sábado, 24 de abril de 2010

INSTRUCCIONES (10): No doy para más (r'n'r)





Este tema nació (casi) como una canción de encargo. De encargo tácito. No sé cómo explicarlo. Empezó como una de esas cosas que, a veces, se dejan caer como si nada o como si vaya usted a saber, y uno, que es un caballero, las recoge, las hace suyas y ¡hala! a hacer versos. Otra vez.

—Es que hacemos canciones, no sé, muy blanditas…

Sí, ése fue el pañuelo dejado caer. Como casualmente. No diremos nombres. Uno es un caballero, insisto.

Porque a la chica que dejó caer el pañuelo le gustan, por ejemplo, de los “no blanditos” The Jam. Entre otros. Y claro, la distancia entre The Jam (cuando eran The Jam) y nosotros son tantos años como watios, newtons y fans. Uno los ve, en esos vídeos antiguos, en todo su juvenil frenesí, en toda su potencia rock y claro… pues no queda muy claro que eso y lo nuestro tenga mucho que ver. No parece, para nada, el mismo asunto (y no me refiero sólo a estilo o etiqueta). Juzguen ustedes mismos:


The Jam - Takin' My Love



El caso es que el pañuelo estaba ahí, en el suelo… canciones muy blanditas… no sé… y uno se pone a pensar… claro, no es la edad (sólo), no es lo guapos que están los tipos (tampoco), no es sólo la actitud desafiante (para nada): es que yo nunca fui (ni remotamente) como esos tipos. Porque yo, concretamente, me dedicaba a escuchar a Bob James y a Herbie Hancock (tampoco se me pegó, no vayáis a creer y/o a hacer chistes fáciles) cuando esta dama (la de “blanditas”) saltaba al frenético ritmo de, por ejemplo, A Town Called Malice… ¿os acordáis de ese tema? Seguro que sí: sale, por ejemplo en la peli de Billy Elliot, cuando el chaval baila absolutamente cabreado por la bronca familiar:






¿Ya? Claro que os suena. La más famosa de The Jam, justo antes de cabrearse ellos mismos (no sólo Billy Elliot) y separarse porque a Paul Weller, líder y vocalista, cada vez le tiraba más el funk y el soul y se apartaba del rollo mod revival… Cosas de estrellas del R’n’r. Sus fans enseguida lo criticaron por venderse a lo que no era. Pero Paul, hasta ahora mismo, ahí sigue, imperturbable. ¿Y sus inmóviles colegas?

El caso es que ahí estábamos. En pleno dilema. Por un lado Los ¿Mermelada? (y luego dicen que nuestro nombre es raro) y por otro La Momia y su blandi-pop. Así que cogí una melodía de The Jam primera época (Takin’ my love, de su primer disco “In The City”, 1977, la que acabáis de oír en el primer vídeo si lo habéis pinchado—y si no, ya sabéis—) y le coloqué una letra paradójica en plan, vale, si yo ya lo sé Weller, tío, pero tu te caíste en la marmita llena de Viagra nada más nacer y te sale esa energía bestial. Bueno, a ti y a todas esas r’n’r stars: Springsteen, Rolling Stones, Prince… pero yo no: lo mío es más modelo Astérix: me animo, pero de dosis en dosis de pócima.

Así surgió este, inicialmente, r’n’r sobre la decadencia y la impotencia. Para ser revestida del mismo duro formato, con la misma chaqueta ajustada de The Jam. Por cierto, que la letra de Paul Weller en este tema tampoco es para el Premio Nacional de Literatura:

Well come on pretty baby you know what I like now
You're shakin' all over and it's feeling alright now
You're rockin' and rollin' and I don't know what to say
But daddy's little cat's gonna rock all day


Y así sigue, estrofa a estrofa… A todo esto ¿qué es eso del pequeño gato de papá? ¿no será en el doble sentido de pussy en inglés? ¡Qué grosero, Paul! Aunque, para no faltar a la verdad, deberíamos dejar bien claro que en otras canciones el tipo hacía unas letras más que estupendas. Sin embargo, aquí no apuntó demasiado alto.

