sábado, 2 de octubre de 2010

Pop-Fiction (7): ¿Gatitos o Iguanas?






- ¿James? ¿Eres tú?
- Sí tio, sí. Pero llámame Iggy, como los demás. Nunca se sabe, cualquiera podría estar escuchando.
- ¿Paranoia, Iggy? ¿Otra vez?
- No tio, nada de eso. Estoy limpio. No te lo vas a creer.

Cuando James, es decir, Iggy, perdón, utilizaba esas seis palabras es que algo realmente muy grave había sucedido o, lo que era todavía peor, estaba a punto de suceder. Estaba la vez del atraco al banco “con unos amigos que tienen acceso a una farlopa de primera, fantástica, no te lo vas a creer”, la amenaza de salto desde el edificio Chrysler porque “tío, no te lo vas a creer, Jenny dice que si ella y yo llegamos vivos al suelo nuestro amor será eterno” o aquélla vez de “no te lo vas a creer, estoy en una comisaría entre la 5ª y ¿Hampton?, espera, lo pregunto... sí... y dice este pollo vestido de azul que no estoy en condiciones de conducir... un camión de la basura... si no pasa de 30 millas la hora y el calvo que lo conducía nos lo ha dejado encantado ¡será capullo!”.

- Bueno, Iggy ¿qué pasa? ¿A qué peligro real o tal vez y afortunadamente sólo imaginario nos enfrentamos esta vez?
- Es horrible, tío... mi gata... Nancy
- ¿Nancy?
- Sí, tio, mi gata, se llama Nancy, ya sabes, por la novia de Sid... joder, Brian... hay que decírtelo todo.
- No seas así, Iggy. Por cierto, ya sabes que odio que me llames Brian... me llamo Marilyn, ¡Marylin! O, si prefieres, Mr Manson. Y lo mio es más el satanismo que el punk. Así que la primera Nancy que me viene a la cabeza es la hija de Sinatra.
- Y eso sí es demoniaco ¿eh Marylin?.
- No seas malo.


Siempre era igual con Iggy. Las cosas parecían trascendentales, oceánicas, inmanejables, hasta que se salía como si nada del asunto, alguna palabra hacía clic en su cerebro y se olvidaba incluso de cómo había empezado la conversación o de por qué te había llamado. Ahora Sinatra era lo que había hecho clic y se le había ido el hilo. Había que reconducir el tema o la llamada no acabaría nunca.

- ¿Qué le pasa a Nancy, Iggy? Dispara, no tengo todo el día. Hoy vienen de Rolling Stone y aún voy por la primera capa de maquillaje.
- Ha tenido gatitos, Marylin. Cuatro gatitos. Uno blanco, con el pelo como de algodón y tres atigrados, como ella... ¿Primera capa de maquillaje?
- Sí, a tí tampoco te vendría mal. ¿Y qué pasa con los gatos, Iggy?
- Ha tenido que ser Elvis, el hijoputa del gato persa del vecino.
- Elvis, siempre Elvis. ¿Cuándo nos libraremos de esa maldición? Por cierto ¿es que hay gatos persas en Florida? Aquí en California se mueren de calor. Yo creo que el siamés se adapta mejor, por lo del pelo más corto y...
- Joder, Marylin, esto es importante. Te estoy diciendo que he sido abuelo de cuatro gatitos...
- ¿Son todos machos?
- ¡Y yo qué se! ¡Coño! ¡Joder, Marylin!


Como otras veces, como en otras crisis, a mitad de cuestión, colgó. A su manera. A la manera de La Iguana de colgar. Esta vez no se oyó el golpe del móvil al estrellarse contra la pared o el suelo. Quién sabe. Quizá lo habría tirado a la piscina. Volvería a llamar. Por algún motivo Iggy confiaba en Marylin. Solía presumir de ser amigo suyo y de que era el único que había pronunciado alguna palabra sensata en aquella película de Michael Moore aunque, en el fondo, el argumento de aquella entrevista ya se lo había oído antes en una de tantas conversaciones de madrugada. El teléfono de Marylin volvió a sonar agitado por otra imperceptible señal que viajaba de nuevo de costa a costa.

