viernes, 31 de octubre de 2008

El ¿d?efecto Bunbury

Siempre escribimos después de otros, dice Vila-Matas, aunque podría no decirlo él por primera vez, como él mismo reconoce. La originalidad es escoger adecuadamente las citas, dice que dice Savater. Y yo cito, intertextualmente (que es la forma elegante de decir corta-pega-de-Windows), lo anterior.

Tuve una discusión reciente sobre el (d)efecto Bunbury de citar sin citar, o sea de recitar, o quizá descitar, a un poeta madrileño en una de sus nuevas canciones. Yo sostenía lo poco intertextual, por parte de B., de copiar sin reconocer, sin dar pistas, también dije algo sobre el concepto (y los derechos) de autoría y mucho sobre la escasa elegancia (proporcional al enorme narcisismo de Bunbury, se me respondía) del cantante maño que preferiría haber nacido en Duluth. No recuerdo bien mis argumentos: había bebido demasiadas cervezas y anduvimos escasos de huevos (rotos). Mis contertulios (o en una discusión se deben denominar “contratertulios”) sostenían que el escándalo era falso, falsos los argumentos de los que habían logrado el “pillado” intelectual de Bunbury y tan (pos)moderna su forma de copiar como la de cualquier otro. Así son estos tiempos que nadie is-a-changin’.

Lo original, por tanto, es copiar, pero copiar adecuadamente. En el mediáticamente (y por mí) admiradísimo Nocilla Dream, Fernández Mallo construye una blog-vela donde el 10% de sus páginas son citas, como ésta, y, atención, esto es lo original, sólo una es una cita literaria, y además de calidad postmoderna indiscutible: sobre/de T Berndhard.

De acuerdo, lo admito, estaba equivocado, aunque claro, Vila-Matas, esto debéis concederlo, no espero menos, lo explica mejor que vosotros desde/hacia/con, otra vez, una maraña de citas.

Pero lo que no soporto, os lo juro, no lo soporto, aunque os dé toda la razón, ya lo entiendo, eran citas, es ver a Bunbury entrevistado por Buenafuente, diciendo que, por todo lo que le está lloviendo “lleva un mes de auténtica depresión” y que quiere “irse a casa a llorar” y, a la vez, se compara con Dylan sin querer compararse con Dylan. Bueno, a Dylan, que yo sepa, la Columbia le tenía que ir detrás, lavando los trapos sucios de su indiscutible talento , pagando derechos de autor y comprando canciones a los folkies plagiados (esos sí, plagiados, no citados) por Bob, el bueno de Bob. Claro, no pagaron a los que habían escrito la Biblia, de la que Bob había copiado tanto: fue difícil encontrarlos.

Por cierto ¿y Buenafuente?: dándole pistas, “lo tuyo es un collage” claro, nuestras entrevistas son tan, tan, tan amables. (Bueno lo disculpa lo de “The Great Pretender”: al final, ahí hubo cierto sarcasmo, reconócelo, Andreu). Y todo, claro todo, Bunbury, lo hacemos por el arte, por amor al arte. “Todo cobra sentido” dice Buenafuente. La palabra clave es “cobra”: ¿Quién cobra? Quizá todos, pero todos, los que alimentan la polémica. ¿Será tan listo B. para haber puesto esa carga viral en su nuevo disco? Por supuesto que sí.

“Yo me llamo Enrique Bunbury, como todo el mundo”, debería decir B. ahora, como dice Vila-Matas que dice Villoro que dijo Erik Satie.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Amateursimo profesional

Ser un “aficionado” remite a algo que se hace con cierta falta de habilidad. Se contrarresta con el típico “quita, quita, que yo soy un profesional”. Pero en realidad el término amateur o aficionado hace referencia al que hace algo por gusto, por vocación, sin motivación económica. Al fin y al cabo “amateur”, traducido el francés, sería el “amador” el que “ama a”. Nada, en realidad, que ver con la falta de pericia, sino con la pasión por una actividad. Aunque seguramente sí, generalmente se afirma sobre algo “extracurricular”, algo que se hace fuera de las horas de trabajo.


