martes, 25 de noviembre de 2008

Regresión al futuro

Me estoy leyendo un libro, un libro… raro: se titula “Homo sampler” y lo firma Eloy Fernández Porta (EFP). Su anterior aportación al mundo de las ideas se tituló “Afterpop”. En este link se puede ver una interesante reseña. El libro es raro pero muy interesante, como casi todo lo raro… como las momias. Y digo raro, aunque quizá debería decir complejo, difícil, tal vez porque hay un montón de citas, gags y referencias diversas que no siempre entiendo, quizá porque no leí Afterpop, o porque he leído menos comics que él, he visto menos tele (sobre todo series) que él, o he oído menos música (sobre todo trash y trash metal, mucho menos ¿casi nada?) que él. Pero como todo buen libro, y éste, indudablemente, lo es, abre ventanas, hay unas cuantas sabrosas ideas, insisto, unas cuantas, no sólo una (que es lo que me pasó con mi último ensayo deglutido –Storytelling de C Salmon– y en eso estoy de acuerdo con Vicente Verdú), unas cuantas ideas, digo, muy aprovechables, o mejor dicho, iluminadoras. Ahí van algunas, pocas, entresacadas de tanta erudición.


Idea número uno: el concepto “Ur”, sufijo que denota lo primitivo: así Ur-pop, el pop primitivo, primigenio, sin aditamentos, en toda su ingenuidad pop. Sin (falsos) intelectualismos, sin (forzados) postmodernismos. Tal cual, como de las cavernas, ur-pop que habrá que tocar, digo yo, con púas de sílex. Ur-pop: nostalgia de bakelita, tele(funken) en BN, discos de vinilo, zapatillas de lona, nostalgia de la nostalgia…


Idea número dos (paralelo psicoanalítico a la idea número uno): la regresión como posición de partida de lo pop, la performance como espacio maternal, uterino, la posición infantil, la actitud de no querer ser adultos (i.e.: K Richards subiéndose a un cocotero).


Sin quitarle razones a EFP, que tiene a toneladas, o precisamente por eso, por añadir otra razón más, mi posición, mi punto de vista, es algo diferente, ya lo he escrito antes, es sólo por abundar, por explicarme: ¿Puede existir una intención genuinamente adulta en el pop? ¿Podríamos intentarlo, aún con la pinta que se nos ve en la foto que ilustra este punto? ¿Sería muy trasgresor reivindicar, desde esa regresión que es la canción pop, el futuro, ser, por tanto, trangresor y regresivo simultáneamente, en extraordinaria paradoja freudiana? Desde esa posición, podríamos pensar que sería genuinamente alternativo –incluso necesario– intentar contar en 3 o 4 minutos algo sobre la corrupción (i.e. la Librilla-conection), el síndrome “Thader-jao la tarjeta echa unos zorros”, o en inglés, “shop-till-you-drop”, la necesidad de disfrazarse ocasionalmente y salpimentar la rutina, burlarnos de nuestra cibergadget-adicción, de nuestra seudocultura hecha de retales zurzidos, you sampler-man, y tantas otras cosas.


En otros tiempos y en otro lugar, a lo que aquí siempre hemos llamado canción-protesta y hemos dejado prácticamente sólo para el ámbito de los cantautores, a las canciones que hablan de la actualidad, de lo que importa, a esas canciones que ejercen de titulares de la actualidad, de slogans a veces simples pero necesarios, y que animan a discutir y matizar después, se les llamaba topical songs. Se hablaba de lo actual, por supuesto, lo hizo Dylan, a partir de la inspiración de WG (en la

foto) y todavía lo hace Neil Young, ese Ur-folkie. Da que pensar que algunas recopilaciones de estas canciones abarcan el periodo ¡1926-1953!, casi el

jurásico, el retropop. Entonces la cuestión permanece: ¿se puede ser pop-regresivo e intentar hablar, incluso, de lo actual? ¿Por qué hacer perder el TiempoTM a la gente que oye Canciones© contando lo mal que te sientes porque te ha dejado tu chic@? ¿Por qué no cantar de VerdadTM?


A mí me gustaría que ambicionáramos algo que, sin desmerecer a nadie, se parezca a ese poema de intenciones que escribió Nicanor Parra,


Durante medio siglo

La poesía fue

El paraíso del tonto solemne.

Hasta que vine yo

Y me instalé con mi montaña rusa.

Suban, si les parece.

Claro que yo no respondo si bajan

Echando sangre por boca y narices.



Esas canciones atrevidas, expuestas y arriesgadas son las que yo quisiera oír, canciones por las que apostaría, las que intentaría, capacidad y talento mediantes, firmar. Canciones de verdad, de nuestra verdad, nuestras canciones. No es que las demás no me gusten, claro que sí, es que, como también dijo Nicanor Parra, en pleno alarde regresivo, no sé si se me entiende. Lo que quiero decir es otra cosa.


