” y, además, “Muere un joven marroquí por la represión policial (subtitulado: ‘Fue trasladado a la comisaría de la plaza Jmaa el Fna donde podría haber sido objeto de torturas que resultaron fatales’)” e incluso “La comisaría de Marraquesh es un mini Guantánamo en versión árabe”. Esto, claramente, puede inducir a la confusión: parecería que la colaboración cultural…no sé… tal vez que… ¿o no?


3) Que puedan echar por tierra la abnegada labor de varios años hundido en el sofá, abducido por la serie de moda (postpoética). Ejemplo: “¿Es el guión de perdidos un plagio?”.


4) Que puedan hacer dudar del concepto de globalización y/o de un avance técnico incorporado a nuestras vidas como algo irrenuciable y/o de la tozudez de los habitantes de ciertas regiones: “La @ ya se utilizaba en 1448 en Aragón”

En fin, tómese en lo que vale esta tímida propuesta, porque, si no, servidor va a pasar de periódicos (con y sin grapa) y se va a llevar su flamante Connect-PC al punto Wi-fi más cercano, si es posible desde la Ma-k, para encufarse a El Mundo Today que es de lo poco con sentido común que se puede leer, PRISA/Unidad Editorial mediante.


sábado, 18 de julio de 2009

Miss Sarajevo revisitada.


Milán. Es 14 de Julio de 2008. La gira de Vértigo de U2. Bono comprime, al presentar Miss Sarajevo http://www.youtube.com/watch?v=euGFdZ5UUuI , la esencia de la Democracia y la Civilización, en una sola frase. 7 días antes, Al Qaeda había causado la masacre de Londres. Tras recordar a aquellos que han perdido la vida (no dice los muertos) y a los heridos, nos dice que quiere convertir su canción en un rezo, en una plegaria. La plegaria es: "That we don´t become a monster in order to defeat a monster" ("Que no nos volvamos un monstruo en aras de derrotar a un monstruo"). Al acabar la canción, una voz femenina, joven, recita los Derechos Humanos. La canción fue compuesta, muchos años atrás, tras otra masacre, la de los bosnios a manos de Milosevic, Karadzic y su ejército serbio, una pandilla siniestra, sangrienta y bárbara como ha habido pocas en los tiempos modernos (they are a changin´, are they?). La finalista de la elección de las más bellas mujeres bosnias fue muerta por un obús. Una hilera humana de modelos porta un cartel: "Don´t let them kill us".



Para poder derrotar estos monstruos ( o, más realista, que se lo monten menos) no conviene ser ingenuos sobre la condición humana y el rol de la agresión constitucional en ella. La explicación común de una agresión que no es más que reacción a otra agresión es una falacia. El único daño que la modelo bosnia causaba a Milosevic y sus reses era suscitar su envidia. Ella era capaz de amar y disfrutar su vida, pasarlo bien, algo por fuera del alcance de aquellos cuyo único placer procede del sadismo ejercido sobre otros, de la destrucción. Nosotros hemos tenido nuestros propios Millán Astray y nuestros Unamunos, Lorcas por las cunetas, Otegis y Ibarretxes. Hasta Sres X. Siempre los vamos a tener. La última razón es extender la infelicidad propia a todos, al resto, para no tener a quien envidiar.



Tal vez nuestra contribución individual, neesariamente modesta, pueda ser no pemitir la violación de los derechos en los pequeños momentos, en los parques donde juegan los niños, en nuestros trabajos...No hace tanto tiempo, Murcia, la Gran Vía, un funcionario de Hacienda maltrata de palabra y de actitud a una pobre mujer inmigrante. Le exigía la presencia del marido. Este, le decía ella, no podía ir porque estaba trabajando. Por el jornal. No vas, no cobras. No cobras, no comes. El trato se volvía a cada segundo más vejatorio. La abstinecia del Tetris es dura, lo sé. Una pequeña heroína cotidiana se levantó del asiento en el que esperaba su turno para otra cosa y confrontó a este pequeño Milosevic local al que estamos condenados a pagar de por vida. Avergüéncese. Leí un libro hace un año o así. En él, un señor trabajaba como bedel en un colegio. Vigilaba el patio, los recreos. Francia. Estaba cualificado para ser profesor y otras cosas. Pero él sentía que tenía una misión ahí, en el patio y ahí había decidido quedarse. Sabía de la importancia capital y civil de su cometido.