Bueno, pues así fue saliendo la letra, desde ese concepto de contraste blandito vs punk y con todo el cariño a los que nos han hecho y nos hacen saltar con su música (a unos más que otros) y toda la distancia que nos separa de su, a veces, impostura. Y con algún guiño a los mods (“sencillo” y “elegante”), mediante —por si alguien no lo había pillado, que seguro que sí… pues buenos son nuestros fans—.

La cuestión es que luego llegó el Lidl con la rebaja, quitó versos y frases (ahora ya no entra tanto en el tema de los Jam), añadió lo de “star” (¡eh!) y la desrocanrolizó un puntito, quizá pensando en las (escasas) posibilidades de su banda, dándole un tempo más R&B. Y así surgió este (todavía incomprendido y por descubir) hit: el tema empieza casi acústico y se va cogiendo hacia el estribillo donde se añade más guitarreo, voz hacia el grito desesperado, pausa y vuelta a empezar, dos repeticiones y una especie de mini-solo sin solo, muy adecuado para el tema que tratamos, estribillo de nuevo y caída/desmoronamiento (más que final).

—Es que hacemos canciones, no sé, muy blanditas.

Pero es que ya no doy para más, querida.

(Y, por cierto, The Clash opinaban lo mismo de The Jam: y es que, de punk para abajo, parecemos todos unos blandos. God Save The Jam.)


NO DOY PARA MAS R’N’R.

(V) Tengo que hablarte / muy en serio de mí. /Tengo que explicarte / lo que esperas de mí: / Aparecer brillante, sencillo y elegante, /yo que nunca fui / como esos de allí[1]. / (Ch) No doy para más, / no doy para más. / No puedo seguirte / rock’n’roll star. / No doy para más, / no puedo respirar, / al ritmo de tu rock`n`roll. / Por más que lo he intentado, / por más que lo he querido, / por absurdo que parezca, / no siempre que lo intentas, / puedes llegar/ a ser lo que no puedes, /a hacer lo que no entiendes,/ a vender lo que no eres / como esos de allí /. (Ch)



V: Mi La Mi Fa# La Mi / Si Fa#m Mi Fa# La Mi /

(Ch): La La Mi / Fa# La Mi / Re La Mi / Fa# La Mi /

Solo: [Re La Mi]


[1] Mientras, evidentemente, se señala al elegante y cool público que aúlla enfervorecido







lunes, 19 de abril de 2010

INSTRUCCIONES (9): Mi Cara "B".



Bueno, pasado el tiempo de las vacaciones de Semana Santa, Fiestas de Primavera y el lapso que yo necesito para poder huir de los invasivos comandos de Nazarenos y los Gurkas-güertanos que asolan mi cerebro y, por fin, recoger las agradables rutinas de cada día, sigamos. [La distancia hasta este verbo era para desasosegar, no vayáis a creer que esto se escribe así, de cualquier manera].


¿Por dónde íbamos?


¡Ah, sí!: «Mi Cara B».


Tema éste, bastante obvio que daría (a cualquier otro) vergüenza explicar que versa en verso sobre la necesidad de mantener una cierta válvula de escape, un disfraz, algo que nos permita quitarnos ocasionalmente la corbata (metafórica, léase chaqueta, fonendo, bata, uniforme, gafas de sol de color naranja, corsé, cofia, etc.) y disfrutar como cuando éramos niños. Jugar.