Eso es: a veces hay que decir otras cosas. Habrá que intentarlo.


sábado, 22 de noviembre de 2008

Haciendo el Indie el 20-N




Ayer, 20-N, día famoso por ser en el que celebran su cumpleaños Don DeLillo y Bo Dereck, por destacar dos de nuestros iconos, tuvimos, de nuevo, la ocasión de “hacer el indie”.


Y sí, ya lo sé, el término indie define más, pero incorrectamente, nowadays, un estilo musical, un sonido. Y nosotros no tenemos, exactamente, todavía, un sonido. Tenemos, como mucho, una actitud, intención, ganas, voluntad de hacer el indie.


Hacer el indie, aunque el indie es otra etiqueta desgastada, fagocitada por las Majors o las Multies, hacer el indie como sinónimo de libertad, de no me importa intentarlo, seguiré aprendiendo, lo haré mejor. O quizá no, pero lo haré, lo pasaré bien. Uno de los primeros o más famosos fanzines indies se llamaba “Are you scared to get happy?”. Y las momias no tienen miedo, faltaría más.


Anoche, en Molina, 20-N, aniversario de la muerte de… Robert Altman, hubo buenos momentos seguro, algunos, los que estuvieron, nos recordarán con pelucas y gafas-láser, perfectamente disfrazados por nuestra cara B.


En Guanábana-Jam, estupendo local dirigido por Antonio Santos, al que agradecimos allí y volvemos a agradecer aquí, su amabilidad y su sensibilidad.


Anoche, en Molina, 20-N, aniversario de la Declaración de los Derechos del Niño, nos dejaron serlo y hacer el indie y, como ellos, como nuestros niños, disfrutamos del juego.



miércoles, 19 de noviembre de 2008

Gran concierto, off Broadway


Si queréis conocer algunos de los nuevos temas y repasar los del viejo CD con nosotros: próximo concierto MAÑANA JUEVES 20-N A LAS 22,30 EN GUANABANA-JAM, CAFÉ-CONCIERTO, en Molina de Segura, en la Plaza de la Cerámica, 6 (cerca de la Policía, por si hablamos de más).

¡NOS VEMOS, AMIGUITOS!
(homenaje a ECDLHM-Nikki)

El Sintetizador Acústico

1934. Laures Hammond y el teclado del rock

Un relojero estadounidense diseñó el único sintetizador que, de momento, no ha podido ser imitado a la perfección por los nuevos aparatos digitales. No es extraño: recrear el sonido de esta mítica lavadora es casi tan complicado como “renderizar” el viento. Se trataba de un órgano eléctrico basado, a pequeña escala, en el mismo sistema de síntesis de dinamos del Telharmonium. Fue el primer instrumento popular de la historia que no se desafinaba. Su creador, Laurens Hammond, hizo inmortal su apellido al bautizar con él a su criatura: el órgano Hammond.
A imitación de los órganos de tubos de las iglesias, el Hammond contaba con dos teclados superpuestos de 61 teclas más un tercero de 25 para los bajos que se accionaba con los pies. Otro ingeniero de la épica, Don Leslie, desarrolló un altavoz giratorio instalado sobre un motor que rotaba a diferentes velocidades. Este sistema de amplificación extra, llamado Leslie, es en gran parte el responsable de su peculiar timbre y una de las razones que lo hace inimitable. Era un extra que se adquiría por separado, a pesar de que Don Leslie intentó vender el invento a la compañía Hammond. Pero Laurens se negó: no quería nada que ensuciase el pulcro sonido de Su órgano. Los músicos tenían otra opinión al respecto y el altavoz Leslie se convirtió en complemento imprescindible.
El instrumento –relativamente barato, extremadamente resistente y con un sonido rico y expresivo– fue rápidamente adoptado por los músicos de jazz y blues de los años 40. Estaba tanto en los bares como en las iglesias, donde servía a los coros de góspel. La compañía prosperó y fue desarrollando distintos modelos siempre fieles al sistema de dinamos y rotores de los primeros prototipos. En la década de los 50 se convirtió en el teclado del rock and roll. La compañía aumentó su catálogo con nuevos teclados portátiles. Surgieron otras muchas compañías que desarrollaron instrumentos a partir del mismo sistema de síntesis, pero Hammond siguió siendo el rey. Hasta que llegaron los 70.
Laures Hammond murió en 1973. Su compañía le siguió a la tumba pocos años más tarde. Los músicos habían dado la espalda temporalmente a estos instrumentos en favor de otros sintetizadores más avanzados. Al morir el fundador, los nuevos directivos decidieron abandonar la producción de sus clásicos órganos para embarcarse en la fabricación de nuevos instrumentos. Un gran error, la empresa quebró dos años después y, desde entonces, la marca ha dado tumbos de propietario en propietario. Una historia similar a la de Harley Davidson, que en los años 80 se puso a fabricar scooters para competir con las compañías japonesas, pero sin final feliz. Esta marca volvió a sus orígenes años después y transformó sus motos en artículos de lujo. Hammon, sin embargo, fabrica hoy unos teclados que parecen casiotones y no ha vuelto a recuperar su antigua grandeza.
La historia le daría la razón a Laures Hammond, que insistía en no abandonar los órganos clásicos, confiado en que su sonido volvería a estar de moda. Durante la década pasada, el acid jazz y discos como Scremadelica de Primal Scream abrirían nuevas posibilidades a este instrumento que se ha convertido en un artículo de coleccionista.