No podemos convertirnos en monstruos. Tampoco en Teletubbies que niegan realidades con el delictivo fin de ver sólo las realidades que más nos gusta ver y como nos gusta verlas. Hay una tarea diaria, cada mañana, delante nuestra, delante de nosotros. Nosotros. Los que somos.

P.S: Esta canción tradicionalmente la ha performeado U2 con Brian Eno (la elegantia ya no viaja en ambulantsia) y Luciano Pavarotti. Qué agujero has dejado, gordo. Cuánto te echamos de menos.

Angels pay no rent


miércoles, 15 de julio de 2009

MANUAL MOMIA DE AUTOAYUDA (2): Cómo escuchar (atentamente) un concierto de jazz.


Todos aplaudían. Entusiasmados, agradecidos. El auditorio entero puesto en pie. La brisa atravesaba la ciudad en la noche perfecta de otro verano como sólo junto a este mar. De nuevo, un año más, el festival de jazz: el pequeño y amable anfiteatro al aire libre, a pocos metros de la costa. Las bebidas (refrescantes combinados a solo seis euros en el bar de la entrada) reposaban en el suelo como perros fieles mientras sus dueños vitoreaban a los músicos.

El grupo (formación clásica de piano, batería, contrabajo y saxo tenor) comenzó con una versión de «In a sentimental mood» rota ¿o debería decir sorprendida? a mitad de su camino por la fácilmente reconocible entrada de «Satin doll» que emergió de forma natural desde lo que parecía iba a ser el segundo solo de saxo, haciendo estremecerse a la chica de la fila tres (que hizo un comentario a su absurdo acompañante exhibiendo una maravillosa sonrisa y un rítmico movimiento de su densa y oscura melena en cuanto volvió a dirigir la mirada al escenario). Un saludo formal de la mano de Duke Ellington. Una declaración de principios dirigida al público: conocemos la ortodoxia, llegaremos más allá.

Efectivamente, en dos saltos de perfecta ejecución («So What» de Miles y una deconstrución bop de «Nuages» de Django, sin descuidar la antigua melodía todavía envuelta con el aroma y el humo denso de los cigarrillos del manouche) nos instalamos en una sorprendente «Birdland» de Weather Report que, al contrario, fue amaestrada, encajada en el swing más clásico, como si alguien pudiera ser capaz de domesticar a Jaco Pastorius, aquel malogrado bajista natural, salvaje... como el tipo de la fila tres, intentando que esa preciosidad que se sentaba a su lado dejara de mostrar su entusiasmo, una energía de todo punto lógica e imposible de contener cuando el cuarteto atacó la soberbia “Blue Monk” que el inculto homínido decidió que no merecía su atención y que más le valía retirarse hacia el bar para conseguir bebida con la que entretener el (exclusivamente para él) insufrible concierto. Seguramente el energúmeno decidía la marca de cerveza mientras el saxofonista conseguía un casi imposible sol sostenido al borde del abismo donde muchos intérpretes menos dotados hubieran cedido un fa de consolación que nadie iba a despreciar.

Alejado el acompañante, por unos minutos, la preciosidad de la fila tres quedó expuesta. A su izquierda una pareja de ancianos de piel rosada, seguramente turistas, probablemente escandinavos. Pero, a su derecha, la promesa infinita de una silla vacía, abandonada por el orangután que ahora se estaba perdiendo una improvisación modal sobre la armonía de “My favorite things” que nos acompañaba amablemente desde la ingenua tonadilla de Julie Andrews hacia las aportaciones de Coltrane, ensanchando ese espacio, como una enorme y única oportunidad: la silla vacía al lado de su hombro desnudo en el que ahora se deslizaba, laxo, emocionante, el tirante del sujetador (o quizá del mismo bañador que podría haber llevado esa tarde en una playa mientras hacía el amor con el bestia que ahora ignoraba «Every time you say goodbye» y que probablemente confundiría a Cole Porter con Nat King Cole). Sólo era necesario cierto atrevimiento, dejar de tomar notas para la crítica en el periódico, avanzar desde mi quinta fila, preferente, pase de prensa, ignorar o mejor, aprovechar, la soberbia versión del «Waltz for Debby» de Bill Evans que ahora el pianista defendía con elegancia, esa suave melodía con la que yo podría acariciarla durante horas, que avanzaba, se transformaba y se abría como la noche, como su vestido de gasa mecido por un soplo de brisa, cuando ya se ponía de pie y aplaudía y el simio regresaba monstruoso, moviéndose con dificultad entre el público entusiasta, arrebatado, con las manos ocupadas por los vasos de cerveza que ella ignoraba, volcada en su apasionado aplauso. Porque ya todos aplaudían. Entusiasmados, agradecidos. Los músicos saludaban, honrados, satisfechos. Y ellos dos se besaban.