La tesis (cómo nos vamos poniendo) del post de hoy es que “aficionado” no es necesariamente el antónimo de “profesional”.


Contextualicemos. Primero, por algún motivo, amateur, tan francés, tan morritos pegados así, al pronunciar el final, es mucho más chic (claro, aquí hay que decir chic, no cool, aunque los franceses ya dicen cool en lugar de chic) no es lo mismo ser un aficionado al origami (en mi infancia llamado papiroflexia), pongamos por caso, que ser un escritor, un pintor o un músico amateur. Particularmente en las “artes mayores”, resulta un poco difícil establecer unos límites precisos, me parece a mí, entre lo profesional y lo amateur. Otra vez fronteras difusas, otra vez geografías sin organizar. Qué desastre de mapas.


Pongamos un ejemplo paradigmático. Pensemos en Bolaño, Roberto eximio escritor. El hombre emigró a España por casualidad, cuando en realidad iba a Suecia, en 1977 y aquí se quedó, cuidando de su entonces enferma madre. Su primer lugar de trabajo, un sitio, por decirlo así, escasamente lujoso, en la calle Tallers de Barcelona lo compartió con otro escritor, Antoni García Porta, que declaró, al poco de morir Bolaño que "Bolaño vivía para y por la literatura, no le interesaba nada más". Mientras se hacía un hueco (él aún no lo sabía, pero su hígado, el hijode…, ya trabajaba para ello) en el Olimpo de la literatura en castellano (¿qué escritor menor de cuarenta años dice ahora que no le influyó, que no es una de las grandes voces?), ejerció de vigilante en un camping de las afueras de Barcelona, trabajó anualmente en la vendimia y recibía algún complemento ocasional de premios literarios a los que concurría (nota al pie pero seguida: tiene un cuento estupendo llamado “Sensini” sobre los concursos literarios recogido en el libro “Llamadas telefónicas” que, en círculo rizomático total, como un déjá vu, o mejor, déjà écrit, recibió un premio de un concurso literario, el premio de Narración Ciudad de San Sebastián, Fundación Kutxa). Así que Bolaño era un escritor amateur profesional, al menos hasta los últimos años de su vida. No sería hasta 1998-9 cuando recibió el premio Herralde y el Rómulo Gallegos que le daría, por fin, visibilidad a su, hasta entonces, falta de profesionalidad. En julio del 2003 su hígado decidió por fin dejar de ser profesional y amateur, simultáneamente.


Sin menospreciar a los vigilantes de los campings o a los pesadores de residuos tóxicos en los vertederos municipales (como Vicente Gallego, el ganador del premio Loewe de poesía en 2001) como verdaderos profesionales, ¿por qué no ahondar en el amateurismo? ¿Podríamos, desde la afición, desde las simples ganas de hacer, desde el deseo, refundar el profesionalismo? (lo siento por el palabro pero ya sabéis, se ha puesto de moda desde que sus satánicas majestades del G-20 quieren refundar el capitalismo) ¿Tienen que seguir los términos “profesional” y “amateur” siendo dos palabras siempre al otro lado de la impermeable valla del versus? (perdón por la metáfora, "valla" bodrio).


Aunque yo creo que hay esperanza, que el amateurismo profesional es un alimento para ambas direcciones, para ambos lados de la valla, debo lanzar aquí un jarro de agua fría. En la alucinante web “enplenitud.com” subtitulada “para jóvenes de más de 40” (¡dioses!, ¡qué mal estamos!), donde surgen artículos tales como “cómo decorar el rosco de navidad con un paisaje naive” o “aprende a vestirte como un líder”, hay una entrada denominada “Hobbies: cuándo decir basta” donde, literalmente, se dice: “No obstante, si lo único que haces durante el día es esconder la cabeza debajo de la tierra, por ejemplo, poniéndote detrás de los bombos y platillos de tu batería por largas horas, podrías predisponerte para un período de descontento o depresión generalizado; si es que ya no estás inmerso en uno”.