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¡Pep, uno de estos!, ¡Uno de estos!.
4ª y Ultima entrega. Suerte para mañana.

martes, 18 de noviembre de 2008

Strawberry fields forever

1963. Leslie Bradley, Harry Chamberlin, The Beatles y el Mellotron.


¿Para que diablos puede querer alguien setenta cabezas lectoras de cinta magnética? La pregunta se la hicieron los hermanos Bradley –Leslie, Frank y Norman– cuando, a principios de 1962, recibieron un misterioso pedido del estadounidense Bill Fransen que cambiaría la historia de la música. Los Bradley administraban una pequeña empresa familiar de componentes electrónicos, Bradmatic, en Inglaterra. Los encargos no solían ser tan grandes.
Dieciséis años antes, otro estadounidense, Harry Chamberlin, había diseñado un instrumento al otro lado del Atlántico cuya alma eran esas cabezas lectoras. Se trataba de un pesado teclado que emulaba sonidos reales mediante cintas magnéticas. Bajo cada tecla había una cabeza lectora y una pequeña cinta magnética en la que estaba grabado el sonido perfectamente afinado. Chamberlin bautizó con su nombre al instrumento y, en 1960, abrió una tienda en California donde comenzó a producirlo de forma industrial.
El Chamberlin tenía algunos problemillas de diseño. Cada dos por tres la cinta magnética se partía y había que llevar el instrumento de vuelta al taller. Pese a todo, las ventas iban razonablemente bien y el negocio fue creciendo. Tanto que Harry contrató a un vendedor para que le ayudase a ampliar mercados: Bill Fransen. Sí, el mismo Bill Fransen del pedido misterioso. No fue una buena idea.
Dos años más tarde Fransen abandonó a Chamberlin y se fue al viejo continente a la búsqueda de nuevos socios con los que prosperar.
Volvamos con los Bradley. Tras recibir el misterioso encargo, picados por la curiosidad, se reunieron con Fransen, que les mostró uno de los teclados que fabricaba Charmberlin. A Leslie Bradley le apasionó su sonido. Un año más tarde, en 1963, estaba en las tiendas inglesas el Mellotron, la versión británica del diseño de Harry Chamberlin con sustanciales mejoras sobre el original. La cinta ya no se partía y los sonidos, aunque menos fieles al original, eran más precisos en su ejecución.


Los Bradley –engañados por Fransen, que les vendió el teclado como un prototipo propio para después desaparecer– desconocían que estaban infringiendo una patente estadounidense hasta que Harry Chamberlin se presentó en Inglaterra, en 1966, reclamando la paternidad del invento. El problema se solucionó de forma amistosa con 30.000 dólares de los de entonces de por medio. Harry regresó a California con el dinero bajo el brazo, donde continuaría fabricando nuevos modelos de su teclado durante los años siguientes y Leslie Bradley siguió desarrollando su Mellotron en tierras de su real majestad. El pacto entre caballeros incluía un reparto de mercado: para ti Estados Unidos, para mí Inglaterra. Chamberlin se quedó con el lado malo.
Al año siguiente de este acuerdo, en 1967, The Beatles grabarían en Abbey Road una de sus canciones más conocidas, “Strawberry fields forever”, una psicodélica melodía que comenzaba con un sonido de flautas grabado con un Mellotron. La compañía comenzó a cabalgar sobre el éxito de los cuatro de Liverpool. Su disco emblemático, el “Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band” también haría uso de este teclado. Tras popularizarlo The Beatles, la lista de artistas que después se dejarían hechizar por sus peculiares sonidos es interminable. El rock sinfónico de los setenta tomaría el relevo, con grupos como Yes. Hasta que llegaron el sampler y los Sex Pistols.


La compañía quebró a finales de los setenta. Al punk no le interesaba nada tan caro y pesado como estos instrumentos. Leslie Bradley fundó una nueva empresa que vendía los mismos teclados pero, durante la bancarrota, tuvo que desprenderse de la marca Mellotron. Su nuevo instrumento, el Novatron, sobreviviría hasta 1987 aunque nunca logró ni la décima parte de las ventas que sus anteriores diseños. Eran otros tiempos y la competencia de los instrumentos digitales no dejaba demasiado espacio para un pesado teclado de cintas magnéticas.


La década siguiente, los noventa, reivindicaría tanto a The Beatles como al Mellotron. Grupos como Oasis o Radiohead recuperaron su sonido. En la actualidad, el hijo de Leslie, John Bradley, trabaja junto a un equipo de ayudantes como restaurador de estos viejos teclados, auténticas piezas de coleccionismo. En su familia, nadie se pregunta ya para qué demonios hacen falta tantas cabezas lectoras.