La canción empieza con una especie de «las apariencias engañan», introduciendo a un tipo más bien vulgar, anodino, aburrido y… ¿qué es lo contrario de sexy? ¿apagado? ¿insignificante? ¿paparajote? [perdón, los Gorka-güertanos aún colonizan mi mente] Pues no, para eso está una de esas maravillosas palabras que utiliza mucho mi madre [para describirme: esta es la pequeña —y única: la estrofa que sigue respecto a la vecina es ficción total porque a mi la vecina sí me quiere— parte autorreferencial que todo tema que se precie debe tener]: “alicaído”. Una palabra que tiene una especie de flaccidez y desgana incluida en su campo semántico bastante notable. Consta en el catálogo de palabras que he heredado, al mismo nivel que “morueco y sólo discretamente por detrás de “zanguango”.


Tras la breve introducción con la descripción del tipo —perfectamente anónimo, insisto— que necesita una alternativa, la canción entra directa al asunto: todo el mundo necesita una cara B, una bendita —en su acepción de feliz o dichosa— cara B. La metáfora es entre regular y —perdón— perfecta. Regular porque prácticamente ya no hay caras Bs: los CDs, USBs, DVDs, TDTs, ETCs no tienen “cara B”. Eso era del lejano tiempo de los singles de vinilo, cuando los dinosaurios y los sanfraciscos habitaban los guateques. Pero también es perfecta —bueno, no exageremos: nos va bien, o mejor, nos va al pelo— porque vamos teniendo una cierta edad y, por eso, sí sabemos lo que es una cara B. [De hecho, incluso sabemos que la cuestión no es tan simple: existen, perdón, existieron singles con doble cara A y también singles con doble cara B (para más noticias: la wikipedia, por supuesto)].


Pero, para los que cuando oímos la palabra “single” no pensamos en un soltero de fiesta temática (sino en algo con muchas más posibilidades de ser tocado) una cara B es (o era) esa canción sin la cual el hit (la cara A) no existe y que luego, años después se recopila como lo mejor del grupo/músico/cantante: ver aquí.


Porque las caras Bs justificaban y probablemente dignificaban a muchos músicos y a sus fans. Trascendían al hit y, desde luego, lo soportaban, agazapadas, semiocultas, dando vueltas en sentido contrario. Y otra cosa: como se ponían menos, con el tiempo sonaban mejor (nota para gente actual: esto es de los tiempos de las agujas, las cápsulas, los pick-ups y, por qué no decirlo, los come-discos).


Porque ése es el asunto. ¿Qué es lo mejor de nosotros mismos? ¿Lo serio o el juego? ¿El uniforme o el disfraz? ¿La cara A o la B? ¿Cómo estamos mejor con o sin peluca, con o sin maquillaje, con o sin gafas de sol?


Paolo Conte —intentaré no nombrar a este otro dios de las canciones en vano— tiene una canción similar —perdón, con un tema algo cercano, levemente— aunque quizá visto desde otro punto: Una faccia in prestito. Esta magnífica canción —la de Conte, digo y, por favor, sin comparaciones— habla de algo así como la obligación de tener una cara en alquiler, de mantener al personaje al que nos obliga el contexto mientras uno, en realidad, sueña con campos de golf de lana azul donde practicar su swing. Bueno, lo de Conte es claramente más metafórico y ambicioso, vamos, sencillamente, mejor. Curiosamente, este era el disco con el que conocí a este magnífico songwriter iltaliano que, por cierto, ejercía de abogado mientras componía Azurro, ese temita de nada.


Pues eso: mi Cara B es lo contrario y lo mismo: el abogado que sabe que puede escribir canciones cuando quiera, el fontanero con buena mano para los bodegones, el anestesista que hace un magnífico arroz con bogavante. El cantante que pudo ser médico (sí, Drexler, me refería a Jorge Drexler).


