viernes, 9 de marzo de 2012

LA MAQUINA



Cuando empezaron a construir La Máquina no sabían si, finalmente, funcionaría. Al principio se plantearon muchas dudas, las habituales controversias, los debates. Cuando El Problema se planteó en toda su majestad ya no hubo tiempo para los matices, para las digresiones o la complejidad, surgió, inevitable, la dicotomía. Algunos apoyaron decididamente La Resignación, pero la mayoría se decidió por El Futuro e, inmediatamente, empezó la construcción de La Máquina. Se convocaron expertos de todo el mundo. Hubo reuniones, convocatorias, conferencias de prensa. Algunos de esos expertos era la primera vez que mostraban su rostro al público. La gente tuvo la certeza de que el asunto era grave cuando hubo que destapar hasta los mejor guardados secretos. No habría otra oportunidad, si es que ésta lo era. Esto es lo que nos cuentan, al menos. Corríjame si me equivoco.

Pertenezco a la decimotercera generación de Constructores, aunque eso lo puede consultar fácilmente en los archivos. Desde su Génesis, La Máquina parece haber ido cambiando su configuración y su propósito conforme El Problema parecía, a su vez, adoptar distintos matices y dimensiones. La Máquina va formándose de acuerdo a los grados y las diferentes formas de amenaza y sutil inteligencia que manifiesta El Problema. Nadie, al menos ninguno de entre nosotros, recuerda muy bien ya dónde apareció El Problema, ni cuál fue su atribución, su forma inicial. Algunos hablan de amenazas para la salud, para el medio ambiente, para las culturas locales e, incluso, de la propia organización humana. Pero sólo los menos creyentes de nosotros pueden aceptar que, en algún momento, El Problema tuvo una dimensión suficientemente pequeña para que los hombres pudiéramos manejarlo sin ayuda de La Máquina. Ella, como de sobra conoce, representa ya nuestra única esperanza y sólo desde ella conseguiremos liberarnos de El Problema, algún día.

Como para todos los Constructores, el trabajo absorbe prácticamente todas las horas del día que paso despierto. Algunos compañeros que ocasionalmente parecen tener comportamientos ligeramente anómalos, cuentan que, en algún lugar, fuera de aquí, o quizá se refieren al pasado, o a algún otro Entorno, existen ritmos alternos de luz y oscuridad que rigen la actividad de los hombres y/o la jornada laboral. Un concepto, por lo menos, extraño. No se ría de mí si en alguna ocasión le he otorgado RT, como decían antes, a estos rumores. Supongo que eso forma parte de las estrategias o de la propia esencia de El Problema, porque no consigo imaginar por qué puede ser útil adaptarse a la oscuridad o prescindir de la visibilidad continua que tenemos en nuestro Entorno. Oscuridad ¿para hacer qué? ¿durante cuánto tiempo? No tiene ningún sentido. En nuestro Agregado se habla ya de niveles de eficiencia cercanos al 98%. Es cierto que, en ocasiones, surge un cierto sentimiento de incomodidad cuando somos realmente conscientes de que resulta probable que, en nuestra generación, tampoco podamos ver a La Máquina completamente operativa, acabada, ni a El Problema aniquilado. Surge la sospecha de que La Máquina es, en realidad, una forma de vida frente al problema, un continuo que a la vez permite y define nuestra existencia. Cuando esto sucede, cuando estos sentimientos negativos se apoderan de mi habitual entusiasmo, las pastillas de color malva que nos ofrecen –me imagino que a todos– con la comida siempre consiguen solucionar el malestar, esta especie de náusea.

Como todos pudimos advertir, en su último discurso de los Días Primos, Poder parecía bastante satisfecho de los avances durante el Periodo Noventa. En nuestro Agregado hemos conseguido un peso relativo cercano a los 2 puntos y, en todo el Entorno, la estimación se acerca a 3 puntos. Los Constructores trabajamos orgullosos y vemos cómo La Máquina es capaz de contener, a pesar de su imprescindible insuficiencia, la amenaza, El Problema –en ocasiones me cuesta nombrarlo sin sentirme atemorizado por su magnitud y sus posibles consecuencias– de una forma efectiva y sin apenas sobresaltos. Algunos de entre nosotros, sin embargo, en las comidas, o en las transiciones entre los módulos de trabajo, parecen adoptar una actitud poco entusiasta. Quizá precisen más dosis de los comprimidos de color malva. Algo no deben haber entendido bien ya que los éxitos se suceden Periodo tras Periodo y así es como ha sido siempre y como nos contaron las generaciones previas y ése es nuestro Único Propósito. Sólo el entusiasmo y la entrega en el trabajo pueden hacer que La Máquina contenga a El Problema y que, algún día, si ello es posible, lo venza. Así lo esperamos, así nos lo cuentan: ésa es nuestra visión.