3ª Entrega de CulturTecla, a dos días del Concierto. (Ya tengo el micro PEP).

lunes, 17 de noviembre de 2008

ANDY VIAN vs BORIS CHANGO


Boris Vian murió en un cine, viendo proyectarse una película, “Escupiré sobre vuestra tumba”, basada en uno de sus libros, uno de tantos políticamente incorrectos que escribía con seudónimo. A Boris no le gustaba cómo iba quedando la película y tuvo desavenencias con el director y los productores hasta que se retiró del proyecto. Acudió al preestreno de incógnito, tan de incógnito que nadie se dio cuenta de que había muerto hasta que encendieron las luces de la sala.

A Boris Vian lo leí, pero hace demasiado, quizá cuando tenía unos 20 años: “El arrancacorazones”, “El lobo-hombre”, “La hierba roja”, “Escupiré sobre vuestra tumba” y “Que se mueran los feos”. Como de tantos libros no recuerdo demasiado bien los argumentos y sí que los leí con cierta fascinación porque 30 años después de su publicación, seguían siendo obscenos, incómodos, transgresores, primitivos. Ur-literatur que diría, digo yo, Eloy Fernández Porta.

Recuerdo poco después cuando oí por primera vez “Lobo-hombre en París” de aquel grupo: “La Unión”, ya sabéis: auuuuu lobo-hombre en… Me pareció un milagro que alguien hubiera cogido la historia de uno de mis autores preferidos, de esos que uno atesora con la intención de comentarlo sólo con los amigos, y lo hubiera transformado en una canción que todo el mundo se sabía de memoria. No sé si hicieron mucho por difundir su obra, no sé si era necesario…pero ha vuelto a suceder.

Andy Chango, uno de tantos argentinos talentosos que han decidido contagiarnos su inteligencia, deja de lado, momentáneamente, espero, los discos alucinados y algo broncas (véase por ejemplo el temita “Drogarse en familia”) y se sumerge en el mundo de Boris Vian y nos regala, por menos de 20 €, con unas estupendas versiones traducidas/adaptadas al español (con ayuda, que se agradece, de Luis Antonio de Villena y de Javier Krahe) de “Rock’n roll Mops”, “Je bois” (“Beber”), “J’suis snob” (Snob), “Le fêtard” (El juerguista) y otras. Es una pena que “Le deserteur”, un precioso himno antibélico que, en su momento, le supuso más de un problema a su autor, se haya traducido en el CD ¡al inglés! A lo mejor es para que lo oiga Bush, aunque no creo que lo entendiera, sobre todo lo de “If there’s gonna be blood shed / why shouldn’t some be yours / with all that you have done and said/ yes you, mister president”. Bueno, esperemos al menos que Obi-One tome nota.

Pero lo mejor para mí, está en el corte 12: “No quisiera morir”, tomada de un libro de Vian de poesías sencillas, más próximas a la canción, a él siempre le gustaron las canciones, un librito publicado tres años después de su muerte, es decir, en 1962 y cuya traducción al español [Juan Antonio Tello. Hiperión] se editó en 2003, o sea, hace nada. Transcribo para degustación e iluminación, si fuera posible, de algunos letristas (no te preocupes Melendi, lo tuyo es otra liga) de los que ya se ha hablado en otros posts:

No quisiera morir / antes de conocer / los monos del Brasil / que duermen sin soñar, / los zorros de Moscú / devorando el jardín, / las arañas de plata, / de seda y de rubí. / No quisiera morir / sin saber que la luna/ redonda disimula/ el filo de una hoz, / si en las cuatro estaciones/ caben tres primaveras, / si hace frío en el sol. / Sin haber paseado / vestido de mujer / por un gran bulevar, / sin haber penetrado / en las turbias miradas, / sin entrar en tu casa / por la puerta de atrás. / No quisiera morir / sin conocer las llagas / ni cualquier enfermedad / que nos hace sufrir./ El contagio del mal / o el contagio del bien / si se estrenan en mí / me echaría a reír./ Y también, cómo no, / lo que ya conocí / en el fondo del mar, / donde bailan un vals / el pulpo y el delfín/ y la hierba de Abril / y el olor a resina / y el perfume en la piel/ de mi clara madame, / mi amante, mi heroína, / mi peluche cruel,/ mi eterno manantial./ No quisiera morir / sin haber agotado / mis labios en sus labios,/ mi todo con su todo,/ su todo con mis manos, / su infinito tesoro,/ mi amor desmesurado. / No quisiera morir/ sin que se haya inventado/ la rosa permanente,/ el ocio laboral, / el mar en la montaña, / la montaña en el mar, / el dolor que no daña/ y la sombra en color. / A los niños volando/ y al ingenio inventando/ la vacuna total, / la aventura espacial, / fontaneros baratos, / los monarcas en cueros,/ arquitectos modestos,/ abogados sinceros, / tantas cosas que ver, / tantas cosas que oír,/ tanto por esperar/ contra la oscuridad./ Y ahora veo el final / que se acerca hacia mí,/ que me quiera besar / con besos de marfil,/ que me quiere llevar. / No quisiera morir / sin dejar de probar / a la gélida novia,/ la de gusto más fuerte,/ el sabor que me agobia./ No quisiera morir / sin dejar de probar / el sabor de la muerte.”