Sentado en una fila vacía, yo acababa de anotar mi crónica mencionando la presencia injustificable de una torpe versión de “Autumn leaves” en el bis largamente pedido por el, para otras cosas, poco exigente público, mientras a ellos dos los veía alejarse, abrazados, y me parecía sentir ya el frío que anuncia el fin de otro verano.

sábado, 11 de julio de 2009

MANUAL MOMIA DE AUTOAYUDA (1): Cómo inducir sus (propios) sueños.


Si usted es una persona harta de soñar siempre lo mismo, o esos sueños carecen de interés o no es capaz de descifrarlos (por su carga críptica o su simbología en exceso atávica o tal vez pleomórfica o pongamos simplemente esdrújula). O incluso si usted no es capaz de soñar nunca en nada (que es algo muy similar aunque quizá todavía más significativo[1]), está en su perfecto derecho de inducir sus propios sueños, esto es, estimular el visionado nocturno, mientras duerme, de escenas que, simultánea o posteriormente le inspiren, conmuevan o maltraten. Al gusto.


Aunque existen otros métodos, nuestro Método Momia ZZ-top® es claramente superior para solucionar su dis-somnia, para-somnia o a-somnia al basarse en algo tan sencillo como dudosamente eficaz: la autosugestión por el autorrelato.


Material y método: escriba antes de dormir (no importa en qué dispositivo, pero no se recomienda el uso del ordenador ni, en ningún caso, la letra gótica) un relato del sueño que desearía tener, detallado al máximo. No olvide introducir personajes que conozca bien (absténgase en lo posible de la familia política, sobre todo si suele cenar abundantemente o comida muy especiada), así como colores insólitos, olores agradables o sensaciones tales como vergüenza, desamparo o excitación: es decir, no sea roñoso y dese juego. Posteriormente (siempre es conveniente que guarde este orden) léalo repetidas veces ya tumbado en la cama (o en el adminículo que utilice por costumbre para dormir) hasta que lo venza el sueño. Las posibilidades de que sueñe con lo que su relato expresa son de una entre un teramillón, pero menos da una piedra (Pómez). Si no es una persona muy imaginativa puede empezar a escribirlos por la mañana o acumularlos en los fines de semana para usarlos durante los días laborables. No se aconseja que utilice relatos ajenos (puede que acabe deseando a la fantasía de su prójimo). En cualquier caso, aunque nuestro Método Momia ZZ-top® no sea eficaz, le protegerá de luchar en la cama contra el voluminoso Larsson o la undécima DaVinci-like experience que sólo produce (evidencia grado A) hiperexcitabilidad del paleocerebro y compresión de los cartílagos esternocostales. Utilice sus propios relatos al gusto y, si no sueña con ellos, al menos leerá algo diferente al resto de sus compañeros de trabajo.

Truco: si le gustan las sorpresas, guárdelos un tiempo (proporcional a su buena o mala memoria). Los relatos aguantan bien el congelado medio (idóneo en No Frost pero también almacenados en Tupper-Nightmares) y el uso de microondas para cuando se estime conveniente.