En su aspecto musical, que lo tiene, no dudéis, la canción empieza con desgarradores descripciones casi desnudas en la primera estrofa, la segunda ya incorpora a la banda para salir hacia el estribillo en el más puro Sonido Momia (atentos, por si queréis identificarlo para el futuro) para continuar con una mini-pausa que a mi, personalmente, me encanta. Y ¡eh! los coros tuuu-tuuu, y el puente y el solo de saxo… fenómeno. Hasta el estribillo con su mega-grito final con eco (delay, que dice el tal Ismán). [Por cierto, hay, por ahí, dos o tres pianazos-horripilans (esa es mi cara A, que, a veces, me confunde), que no os descubro dónde se perpetran: así ya la oís más atentos.]


Mi bendita cara B. Discretamente autobiográfica.


Así que, por favor, no volváis a encasillarme (y no volváis a encasillaros).


¡Alicaído yo! ¡No te jode!



MI CARA “B”.

(V1) Vuelves a encasillarme:/ Que si soy un aburrido, / que si soy un tipo estable, / que si soy alicaído. / Mi vida puede parecer rutina: / Voy de casa al trabajo, / no me quiso mi vecina / (la del piso de abajo). / (Ch x 2) No es mala salida / (no sé lo que es): / mi bendita…cara “b”./ A veces la llamo / (hoy espero que esté)/ Necesito… mi cara “b” / (V2) Estoy sólo un poco disociado, / pero no me tengas miedo: /me mantengo equilibrado / aunque parece que voy pedo. /Y si me lo permites /un pequeño consejo,/ sólo te recomiendo,/ ¡Busca… tu cara “b”!/ (Ch) / (P) Porque tengo otra versión, / otra personalidad, / la guardo para la ocasión, / cuando ya no puedo más. (Ch)

V: Sol Re Do Sol-Re / Sol Re Do La-Re

Ch: Mim Re Sol Do / Mim Re Do La

P: Do Sol Mim La-Re



viernes, 2 de abril de 2010

INSTRUCCIONES (8): Helarte de regalar (y agradecer)




Bueno, después de tanto desnudarse en las canciones anteriores… más desnudarse, pero de una forma más cómoda: con el agradecimiento.


Me gusta esta canción. Especialmente. Creo que tiene un tono entre canción de autor e himno que le va perfecto al tema (no me refiero sólo a la canción, sino al asunto). Es más, es como si tuviera muchos tonos posibles, según el día, según el verso que, en cada escucha, destaca. Como una paleta de colores. A veces, los tonos me parecen que la tiñen de algo así como ocres y sepias, como una canción-epitafio que me deja bastante satisfecho en el supuesto de que sea el caso —espero que lejano en el tiempo y/o , al menos, indoloro— de tener que resumirme en unas cuantas frases.


Sí: esta canción tiene tema. No se trata de una letra genérica. Ni abstracta. Y —adivinad– no es una canción-protesta. Esta no. Esta es una canción-celebración. Porque el tema somos vosotros y yo (que es la única forma que tengo de definir esto que sucede, día tras día, entre el momento en que nos despertamos —de nuevo— y volvemos a soñar).


El título está semi robado de un estupendo libro de Fernando Iwasaki que os recomiendo tanto para leer solos como acompañados: Helarte de amar. Imagino que él, a su vez, lo tomaría de E Fromm o, más probable y directamente, de Ovidio y así sucesivamente. El que sea original que tire la primera página (a la basura). Así que, Fernando, no me lo tomes en cuenta. Total, ni te vas a enterar.


Es obvio, por tanto, desde el principio: esta es una canción sobre el agradecimiento a todos los que están y se van cuando hace falta, sobre el arte de saber cuándo hay que hacerlo, a los que te dan y te quitan, a los que te mueven o te tranquilizan…bueno, ya paro, que parece esto el anuncio de Coca-Cola pero sin acento argentino ¿o sí? No, eso es de otra canción, ¿qué digo? ¡de otro disco!


Por partes, iremos por partes, en este caso, por estrofas.