[Boris Vian traducido & adaptado por Javier Krahe-Andy Chango ©Rosevil Prod SL/Andrés Fejerman]

Otra oportunidad de aproximarse a Boris Vian, 1920-1959. Vivió varias vidas en sólo 39 años. Merece una visita.

Cuando los sintetizadores dominaban la Tierra

1906. Thaddeus Cahill y el Telharmonium (Rex)

El primer sintetizador que tuvo repercusión más allá de las páginas de curiosidades científicas de los periódicos fue un aparato portátil muy particular. Sólo se movió una vez e hizo falta un tren de treinta vagones para transportarlo. El Telharmonium, un monstruo que pesaba 200 toneladas y medía más 18 metros de largo, fue para la música electrónica lo mismo que el Eniac para la informática.
Su creador, el estadounidense, Thaddeus Cahill, lo patentó en 1897. Pero su invento no estuvo listo hasta 1906, el tiempo que tardó en reunir los 200.000 dólares necesarios para construirlo. Estaba formado por 145 dinamos capaces de generar distintas frecuencias sonoras. Se controlaba desde varios teclados de siete octavas, que estaban divididas en 36 notas en lugar de las 12 habituales. El Telharmonium tenía un “do”, un “do” sostenido y otras dos teclas más de por medio, cada una de ellas con otro “do” distinto. Y así, con cada nota. No es de extrañar que hicieran falta dos o tres intérpretes y mucha habilidad para ejecutar las piezas más sencillas. Esta innovadora característica armónica fue la inspiración para los compositores más vanguardistas de principios de siglo, como el italiano Ferruccio Busoni y más tarde Edgard Varèse y Luigi Rusolo.
Thaddeus Cahill también fue precursor en el modelo de explotación comercial de su instrumento musical. Aunque nunca lo supo, inventó el hoy tan popular “streaming” de audio. El Telharmonium, conectado a la red telefónica, amenizaba los restaurantes y salones de postín en Nueva York con música en directo. La señal del sintetizador viajaba a través de las líneas de cobre y luego se amplificaba con unas bocinas similares a las usadas en las gramolas. Cahill se asoció con la New England Electric Music Company y empezó a cobrar a sus abonados por este peculiar hilo musical en el que sonaban piezas clásicas al gusto de la época, como Mozart o Bach.
La transmisión sufría los mismos problemas que ahora: caídas de volumen y pérdida de calidad, así como un “gruñido altamente irritante en los graves”, según afirman testimonios de la época. Pese a ello, el negocio funcionó durante una larga temporada. El monstruo habitó el “Telharmonic Hall", una planta entera del teatro situado en la esquina de la calle 39 y Broadway, en Nueva York, durante dos décadas.
Tras el primer modelo se construyeron otros dos, mayores y más caros, hasta que la estrella de la radio musical lo mató. Durante los años 20 circuló el falso rumor en la gran manzana de que había sido un hombre de negocios, indignado por las interferencias que producía la señal del Telharmonium en su línea telefónica, el que había acabado con el sintetizador lanzando sus piezas al fondo del río Hudson en un ataque de furia provocado por “esos irritantes graves”. Lo cierto es que, tras una larga temporada en un almacén, fue desguazado en los años cincuenta pese a los intentos de los herederos de Cahill, que falleció en 1934, por encontrar algún mecenas que se hiciese cargo de los huesos del dinosaurio.
No se conserva ninguna grabación del Telharmonium. Una lástima, tal vez los incomprendidos gruñidos de sus bajos hubiesen tenido el mismo éxito que la TB-303 durante la eclosión del “house”. Pero podemos hacernos una idea de su sonido al escuchar los populares órganos Hammond, que aprovecharon años después la tecnología de dinamos desarrollada por Cahill. Como con el gigantesco Eniac, cuya capacidad de cálculo hoy está ampliamente superada por cualquier calculadora de bolsillo, los sucesores del Telharmonium fueron bastante más pequeños.

Dedicado a nuestro querido teclas Pep Momia (2ª Entrega)