Pues qué miedo: Lou Momia, este/a ti@ seguro que estaba pensando en lo tuyo. Yo de ti me iba pensando dejar la batería y ponerme también a trabajar por la tarde, que eso seguro que es síntoma de predisponerte para un período de “alegría o de hipomanía generalizada”. Eso sí que anima: profesionalismo sin descanso. A muerte.


Bueno, era trampa, si uno busca el antónimo de aficionado en un diccionario de ¿qué va a ser? de antónimos, no nos devuelve “profesional”, los antónimos de aficionado son “desinteresado”, “indiferente”. Pues eso. Como queríamos demostrar.

viernes, 24 de octubre de 2008

Rizomas: extrañas geografías.


Es casi un lugar común en la literatura y la filosofía actual hablar de posiciones, lugares, particularmente de fronteras… de extrañas geografías, de lejanías que no lo son tanto si nos paramos (¿pero cuándo nos paramos?) a pensar. Cuando ya no hablamos, qué paradójico, sobre la incomunicación, tema quizá más propio de entreguerras (¿y cuándo no estamos entreguerras?), cuando ya no está de moda ni siquiera la moda (sino lo trendy), cuando las novelas río han sido reemplazadas por un río de novelas o subproductos asimilables… ¿de qué hablar?. Hablamos de fronteras, o mejor aún, de interfaces, porque la interfaz es el lugar que separa pero también donde se intercambia. Hablamos, por tanto, de interconexión, de retornos, de ancho de banda (de ancho, no de profundo), hablamos de rizomas mejor que de antiguas taxonomías, antiguallas arborescentes.


Esto sería, por tanto, lo más descriptivo de la realidad actual: el rizoma. Para los no iniciados, según la Wikipedia, un rizoma es un modelo epistemológico en el que la organización de los elementos no sigue líneas de subordinación jerárquica, sino que cualquier elemento puede afectar o incidir en cualquier otro (Deleuze & Guattari 1972). En un modelo arbóreo o jerárquico tradicional de organización del conocimiento — como las taxonomías y clasificaciones de las ciencias generalmente empleadas— lo que se afirma de los elementos de mayor nivel es necesariamente verdadero de los elementos subordinados, pero no a la inversa.


En un modelo rizomático, cualquier predicado afirmado de un elemento puede incidir en la concepción de otros elementos de la estructura, sin importar su posición recíproca. El rizoma carece, por lo tanto, de centro, un rasgo que lo ha hecho de particular interés en la filosofía de la ciencia y de la sociedad, la semiótica y la teoría de la comunicación contemporáneas. Salgamos, pues, en busca de rizomas.


Aunque los que saben de esto puedan no estar en absoluto de acuerdo con mis excursiones en busca de rizomas (los rizomas no son, en absoluto, mapas), hace poco he encontrado un par de extrañas geografías: el mapa de la literatura y el mapa de los músicos. Se trata de sendas webs donde, en función de una pequeña encuesta al usuario (registrado), se definen mediante ocultos y singulares mecanismos, las posiciones relativas de los gustos manifestados sobre literatura o música. Es decir, pongamos que a mí me gusta Cortázar (que me gusta), pues consulto su posición rizomática en literature-map y veo cómo, cerca, pero en completa independencia, orbitan Lobo Antunes, Salinger, Thomas Mann y también Roald Dahl, Bolaño o Herman Hesse. Extrañas geografías de inciertos intercambios ¿qué habrá hecho toda esa gente en mi cabeza, todos estos años?. Aparecen interfaces todavía más raras: si incluyes a Rodrigo Fresán, el programa nos devuelve que está al lado, y muy cerca, de ¿Benedetti? y ya, en órbita algo más distante, Camus, Foster Wallace, Don Dellillo o Pessoa… y, otra vez, Herman Hesse, como una luna ubicua.


