lunes, 23 de febrero de 2009

Apuntes para un manifiesto momia (4): Instrucciones para entender a una momia.


En el caso de que precises, por ejemplo, por motivos profesionales, o en una autoescuela o en un supermercado, hablar con una momia, necesitas seguir un estricto código de conducta. Hablar con una momia es un asunto delicado, que debe, si es posible, anticiparse, con el objeto de establecer un contacto adecuado y mutuamente provechoso. En cualquier caso, aunque tú no quieras hablar con una momia, es muy probable que sean ellas las que se dirijan a ti, ya que las momias, al contrario de lo que una superficial apreciación pudiera hacer pensar, tienen esa necesidad parlante incrustada en la carne, como sus vendajes, y no dejarán de hablarte desde sus confortables sarcófagos mientras supongan que tienen la necesidad de decir algo más. Y esto, a todas luces, si es que hay luz en un sarcófago, es una exageración, ya que a las momias debería resultarles suficiente comunicación la que realiza su sola presencia, inmóvil y majestuosa, su posición solemne, yacente, rodeadas de todos esos símbolos en los que un búho o un perro o una barquita con remos se intercalan intermitente, periódica pero, admitámoslo, aleatoriamente entre cientos de otros símbolos –éstos otros prácticamente ininteligibles y que, por tanto, sólo buscan poner a prueba tu ininteligencia, seguro que a menudo infrautilizada–.

Las momias, en su infantilismo cacofónico de momia, creen hacerte creer que cualquier creencia es creíble. Que se puede constantemente recaer en la creencia. Por ejemplo, que sorber tu cerebro, después de muerto, por la nariz, resulta conveniente para tu vida eterna (y que, en realidad, desconocemos si es cualquiera de las dos cosas). Es por ello que, en el caso de que precises, por ejemplo, por motivos jurídicos, o en un salón de baile, o, incluso, en una fiesta privada o en un hospital, entender a una momia, debes hacer un esfuerzo de regresión –en términos freudianos ortodoxos–, o de religión –en términos vaticanos estrictos–, o quizá ambas cosas. Esto implica una actitud más que abierta, permeable y deliberativa y una posición ideológica ambigua, incómodamente rizomática. Me explico: si pretendes obtener un mensaje coherente, no entenderás a una momia, aunque ésta se decida a describir, o a cantar, incluso pormenorizadamente, su credo. Sólo puedes entender a una momia mediante una adecuada empatía, esto es, poniéndote en la embalsamada posición de una momia y preguntándote: si yo fuera absolutamente incorruptible ¿qué me gustaría decir?

¡Ah!, y nunca dejes de lado la posibilidad de sonreírle, simplemente, sin compromiso alguno.


Nota: texto recibido en nuestro e-mail, firmado con iniciales “JC”. Probablemente, en este caso, se trata más de un cronopio que de un troll. Hemos decidido publicarlo para que se sepa que aquí no censuramos a nadie. Ni siquiera a una mala imitación de Cortázar.

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