viernes, 14 de noviembre de 2008

La interferencia que surgió del frío


León Termen, Lenin, Stalin y el theremin

Rusia, 1917. Mientras el Partido Comunista se hacía con el poder en Moscú y la familia del Zar era fusilada, un ingeniero de radio aficionado al violín nacido en San Petersburgo, León Sergeivitch Termen, construía uno de los sintetizadores más asombrosos de la historia: el theremin. Un mágico instrumento que se manejaba sin necesidad de tocarlo, moviendo las manos alrededor de unas antenas de metal, conjurando cada nota en el aire. La imagen de un theremin en funcionamiento, que hoy sigue resultando hipnótica, causó furor en todo el mundo.
Durante las primeras dos décadas del siglo XX, varios investigadores trabajaron en el diseño de un sintetizador capaz de modular notas a partir de osciladores y válvulas de vacío, la tecnología que utilizaba la radio. El principal obstáculo era que estas válvulas sufrían fuertes interferencias cuando una persona se acercaba a ellas. No era un problema menor. Sobre el papel, los instrumentos funcionaban. Pero cuando se construían resultaban imposibles de tocar: desafinaban con los simples movimientos del intérprete. León Termen encontró la manera de cuadrar el círculo. Convirtió el defecto en virtud, la interferencia en música.
El theremin estaba compuesto por dos osciladores de radio frecuencia. Uno de ellos producía una onda constante, de 170.000 hertzios, mientras que el otro dependía de la proximidad de un objeto a la antena para crear una frecuencia entre 168.000 y 170.000 hertzios. Mezclando estas dos ondas se creaba una tercera igual a la diferencia de los dos osciladores: una frecuencia entre 20 y 20.000 hertzios, el tipo de ondas que los humanos podemos escuchar.
El primer prototipo utilizaba un pedal para controlar el volumen de cada nota que luego, cuando el theremin empezó a fabricarse de modo industrial, fue sustituido por otra antena de forma circular. El instrumento causó sensación en la Feria Industrial de Moscú de 1920 y el propio Lenin le pidió clases particulares a Termen, además de encargarle 600 modelos que fueron exhibidos por toda la URSS.
Tras la muerte de su protector, Lenin, León Termen huyó de la URSS para refugiarse en Estados Unidos. Allí patentó su invento, que comenzó a venderse por todo el mundo de la mano de la compañía RCA. Con el dinero que logró, Termen construyó un laboratorio en Nueva York, donde continuó sus investigaciones. Desarrolló varios dispositivos musicales más e incluso una televisión en color que no le dio tiempo a patentar. En 1938 fue raptado por el servicio secreto soviético, que le llevó de vuelta a la URSS. Fue acusado de traición y condenado a muerte. En el último momento, la pena se conmutó por cadena perpetua en Magadan, uno de los más terroríficos campos de concentración de Siberia.
Termen no se rindió. En prisión, continuó sus investigaciones hasta desarrollar el primer micrófono espía del mundo: un diminuto y sofisticado dispositivo capaz de transmitir las conversaciones de una habitación por medio de radio. Su invento se estrenó en la embajada de los Estados Unidos en Moscú y en el apartamento privado de Stalin. Con ese micrófono, Termen consiguió el perdón. Fue puesto en libertad y condecorado con el premio Stalin, el mayor honor al que podía aspirar un científico soviético en aquellos años.
Lamentablemente, León Termen no volvió a ser el mismo tras sufrir el terror de Siberia. Abandonó sus investigaciones en el campo de la música electrónica e incluso llegó a negarse a sí mismo al declarar que la electricidad tenía que reservarse "para ejecutar a traidores en la silla y no para la música".
Mientras tanto, la popularidad de su invento siguió aumentando en Occidente. El inquietante sonido del theremin se popularizó con las películas de serie B de los años 50. Después los Beach Boys lo adoptarían para el pop y, en la década pasada, este sintetizador vivió una segunda juventud gracias al post-rock y la música electrónica. Antes de morir en 1993, León Termen viajó por última vez a Estados Unidos tras el fin de la Guerra Fría. Allí, asombrado, recibió varios homenajes. Termen desconocía la gran influencia que había tenido su mágico sintetizador al otro lado del telón de acero. También se enteró entonces de que lo que él había bautizado como "Aetherophone", era más conocido en todo el mundo, en honor a su nombre, como theremin.

Dedicado a Pepe Momia Aguilar y su nuevo aparato.

martes, 11 de noviembre de 2008

Me acuerdo de Perec


Me acuerdo, creo que siempre me acuerdo, de quién me regaló cada libro. Sobre todo si me gustan, claro, porque eso suele ser igual a que me “noquean” y de eso es difícil olvidarse. Y es que me gustan los libros que me revientan por dentro, que me hacen trizas, que me agitan, que me conmueven. Por ese orden. Así y por eso, me acuerdo de Luis regalándome (sus propios) ejemplares de Loriga (Lo peor de todo y Héroes) y de Prado (Raro). Cada vez que leo alguna parte, al azar, del prodigioso volumen de la poesía completa de Nicanor Parra en Galaxia Gutemberg, me acuerdo de Abel. Y sé que Lola me regaló “La vida, instrucciones de uso” de Perec, hace muchos años y que a ella se lo había recomendado Nacho, un amigo común cuyos libros favoritos, al menos entonces, eran “La conjura de los necios” y este otro, el de Perec. Eclécticos los ha habido siempre y Nacho lo será invariablemente.