El rizoma de la música es aún más extraño: en la web music-map, si tecleas que te busque a Paul Weller, muy cerca está (claro) Style Council y The Jam, en una geografía esta vez autorrefencial, pero no muy lejos, flota Paul Anka, casi a la misma altura orbital respecto a Weller que Beth Gibbons. Inextricable rizoma.

Extrañas geografías… ¿junto a quienes orbitará, dentro de mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana, “La momia que habla”?. ¿Más cerca de Los Piratas o de Maldita Nerea? ¿Junto a Los Chichos o satélite de Love of Lesbian?.


Que la fuerza nos acompañe. Habrá que ponerse a trabajar… por un buen rizoma (quién me lo hubiera dicho).

miércoles, 22 de octubre de 2008

Ella, uppercutora

En el capitulo 3 y último de “las ritmosas más hermosas” acometemos hoy un delicado tema: la percusión, a cargo, en nuestro grupo, de Mar Músculos Momia, fibrosa uppercutora hembráfona, prima (lejana) de Sheila-E, reina absoluta y propietaria del tumbao-momia que nos ha hecho tan famosos en el vecindario.

Lo sé, lo sé. Tranquilidad. Aclararé todo esto. Vayamos por partes.

La percusión, debemos ya saberlo a estas alturas de tanta erudición musical como acontece en estos posts es, seguramente, la música más primitiva. Cronológicamente debe preceder,

incluso, al silbido. Actualmente imprescindible en cualquier ensamble medio moderno, ha sofisticado su panoplia de instrumentos que pertenecen, como todos sabemos, a tres categorías distintas: membráfonos, placófonos e ideófonos. Para que se conciba lo complejo del asunto, una pandereta, una vulgar pandereta (perdona Mar que sea tan insensible) es, a la vez, un membráfono e ideófono (porque tiene membrana y, además, suena por sí misma, debido a sus sonajas, cascabeles o —dioses, vaya palabra— ferrañes).

Atención a la siguiente acotación; es duro, pero he de decirlo crudamente: La percusión es eficaz pero no es cool. Im sorry, Mar, it´s not cool at all. Es algo primitivo, primordial, sencillo, casi… basto. Uno no puede imaginar a Bowie en plan glam tocando unos bongoes o a Audrey Hepburn cantando “Moon River” mientras aporrea unas rumberas o un cencerro de esos que llaman campana pero que se percibe claramente que es un´cencerro. No, definitivamente Audrey no haría eso, por lo tanto, la percusión no es nada, pero nada, cool. Baste como ejemplo el último festival nacional de percusión: se celebró en Julio ¡en Atapuerca! (y no es broma). Para que no haya dudas sobre la veracidad y coherencia de mi afirmación, daré un dato: abrían el cartel dos hermanas gemelas txalapartaris, de artístico y percusivo nombre, Ttukunak.

Pero hay posibilidad de redención: en primer lugar, nuestra hermosa y vigorosa percusionista no toca la txalaparta (todavía) sino, principalmente, las congas, membráfono (en este caso, mejor, “hembráfono” por ser tocado por hembra) derivado del Batá cubano, que puede tocarse con diversos golpes que se denominan: galleta abierta, galleta cerrada, tono abierto, tono cerrado, palma y dedos. Dado que nuestra percusora, además de la música, practica el Body Combat, lo de la galleta abierta y cerrada, no puede serle más apropiado. Pero, si hay algo que me gusta de nuestra configuración es que, de los 5 tipos existentes y proporcionales combinaciones de congas, nuestra hábil instrumentista se ha dotado de la habitual pareja conga + tumba, formato percusivo compuesto de la conga o macho y la tumbadora o hembra. Me abstendré de los chistes obvios, que no sabéis como se las gasta nuestra Percumomia.