Benjamín (Prado), (Ray) Loriga, estupendos escritores a cuya generación (de la que ellos reniegan) quisiera yo pertenecer y juro por San Borges que lo intento. Ambos me fueron regalados, en libros (Héroes, Raro, El corazón azul del alumbrado, Lo peor de todo…) perfectamente gastados y subrayados—cómo lo agradezco también—, por un vecino que ya no lo es y un buen amigo que lo es siempre. Creo que le devolví los libros y me quedé los subrayados, pero nunca devolví, suficientemente, el favor.


Nicanor (Parra) y (Pablo) Neruda vinieron de la mano del que —léase con el tono de recibir tu segundo Oscar—, sin su insistencia y extraña mezcla de desvergüenza y elegancia, nada de todo esto que leéis y oís hubiera sido posible (lo que quizá no tiene mucha importancia para la Historia de la Música, pero sí para la banda sonora de mi película). No tengo palabras. Bueno, sí, tengo un montón. Pero ninguna es suficientemente enorme. Nota al pie ( a sus pies): El tipo me regaló las obras (anti)poéticas (completas) de Parra para ver si aprendía algo. Siempre ha sido un optimista patológico, pero ahí rozó la demencia. Risperdal, amigo, Risperdal.


Las primeras canciones de Ariel (Rot) y (Andrés) Calamaro vinieron de la mano del mismo vecino —qué tipo tan insistente e ingenuo: quería hacer de mi una persona ¿interesante? ¿equilibrada? ¿persona?— anduvieron entre Cenizas en el aire (¿cuántas veces lo oiríamos, fijándonos en cada, en cada, palabra?) y Alta suciedad. Unos discos que demostraban que el talento de cada uno de esos músicos por separado era, al menos, tanto como cuando los dos andaban juntos en Los Rodríguez. Un nuevo concepto en castellano (al menos para mi): pop-rock adulto, sin rimas fáciles, con hits que, a la vez de ser melodías imposibles de olvidar, son capaces de acompañar palabras de verdad (o, al menos, verosímiles). A mil kilómetros de cualquier cosa que yo pudiera oír entonces. Y todo con ese tono irónico-canallesco tan argentino como inalcanzable.


De su mano (de esos discos) viajamos, después, hacia antes (pero al lado): hacia (Bob) Dylan y (Neil) Young. A este último aún le estoy dando vueltas, pero el primero, desde el intento de traducción con el que montamos el desgraciadamente irrepetible —nunca sería ya igual, ¿verdad Bali?— “Traduciendo a D/Translating Z”, me tiene cada vez más atrapado. En su caleidoscopio. Y nunca puedes olvidar al que te ha dado tan buenas raciones de talento ajeno. Yo, desde luego, no.


Así que eso es: me dieron de lleno. Me despertaron. (Pero es que eran balas de alto calibre). De ahí el énfasis, esos acordes de piano, la caja, insistente, que señalan, aplauden… agradecen, en voz alta… celebran… ¡celebran!


En la canción siguen las citas: viene el episodio de Lawrence (Durrell) y Gerald (Durrell), dos hermanos tan distintos como Corfú y Alejandría, como un zoológico y una embajada… ¿tan distintos? Bueno, la broma (para los no iniciados) de esa estrofa es sobre mi incapacidad para apreciar la lectura de Justine —que acabo de terminar, de nuevo, hace unas semanas…¡y sigue sin gustarme!— así que seguiré perseverando (por cierto, menuda redundancia) hasta pulirme el Cuarteto, el Quinteto, etc. Pero, si me hacen escoger, seguiré del lado de la inocencia infantil, del descubrimiento de la naturaleza, los paisajes, los hombres de mar, la familia vista desde abajo y desde afuera, la literatura juvenil —y soleada, sorry Larry, luminosa— de “Mi familia y otros animales”. Es como escoger entre La isla del tesoro y el Ulyssess…qué queréis que os diga. Uno es un inmaduro (y, además, no hace falta escoger: sólo era un truco barato de bloguero).