Ahora me regalan menos libros. No sé por qué a veces cuesta tanto regalar libros, quizá en la creencia de que es algo demasiado tópico, socorrido, incluso impersonal (¡?!). A mí me parece que es de los pocos regalos que puedes repetir mil veces, como los CDs antes de que viniera la e-mula con su cargamento, y siempre resulta un regalo distinto: por su intención, por su título o su autor, por esa complicidad del “yo lo he leído y te va a encantar”, que es casi como invitarte a un viaje con todos los gastos pagados. Así que ayer, cargado de estas mismas razones, yo mismo me regalé “Me acuerdo” de Perec y, gracias a eso, siempre me acordaré de la cafetería dónde empecé a leer, tras el estupendo prólogo de Yolanda Morató, las primeras frases: me acuerdo de un día neblinoso y frío, casi británico, una calle murciana, un café corto italiano y las frases pulcras y emocionantes de un escritor polaco-francés. Ventajas de la globalización.


Me acuerdo” no es un libro al uso. Es una colección de recuerdos, la mayoría sobre nombres propios de la cultura francesa de los 50-60, lo que puede establecer cierta distancia para alguien, como yo, que no pertenece ni a esa generación ni a esa geografía. Pero, sin embargo, el “clic” de la literatura, de la buena literatura, se produce igualmente. A veces es un recuerdo sencillo pero con mucha carga poética, carga que supongo cada uno podrá o no conceder a un determinado recuerdo de los recogidos en el libro: “Me acuerdo de que mi primera bicicleta tenía ruedas macizas”. Otras veces son recuerdos con humor, e incluso, otras, con carga política. Algunos recuerdos son incluso confusos para el propio autor o inexactos. Pero el caso es que el conjunto resulta una especie de breviario, no de ingeniosos aforismos, de tontas plegarias o de astutas frases (Perec podría haberlo hecho, fue incluso autor de crucigramas), sino de retales de vida, de pecios recogidos al azar, o quizá no, pero de pecios auténticos.


Y, por algún motivo, como tantos de esos libros que comentaba más arriba y muchos más que me guardo para no desnudarme demasiado, Perec me re/con-mueve. Hace poco, en un DVD de entrevistas que acompaña al volumen “Bolaño Salvaje”, pude ver y oír a Rodrigo Fresán decir algo así como que “leer a Bolaño da ganas de escribir” y, muy probablemente, es cierto. Pues leer “Me acuerdo” de Perec da ganas de ponerse a recordar y a escribir, quizá una canción, otra, la tuya, sobre los despojos y los fragmentos de la memoria, sobre todas esas cosas que permanecen, obstinadas, zurcidas a las circunvoluciones de alguna parte del cerebro. Juan Bonilla, en otro lugar, hace mención a esta capacidad contagiosa del libro: cuenta Bonilla que él coleccionaba ediciones del “Je me souviens” (creo que ésta es la primera vez que se publica traducido) que encontraba en librerías de viejo y muchas de ellas incluían anotaciones a mano de sus antiguos propietarios, con sus propios, y algunos universales, recuerdos: “Me acuerdo de las manos de mi madre”, “Me acuerdo de las palabras del replicante de Blade Runner”. Escribir con Perec. Escribir sobre tu propia navegación, sobre tu propio naufragio, si lo hubo.


Empecemos:

“Me acuerdo de George Perec. Me lo he regalado yo”.



domingo, 9 de noviembre de 2008

LETRAS vs LYRICS




No lo voy a conseguir, por más que lo intente: ni voy a ser argentino, ni dejo de darle vueltas a lo de las letras en las canciones “pop” (o cualquier otra etiqueta que identifique la música basada en canciones de consumo veloz tal como la conocemos). Ya de entrada mosquea que en inglés les llamen “lyrics”, que también se utiliza para poema lírico, y en español se diga “letra”, la misma que con sangre entra, la misma que significa plazos, o signo gráfico, o tipo de imprenta. De alguna forma, con tanta polisemia, algo casi devaluado.

Sin ir más lejos, a fecha de escribir este post, los tres primeros puestos de los 40 los ocupan tres letras que comparten, al menos, tres aspectos: las tres cantan a la “pérdida” (con acento; si fuera sin acento, al menos, habría más vidilla en estos tres “temazos”), las tres abusan de los tópicos o lugares comunes (incluso los refranes) y las tres están cantadas desde el yo, o sea, narrador en primera persona. Al menos, esto último es más moderno, pero, de vez en cuando, un narrador en tercera persona también se agradecería.

Detalles: Nena Daconte, en “Tenía tanto que darte” pierde a alguien (que debió conocer un diciembre por los primeros versos) así que “aún pregunto qué parte de tu destino se quedó conmigo / pregunto qué parte se quedó por el camino” y afirma (en el estribillo) que el problema es que “tenía tanto que darte / tantas cosas que contarte / tenía tanto amor, guardado para ti...” Puro almíbar, nena, almíbar daconte primera clase.