Familiares cercanos y referencias: a pesar de una búsqueda exhaustiva, no he podidoencontrar percusoras consolidadas en grupos de Pop-Rible como el nuestro. Excepto, claro está, la hiperfamosa Sheila-E, cuya E no es la E de E-mail, sino de E-scovedo, apellido (y oficio) heredado de su padre, el renombrado percusionista Pete Escovedo, con el que suele tocar a duo y, atención, ahijada de ¡Tito Puente!. Sheila ha tocado con los mejores: aparte de Prince, en su nómina están George Duke,Lionel Richie, Marvin Gaye, Herbie Hancock, Gloria Estefan, José Feliciano, Carlos Santana. Además de la percusión, esta mujer toca la guitarra y el violín y tiene una fundación-ONG.

Pero, además de ONGs como Sheila-E, lo que una percusionista ha de tener, principalmente, es tumbao. Aunque de entrada este término sólo se refería al ritmo base que se toca con el tambor o tumba, lo de tumbao se emplea en un sentido más general como un sentimiento/ritmo. Así, el tumbao es a la percusión latina lo que el swing al jazz o el canyengue en el tango. También se emplea para denominar un tipo particular de movimiento (“esa negra tiene un tumbao…” o el famoso “con el tumbao que tienen los guapos al caminar”).

Y Mar Momia tiene tumbao. Aunque Sheila-E ha puesto el listón muy alto, no hay competencia para Mar-M: basta con admirar su uppercut sobre el membráfono que se ponga a tiro. Demoledora uppercutora: saludos, Mar-M.

viernes, 17 de octubre de 2008

A Mil Kilómetros...

A mil kilómetros lejos de casa, no dejo de pensar.
Que maravilla, los tiempos están cambiando.
Los temas nuevos son una preciosidad y quien lo desee puede venirse a mi playa, oler mi mar y revolcarse en mi arena.
No dejo de pensar...
Los tiempos están cambiando...

jueves, 16 de octubre de 2008

Canciones a concurso

Operación Triunfo, Popstars, Factor X, La Academia, Idols, Eurovisión, Grammys… concursos musicales mil, de variada calidad y pelaje. Concursos de maquetas para grupos emergentes, concursos de guitarras tocadas al viento, concursos de karaoke, castings para ser la Voz de la Oreja de Van Gogh (que debe ser algo parecido a ser el Forúnculo en la Nariz de VanDamme). Ganar o morir. Triunfar y grabar, salir en la enésima gala. Perder y desaparecer de la faz de la pantalla de plasma (prueba si no triunfas, después, cariño, con un pillado en papel satinado). Sin término medio, sin onda media, en frecuencia inmodulable, al ritmo rápido de la publicidad de los automóviles, de la Vuelta Ciclista y de vuelta de todo. Entre concurso y concurso, no se pierdan “Cuéntame Cómo Pasó Más o Menos y Sin Levantar Susceptibilidades”. La música bailando al ritmo de la televisión.

Hace poco Santiago Auserón publicó un estupendo artículo donde (extraigo por si a alguien no le apetece hacer funcionar el link anterior), decía algo como ¿revolucionario?: “La canción pone en juego una modalidad de inteligencia que pocas veces se desarrolla en las aulas, nunca entre los que especulan con el suelo o la audiencia pública. Estamos ante un serio problema educativo.” Auserón pone en paralelo el deporte de masas (ahora dopado por excesivamente competitivo) y la política empresarial musical que ha hecho bandera del estribillo repetido 40 veces al día. Sostiene Auserón que, en Grecia, a ambos aspectos de la educación se les daba mucha más importancia. Sostiene Auserón que las canciones son un estímulo inexcusable para la inteligencia. Completamente de acuerdo.