En cuanto al contenido, más vale que siga estos consejos: en primer lugar, no se deje influenciar (excesivamente) por las modas. No insista con Brad Pitt o Elle McPherson: si en su iconografía erótica deambulan sin control Chiquito de la Calzada o Lolita[2], déjese llevar e inclúyalos en el casting. Ahorrará costes de producción y mejorará en interactividad e incluso en rendimiento erótico (si es el caso). No lo dude. Por otro lado, no intente parecer excesivamente heroico, culto, brillante, generoso, eróticamente incansable o cualquier otra de las sandeces al uso que conocemos como “valores estándar”. En el mejor de los casos sólo conseguirá despertar excesivamente cansado y, además, lo más probable es que ese sueño corresponda a otra persona más dotada, no nos tome por pardillos.


Si desconfía de nuestro método, lo que es perfectamente comprensible, al menos atienda lo siguiente: tampoco confíe en remedios homeopáticos y particularmente en la acupuntura. Los primeros sólo permiten sueños demasiado diluidos (se dará cuenta porque no consigue enfocar las partes más interesantes, lo que es particularmente incómodo en las escenas calientes, y por el tono monocorde en los diálogos; puede que incluso se pixelen las caras que habitan sus fantasías, perdiéndose así todo interés para el uso diurno de sus sueños) y la segunda (sí: la acupuntura, la acupuntura), sin dudar de su posible efectividad, le puede provocar algún accidente a usted o a su compañero/a de cama. Y a ver cómo explica el asunto en urgencias o cómo consigue que los médicos dejen de descojonarse y le extraigan correctamente las agujas del prepucio o del periano (es un suponer).


Finalmente, recapacite: en el remotamente imposible caso de que nuestro método no funcione para, llamémoslo, el objetivo número uno (inducir su sueño deseado), piense en plausible objetivo nº dos: si es paciente y lo utiliza durante uno o dos meses, al menos, habrá recopilado unos sesenta relatos donde expresará sus deseos, fantasías y afectos más sinceros: aquéllo que siempre ha deseado explorar. No se puede pedir nada mejor. Ni en sueños[3].



[1] Consulte con su psiquiatra (pero no con el mío, se lo aseguro: siempre miente).

[2] Este blog declara ausencia de conflictos de interés con los personajes mencionados. Para conflictos de interés, les remitimos a la página web de “Saber Vivir” (sí, no hay link: búsquenla ustedes mismos, vagos redomados).

[3] No se admiten reclamaciones. Se declina asimismo cualquier responsabilidad derivada del uso tanto incorrecto como correcto del método descrito (o cualquier otro en que pudiera derivarse).

domingo, 5 de julio de 2009

"Zapatos"


Para cada entrada de mi chico, Bill, añadiré la foto que el texto libremente me evoque. Esta se llama "Zapatos", y nada más leer el texto de "La Buena Vida" la recuperé de mi memoria ( y archivo).

sábado, 4 de julio de 2009

La buena vida

Nueva York. Julio de 2008. Es de noche. Estoy sobre la cama. Todavía vestido. Sobre una de esas acogedoras camas americanas. De dónde sacan tantos almohadones. Es un momento pequeño, en apariencia. Pero tan amable... El ventilador del techo se mueve a un ritmo amable. Esto se lo debo a Pe. Casi todo lo amable que hay en mi vida se lo debo a mis amigos, a mi chica, a mis hijos. Mi natural es poner el ventilador a velocidad máxima. Este librito se llama "La buena vida". Cuenta una doble historia que no describiré para no estropear su lectura a los que os animeis. Es NY tras el 11S. La solidaridad y generosidad de los ciudadanos al fondo. Dos historias paralelas. Corrine y Russell son una pareja de clase media. Viven alquilados en Tribeca, en el SoHo. Luke, más mayor, se ha retirado, no sabemos si definitivamente, del mundo de las finanzas, de Wall Street. Es un hombre íntegro, hondísimo casado con una reina de la belleza ya entrada en cirugías estéticas. Me sumerjo en la historia. Me penetra, me impregna. Me evoca. La llevo adentro allá donde me muevo. Me acompaña como esos platos calientes de cuchara te acompañan por dentro en un día de Invierno. Me calienta y me acaricia. Adentro. Es una presencia. Los demonios me visitan. Nunca dejan de hacerlo. Son gente constante, los demonios. Yo viajo con este librito adentro que junto a la amistad de los que quiero y tantas otras cosas buenas que se me han ido colando adentro a través de los años me sirven de escudo humano, como antimisiles interiores, que si bien no eliminan a los demonios, los amortiguan en su efecto, los diluyen. Cómo devolver esta gratitud a unos y a otros. Sólo se me ocurre extender la mancha, compartir la marmita de este puré de verduras fino, suave, cálido, para que os sirvais de ella. Si gustais. Cuando gusteis.

miércoles, 1 de julio de 2009

¡Tú!, Sí, tú... el redondo con agujero...