Al hilo de estos ocasionales desfallecimientos que le comento, hoy, mientras intentaba concentrarme en las nanosoldaduras del módulo #44_56.0.34 el hombre que desde hace varias jornadas trabaja en la célula vecina, no ha parado de hablar. Ni siquiera estoy seguro de que se dirigiera a mi. No me miraba mientras lo hacía. No apartaba la mirada del módulo al que está consagrado. Pero no dejaba de hablar y hablar, sin pausa, con un tono neutro como algunas de esas canciones para la inducción somnica que nos recomiendan para los problemas de conciliación en los encuentros de uso habitacional del Entorno. En algunos momentos he creído entender que este hombre no confía en todo lo que Poder comunica, no sólo en el briefing que recibimos al despertar, cada jornada, o en los loops videoacústicos que se suceden en las dependencias-comedor, sino incluso en los discursos de los Días Primos. Ha utilizado conceptos que no comprendo del todo como “propaganda”, “alteración deliberada de la realidad” o “interdependencia”. Pronunciaba reiteradamente una palabra (o un nombre, parece referirse a alguien o a una idea de alguiien) que suena como “guébets” y que no he encontrado en los diccionarios de la Red de mi dispositivo. Quizá no sean términos permitidos en nuestro nivel de Constructores o no lo deletreo correctamente. En cualquier caso, se lo apunto tal como lo he oído por si supusiera una pista relevante.

Al final de la jornada, cuando he notado la vibración en el implante cervical que señala el momento del retiro al núcleo habitacional para el descanso –por cierto, aunque confío plenamente en la exactitud del sistema que lo gobierna, pero cada vez parece alargarse más la jornada de trabajo o acortarse los descansos– y después de cerrar el link con mi módulo y completar el ritual de despedida, he esperado en la confluencia de los módulos alfa y gabba-2 haciendo como si actualizara mi dispositivo móvil en la estación de bajas energías. Al poco, mi vecino de trabajo, el hombre que decía guébets, ha pasado por delante y he podido seguirle, perfectamente disimulado entre las decenas de Constructores que abandonábamos nuestros módulos y los que venían de refresco. A mitad del recorrido permitido –he empezado a oír el mensaje estándar de ofrecimiento potencial de ayuda para el itinerario hacia el descanso generado desde mi implante– el hombre se ha sentado en la sala recreativa Xanadú_66 del módulo gabba-2 en el rincón donde suelen quedar los #sudokas para relajarse en los tiempos de ocio estipulados. Eran seis hombres. Aunque parecían concentrados en los pasatiempos, se notaba fácilmente que, en realidad, mantenían una conversación sin levantar la mirada de la pantalla de plasma-retina. Me he colocado frente a la pantalla de los juegos vintage (no sólo por su cercanía a los sudokus, sino porque me gusta pensar que puedo coincidir con la partida de alguno de los Antepasados) pero he desconectado los auriculares, de forma que he podido escuchar la conversación completa.

Inicialmente comentaban aspectos de organización pero utilizaban nombres en clave numérica con alteraciones frecuentes y una especie de jerga que incluía términos como “células”, “repertorios de adscritos” y “movilización”. Uno de ellos, que se cubría todo el tiempo con la capucha de su sudadera, parecía muy nervioso y se negaba a aceptar la decisión de los demás de comenzar la “acción”. Insistía en que aceptaba que La Resignación y El Futuro eran “constructos tóxicos” (así se referían a muchas de nuestros Principios, Valores y Ámbitos) y que El Problema eran precisamente ellos, una especie de maquinaria de poder desconocida, un grupo heredero de los Expertos Primordiales, “una sombra dentro de otra sombra”, dijo otro de los #sudokas. Estuvieron debatiendo durante más de una hora. No pude escucharles más porque mi implante no dejaba de ordenarme el descanso y amenazarme con informar al Jefe de Módulo de mi alteración operativa, así que tuve que emplear los cinco minutos que me quedaban en correr hasta mi núcleo habitacional. Si quiere disponer de los detalles, los almacené todos en el dispositivo móvil. No le envío la grabación porque sé que ustedes pueden acceder a ella cuando quieran, si no lo han hecho ya.

Espero que esta descripción que le remito le sea de utilidad a la Autoridad Delegada competente para la interpretación de estos atípicos comportamientos. Cada vez es posible distinguir más de estos grupúsculos de extravagantes personajes. Como si con sus continuas dudas, con su disidencia, ayudaran en algo. Como si El Problema no fuera suficiente presión para todos nosotros. No parecen darse cuenta de que Poder ya ha pensado en otras alternativas, si las hubiera, que La Máquina se adapta continuamente como un anticuerpo a su virus. Mi compañera de esparcimiento corporal –la que, por cierto, aprovecho para recordarle, no ha sido renovada en los últimos dos meses, tal como estipula mi nuevo estatus de Constructor de nivel 2.7– asegura que son efectos secundarios de los comprimidos de color malva. Yo, sin recibir noticias oficiales, no pienso abandonar su consumo, salvo que usted/es me respondan en sentido contrario. 

Aguardo cualquier instrucción por su parte y solicito que la anomalía en mi regreso al núcleo habitacional registrada por el implante sea catalogada como “en solidaridad al Poder” o bien, directamente, sobreseída. Como ustedes dicen, tan acertadamente, hice lo que había que hacer.


En el Periodo Noventa de La Máquina, línea temporal continua, Administración ##lo@25,
      Atentamente,
      Pat Brisbane, C 2.7., M #44_56.0.34




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