Y, después de tanta cita —que es, a la vez excesiva y, de la misma forma, insuficiente, porque hubo y hay más, mucho más—, después de tanta erudición y tanta tontería —o, más bien, de esta excusa inicial para dilatar (o enmarcar/centrar) lo importante—: los verdaderos agradecimientos. A los que hacen la vida todavía más agradable: vosotros. Descritos de las formas menos obvias que he podido —porque siempre hay otra forma, otra manera y con ésa es con la que, si hay arte, se acierta —, pero también como catálogo, como relación de virtudes, para ponérselo fácil a cualquiera que no lo tenga muy claro: esas son las bases del arte de regalar, las que te (o, al menos, me) dejan helado. Y, claro, nuestro Lidl, en esas pocas frases, a la vez dentro y mirando desde la periferia de la canción, supo ver el estribillo de esta canción sin estribillo, subrayándolo con un solo de saxo que llega como a dar un respiro entre tanta intensidad.


Algunas estrofas se perdieron en la canción (cosas de los alrededor de 3 minutos que cualquier productor que se precie está dispuesto a recordarte) y éste puede ser un buen momento para recuperarlas: “A los que me dais la vida, / la inteligencia, el sarcasmo, / los juegos, las copas, las risas, / las caricias y el orgasmo. / A los que sabéis contar buenas historias, / a la del mejor pastel de manzana, / al poeta que enseñó en Soria, / y murió mirando a una playa.” No sé, estaban ahí. Entiendo que quizá no eran los mejores versos, pero ahora son un poco como hijos repudiados… algo tenía que hacer con ellos.


La canción acaba (antes del último estribillo o lo que sea eso que acaba, como tantas cosas, con un psicoterapeuta) con el —para mi— auténtico hallazgo del tema, probablemente del disco: el coro pediátrico-peripatético de nuestros hijos cantando unas palabras sencillas: los que sabéis mirar, escuchar, compartir…regalar. Esas palabras tan humildes como complicadas de aprehender. Palabras que sólo tienen sentido cuando uno, por fin, sale de su ostra, del sarcófago. Expresión exacta de lo Humano. Conceptos artísticos. Para usarlos sin precaución, en compañía de buenos amigos.


Y ésos sois vosotros. Estáis todos ahí. En esa canción.


(Y mucho más cerca, pero yo no sé decirlo de otra forma.)


Ateridamente vuestro,

Gracias.




Helarte de regalar (y agradecer)


Lam Re Mim (hasta “me despertaron”) / Sim Mim Do Sol / Sim Mim Do Re Mim /

Ch: Sol Mim Do Re (x2) > Mim /


A los que supieron que disfrutaría rondando, / a Benjamín a Nicanor a Loriga y a Neruda, / con todos los que continúo averiguando, /la medida exacta de la palabra desnuda. / A los que me grabaron las primeras canciones / de Ariel, de Bowie y las de Calamaro, / a los que me alcanzaron todas las letras /de Dylan y de Young. / A los que me dieron de lleno, / a los que me despertaron. / A los que leyeron a Lawrence antes y mejor / les prometo seguir perseverando, /mientras tanto me las iré arreglando, / con Gerald, o sea, con su hermano menor, / A los que saben estar /a los que saben despedirse / a los que saben llegar / y a los que saben abrirse. / Al pintor y al juglar, / al que no llama a la puerta, / al que le gusta pagar,[1] /a mi psicoterapeuta. / Al aficionado y al experto, / en pasados o en presentes, / en caminos y en proyectos… / buena pesca, ¡qué buena gente!. / A los niños, a los padres, / A l@s amig@s, / a l@s amantes, / a los perseguidores / de los mejores instantes. / A los que sabéis mirar, / escuchar, compartir, regalar… / a los que sabéis abrazar. / A todos vosotros, / ya sabéis…/ muchas gracias.


[1] Aquí, obviamente, puede haber coma o no