- ¿Marylin? ¿Podemos hablar? Ya tengo otro teléfono.
- Claro Iggy, tío. Me decías que habías sido abuelo.
- Bueno, el caso es que, ya sabes, yo no puedo hacerme cargo de los gatitos. Se lo he dicho al joputa del vecino y él asegura que no tiene nada que ver.
- Bueno, es difícil controlar a un gato. Y más si se llama Elvis.
- Yo creo que el cabrón se reía cuando pasé a pedirle explicaciones.
- ¿El vecino?
- No, el gato. Creo que Elvis se reía de mi. Él sabía seguro que era el padre. Tiene esa mirada... como Garfield, ¿sabes?
- Ya.
- Bueno, el caso es que no sé cómo deshacerme de los gatitos...
- ¡Eh! ¡Ni se te ocurra! ¡Ni siquiera has llegado a pensarlo! Vivo muy lejos. No soportarían el viaje. Además, ¡soy alérgico!
- Tú eres satánico, no alérgico...
- Que sí tio, en serio. Yo no puedo. No puedo hacerme cargo.
- ¿Y qué quieres que haga? Los he intentado colocar a la gente del servicio, a mis guardaespaldas, a los demás de Stooges, incluso he llamado a Bill Wyman. También lo he intentado con la última furcia que contraté, que parecía muy sensible. Nada. ¡1900 dólares y nada! ¡No se llevó ni a uno, la tía puta!
- No sé... la gente...
- Sí, ya sé: la gente los mata. Sin piedad. Los mete en un saco y los tira al río. Los golpean y los tiran en un contenedor de basura. O los abandonan en el arcén de la interestatal para que los trailers los conviertan en sellos con la cara de un Elvis peludo.
- O los llevan al veterinario, Iggy. Se puede ser más civilizado.
- Sí, como el corredor de la muerte. Una inyección letal... Pero no puedo, tío, no puedo. Esto es más fuerte que yo.
- Joder Iggy. Has pasado por muchas cosas. Esto no va a acabar contigo.
- No, en serio. Imposible, Marylin. No puedo hacerlo. Yo no. He pensado que tú, que le das a los ritos satánicos y todo eso. Te pagaría el viaje hasta aquí... tú ¿podrías?
- Ni pensarlo. De ninguna manera. Lo mio es maquillaje, joder. No soy un asesino. ¿Quíen coño te crees que soy?
- No, Marylin, lo siento, en serio... no pretendía decir que...
- ¿Serás...? ¿Te crees que porque me pongo lentillas blancas o hablo en falsas lenguas muertas en el escenario me voy a cargar a tus gatitos, a los hijos de Nancy Sinatra?
- No es Nancy Sinatra, tío, es Nancy Spungen, la novia de Sid Vicious, ya te lo he dicho.
- Lo que sea, joder, Iggy, como se llame su madre... No pienso hacerlo.

Dos noches después Iggy tocaba en la gala inaugural de la Rock Hall of Fame. Cuando comenzaban los primeros acordes del “We are all gonna die”, la canción que había compuesto para el último disco de Slash, se acordó de los dos gatitos que quedaban en casa, al cuidado de Nancy. Echaría de menos a los otros dos gatos atigrados. Bueno, Nancy no parecía habérselo tomado mal. Pero no era posible quedarse con todos, ni matarlos a todos. Sí, we are all gonna die, así es. Una certeza incuestionable. Pero por lo menos dos de ellos seguían allí. Con él. Con Nancy. En el lugar al que pertenecían. Y Marylin cuidaría bien de los otros dos. Por supuesto, era un buen tío Marylin, detrás de todo ese maquillaje. Cómo se había enrrollao, el tío. El SMS que le envió decía que estaba encantado con ellas (finalmente eran gatitas) y que, como no podía distinguirlas, les había puesto Absenta y Heroína. Unas auténticas monadas, decía el bueno de Manson.

“Buena gente, Marylin y Rachel, la chica nueva. Satanistas, pero, después de todo, buena gente. Pero mañana mismo castro al cabrón de Elvis, con la cuerda de esta misma guitarra” , pensó Iggy mientras la multitid coreaba “¡We are all gonna die! / So let's get high / ¡We are all gonna die! / So let's be nice”

¿Y ahora qué? Ahora vamos a por “I wanna be your dog”, por supuesto.





3 comentarios:

josema dijo...

Intoxicados pero sensibles. Eso es un colega. Me encanta. Por cierto Manson, tengo 8 Tortugas..., lo digo por si..., bueno..., es que...

josema dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Abel Jaime Novoa Jurado dijo...

Iggy Pop ya es como el mickey mouse del punk.. Nunca pude con el punk.. supongo que me falta rabia..
Buen diálogo.. engancha