El Canto del Loco, en “Peter Pan” en cambio, al que pierden es a ése, a Peter Pan, pero parece que lo aceptan como algo bueno, como una oportunidad de mejora. Claro que no se acaba de entender demasiado lo que quieren decir versos como estos de “cuando te marches [Peter Pan] creceré, recorriendo tantas partes que olvidé, y mi tiempo ya lo ves”… ¿Como que “mi tiempo ya lo ves”? ¿de qué va eso? ¿letra de relleno para que rime en una canción cuya producción debe superar cientos de miles de euros?. Aunque lo peor viene luego con “Si Peter no se quiere ir / La soledad después querrá vivir en mi / La vida tiene sus fases, sus fases”. Desde luego que la vida tiene fases, ¡y las canciones deberían tener sus frases, sus frases!, es decir algo un poco más ¿sofisticado? No digo que se deba parecer a Keats (como intenta Morrisey, por ejemplo), es que “la vida tiene sus fases” es parecido a lo de “el partido tiene 90 minutos” o “el fútbol es así” que sueltan los futbolistas. Como para cantarlo, vamos.

Finalmente, Melendi, ese hombre, en “Un violinista en tu tejado”consigue meter en tercer lugar de la lista de éxitos una canción (?) en la que el estribillo final tiene 4 frases hechas/refranes en 8 “versos”, lo que supone un 50% de concentrado genuino de topicazos: “Mientras rebusco en tu basura / Van creciendo los enanos / De este un circo que un día montamos / Pero que no quepa duda / Muy pronto estaré liberado / Porque el tiempo todo lo cura / Porque un clavo saca otro clavo”. Faltaría sólo lo de “a caballo regalado” (que le va bien a la rima) o “agua que no has de beber” (por lo del sentido del tema y la pérdida).

Y, es cierto, lo entiendo, las canciones pop no deben servir necesariamente para estrujarse la cabeza. No debemos analizar por qué Nena Daconte suponen que el “destino”, que es dirección o meta, tiene “partes” que se pueden quedar con uno (¿me das un poco de tu destino?, baby). Tampoco defiendo que una canción buena tenga que ser “poesía” o “literatura”, pero se agradecería que fuera, inteligente, irónica o, al menos, sutil y, sobre todo, de verdad. Y hay muchas en el panorama del pop en español. Las cantan Los Planetas, Los Piratas, Sr Chinarro, Ectoplasmas, Lapido… Probablemente no están en los 40, aunque sí son los principales. Cualquiera de vosotros tendréis vuestros preferidos si realmente escucháis la canción, o sea, lo que dice. Claro que, quizá, las canciones a veces se toman como los aperitivos, que uno no aprecia muy bien a qué saben, si a sabor barbacoa o a receta campesina. Hay incluso quienes gustan de cazar las “malas letras del pop".

En fin, el caso es que a muchos no les importan las letras, sean o no lyrics. Sólo Amaral, en la que hace 6ª hoy en los 40, se preguntan “¿De qué hablan las palabras que no paro de escuchar?”.

Pues eso digo yo, ¿de qué hablan?.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Apuntes para un manifiesto momia (3): PROSPECTO


Composición:

LMQH se compone de poetas a tiempo parcial. No se admiten excipientes (se tolerará hasta un 8% de cerveza Coronitas® en sangre).


Principios generales:

LMQH es un producto libre, de uso sin receta y gratuito. Sus creaciones, que tampoco son ni han sido nunca del todo suyas, pueden ser compartidas, modificadas, tuneadas o, incluso, mejoradas, si ello fuera posible, por cualquier persona que lo desee.


Indicaciones:

LMQH está indicado para el tratamiento de la astenia maduril, el embotamiento mental laboral y otras afecciones psicoorgánicas variadas de la edad adulta, siempre que se respeten sus condiciones de uso. Animamos a cualquiera a que se invista de nuestras vendas, mientras su compromiso sea dudoso y sus dudas, irracionales. De hecho, si alguien se considera, de algún modo, poeta, que aporte sus versos inmediatamente.


Posología:

LMQH se ensayará al menos una vez por semana y cagando leches siempre que haya un concierto a la vista. En su modalidad literaria, los posts se pueden recibir en cualquier momento, con una frecuencia variable y de forma absolutamente inesperada. En cualquier caso, la dosificación correcta y su vía de administración no han sido todavía bien establecidas.


Contraindicaciones:

No usar en caso de tenerlo todo muy claro. Pueden producirse efectos incontrolables y somos momias muy asustadizas.


Reacciones adversas:

Si utilizas nuestro material con un propósito abyecto, torticero, demoníaco o, simplemente, inadecuado, atente a las consecuencias: sabemos quién eres, list@.


Sobredosificación:

En caso de ingesta masiva de cualquiera de nuestros productos, mantenga la calma, no hay cura (quizá tras diez años de psicoanálisis lacaniano estricto, pero no podemos jurarlo).


Advertencias y precauciones:

Si alguien no se considera, de algún modo, poeta, que salga de este prospecto inmediatamente


Presentación y PVP:

LMQH está disponible generalmente en directo y también como CD autoeditado, como página web, como ficheros mp3 descargables gratuitamente y, en el futuro, como comprimidos analógicos. Nuestra aportación, modesta pero auténtica, a los que nos quieran escuchar, es gratuita, aunque, a veces, +IVA. Si el uso de cualquiera de nuestros absurdos productos genera, cosa remotamente posible, un rédito económico, rogamos se comparta con nuestra Asociación para dar vida (quizá en el Más Allá) a nuevos proyectos.