Nos encontramos en las fases finales de grabación de nuestro segundo CD que vamos a llamar…

Reconozcámoslo: no sabemos cómo lo vamos a llamar.

Parece que ya está todo lo importante: se escogieron las canciones, se grabó la base rítmica, las guitarras, teclados (Pepe-por-favor-bueno-ya-lo-arreglaremos), voces, saxo, percusión y arreglos de vientos y otros fenómenos meteorológicos como un coro de niños (esto es rigurosamente cierto)… pero no tenemos nombre. Y eso también es importante. A una persona aún le puedes llamar “Oye” (no más de una vez, supongo), o “Cari” (si es chica y tú eres un poco cutre) o “Mari” (si es chica y tú deberías acordarte de su nombre, pero no, y tiras por lo probable).

Pero a un disco no. A un disco, como a un libro, le hace falta un título.

¿Cómo hacerlo? ¿Como a los niños? Pero claro, entre discos… ¿Que se llame como el abuelo? ¿Y quién sería el abuelo? ¿Sgt Peppers?, no, no reconocería su patenidad ni en segundo grado. ¿Mejor como el primo Thriller? (no, estamos de duelo, no puede ser)...

Me he estado informando. Las posibilidades son: (1) ponerle el mismo nombre que el del grupo (lo que supone una especie de onanismo bizarro en nuestro caso), (2) el nombre de alguna canción del disco (nos quedaríamos con “Helarte de regalar” o “De buenas maneras” o… pero es que, al final, es como lo de “y tú ¿a quién quieres más?”, (3) el nombre de algo significativo en relación con el momento en el que surge el disco (entonces, no hay duda, se llamaría “Más Coronitas, Venga”, aunque también podría ser “Sin compromiso, chicas”), (4) ponerle un nombre extraño para que todo el mundo te pregunte por qué (“Taquifilaxia Global”, “Días difíciles para los Gourmets”, “Dylan nunca supo lo nuestro”, incluso con iniciales, “YYCQS” [Y Yo Qué Coño Sé]… ), (5) no ponerle nombre (para que digan algo así como “¡Ah! ¿Éste es el famoso “album blanco” de La Momia?”).

El caso es que aquí estamos, más atascados que el desagüe después de la ducha de Chewbacca, perdidos en el proceloso mar de la denominación.

Recuerdo cuando le pusimos nombre a nuestros hijos. Empezamos con que si sonaban bien o mal (con y sin eses y contando con el apellido y su posible sinalefa), seguimos con el significado del nombre (Julia: “la que es fuerte de raíz”, Raquel “la oveja de Dios”…), no olvidamos considerar si era más o menos frecuente (a ver si se va a llamar como media humanidad) ... Al final la cosa fue como intermedia, optamos por ponerles el nombre de buenos amigos, y, además resultó que el primero significaba “el que vive en casa nueva”, de lo más adecuado para después de una mudanza, y el segundo nombre (que fue para la niña), alude a la epifanía (o sea, significa “manifestación, aparición”) y denota (interpretación numerológica dixit) una “naturaleza emotiva vehemente que se manifiesta en la expresión artística, las cosas del honor y las del humor. Ama el color, las proporciones y el ánimo alegre. Le gusta sentirse complementada”. Ahí, desde luego, acertamos.

Pero ahora ¿qué hacemos con el nuevo disco? Le podríamos llamar “Gaudencio” (el que está alegre y contento) o “Shakira” (que es un nombre árabe que significa “gracias”, pero creo que ya está cogido).

En fin, se aceptan propuestas (en forma de comentario, a ver si así os animáis).

Besos,