Pero, sin dudar de la erudición de nuestro bardo zaragozano, rebusquemos en la mitología griega. Ellos que consideraron a la Música un elemento fundamental en la formación de sus hijos ¿tenían concursos musicales? ¿O reservaban el afán competitivo para el deporte, junto al monte Olimpo, dopados ellos con hidromiel y la testosterona generada por las innumerables guerras?

Pues sí, tenían concursos, allá va un poco de Wiki-mitología:

Marsias era un pastor frigio (ahora sería turco) que encontró un aulos (esa especie de oboe doble que sale en la cerámica griega) inventado por Atenea pero que ésta había tirado porque le hacía hinchar sus mejillas y claro, las diosas no hinchan las mejillas. Tras practicar un poco y percibiendo los bellos sonidos que producía con aquel instrumento bífido, desafió a Apolo a un concurso de música. No está claro cómo se desafía a los dioses griegos, quizá hubo un casting previo, o le llamó por el móvil o algo así. El caso es que escogieron a Midas como juez del concurso (curioso como juez musical: el que todo lo que toca se convierte en oro; ¡pero qué listos los griegos escogiendo personajes!), Apolo tocó su lira y Marsias esta especie de bi-flauta, y ambos lo hicieron tan bien que ni Midas, ni las Musas, que siempre revolotean alrededor de los concursos de música con mayor o menor acierto, pudieron establecer un vencedor. Entonces Apolo retó a Marsias a tocar el instrumento del revés: él giró su lira y tocó (en plan Jimmy Hendrix), pero, claro, el aulos (¡qué picardía Apolo!) no podía tocarse del revés. Entonces las Musas, que seguían allí, declararon vencedor a Apolo (claro favoritismo), pero Midas objetó contra este veredicto. Las Musas estaban en mayoría y además, ya se sabe que las Musas son todas unas pesadas, se negaron a ceder. Apolo, quizá algo cabreado y con ganas de terminar aquello, los dioses suelen estar muy ocupados, o quizá para ejemplificar la soberbia y audacia al retar a un dios, ató a Marsias a un árbol y lo desolló vivo, dando su sangre origen a un río homónimo. Seguidamente tocó la cabeza de Midas, y las orejas de éste crecieron hasta ser como las de un burro.

O sea, que sí, que los griegos hacían concursos de música en los que también corría la sangre. ¿Alguien se imagina a Risto con orejas de burro, como Midas, en prime-time? ¡qué inspirador!.

lunes, 13 de octubre de 2008

Apuntes para un manifiesto momia (2): JURAMENTO O PROMESA


En estos duros tiempos de crisis, se impone un compromiso duradero e inequívoco con nuestras convicciones más primordiales. Algo sólido, apropiado como bajorelieve en piedra. Un juramento que perdure en nuestro maltrecho y excesivamente postmoderno interior (casi me salió "alma", pero no debería haber almas postmodernas, serían almas de destrucción masiva).

Así que me salió esto, quizá más para brindar que para jurar o prometer, sólo exigible para quien quiera adherirse a la plataforma momia y parezca dudar de nuestros imperecederos principios. Admite amputaciones o elongaciones, si alguien tiene necesidad de manifestar otros principios fundamentales, insisto, como estos, inamovibles:

Prometemos,

en ausencia de Dios,

apurar el privilegio

de nuestra equivocación.


Juramos,

sobre este mapa borrado,

perdernos (y asegurarnos

de dudar de lo encontrado).


Confirmamos

nuestra solemne intención

de no hacer economías,

de malgastar el corazón.


Afirmamos

nuestra solidaridad

con los pobres oprimidos

por la Única Verdad.


Defendemos

el derecho a exhibirnos

y aceptamos el riesgo

de avergonzar a los hijos.


Protegemos

la libertad de palabra,

y la canción a bocajarro,

con su rima apresurada


y hacemos

caso omiso de la edad

adecuada para esto

de nuestra estabilidad...


(alegamos

Insensatez Transitoria

o lo que en esta vejez

nos dé tregua o moratoria)


y brindamos

porque duren muchos años

el deseo, la risa y los amigos

y los que (como yo) juran en vano.

miércoles, 8 de octubre de 2008

ELLAS, BAJERAS



Sí lo sé, lo de “bajeras” queda más bien mal: suena a la sábana que se te olvidó, otra vez, cambiar o, peor todavía, a la locución coloquial murciana “a pajera abierta”, expresión quizá algo vulgar que se emplea, por ejemplo, cuando algo se hace a toda velocidad (puede sustituirse por la análoga “a pijo sacao”) o bien cuando no se repara en gastos (Para el diccionario de usos: “Hizo un convite a pajera abierta”. Pero, en fin, peor va a quedar percusoras (que será el próximo post sobre la sección ritmosa más hermosa)

Al grano. En el ámbito de las bajeras, la historia resulta mucho más intensa y extensa que en el de las bateras. Sólo en la Wikipedia se puede encontrar una lista de “female bass palyers” de más de 80 intérpretes expertas en que los que las escuchen se conmuevan. Porque algo así es el efecto del bajo eléctrico: te llega al interior, te injerta el ritmo y, sobre todo, la armonía, y cuando la cosa es cuestión de bailar, es el bajista, en nuestro caso, la bajista, la encargada de que tu culo, perdón, caderas, se muevan al compás adecuado.

Si en el ámbito de las bateras buscábamos en la historia a las valientes precursoras, aquí debemos hablar, dada su abundancia, de las mejores, de las más representativas, de los modelos a seguir. Allá vamos: algunos ejemplos que valgan como fuente de inspiración, como Santas Patronas del Gibson Thunderbird, para Rosa, nuestra bajera.

1) Suzie Quatro: cantante, productora, actriz, conductora de un programa de radio y bajera muy reconocida en los foros de los que dicen que saben de esto. Hija de un músico de jazz italo-americano (Art Quattronella). ¿Qué tiene que ver con Rosa y con el resto de los momias?: su marido es guitarrista y su primer single fue “Rolling Stone” y pasó completamente desapercibido (bueno, dicen las crónicas que tuvo éxito en Portugal). Al lado consta su energética presencia en un concierto en Australia en el 2007. Bonita chaqueta de cuero, Suzie.

2) Melissa Auf der Maur, tradúcese del alemán “Melisa sobre la pared” (no me atrevo a pensar a qué se debe ese apellido). Bajera muy apreciada en los círculos poprockeros, técnica depurada y alta energía, ritmosa en Hole (98), Smashing Pumpkins (2000), Rufus Wainwright y, ahora, con dos álbumes ya como solista. Su comienzo en el mítico grupo de Courney Love, viuda Kobain (ya sabéis, 7 preguntas), es gracioso: se presentó al líder del Smashing Pumpkins, Billy Corgan, en los camerinos, disculpándose porque “un amigo suyo” le había tirado una botella de cerveza al tal Billy. No se sabe qué más ocurrió pero luego Billy se la recomendó a Courney cuando Hole se quedó sin bajista. Se desconoce la marca de cerveza, así que, Rosa, abstente de tirarle una a los de Love of Lesbian. No se asegura que el resultado sea el mismo.

3) Tina Weymouth: bajera de Talking Heads (“Las cabezas que hablan” ¿os suena?), dueña de una forma curiosa de bailar como se puede apreciar en este videomontaje de you tube. Se le atribuye la personalidad de los riffs funkie-like de TH que tanta fama dieron a los espasmódicos bailes de David Byrne. Por cierto, cuando Byrne se negó a hacer más álbumes con ella y el resto de la banda, hicieron un nuevo CD que titularon “No more talking, just head” (algo así como “no más palabrería, sólo sensatez”). No sé por qué me recuerda en algo a nuestra sólida intérprete.

Estas y muchas otras grandes chicas (no podemos olvidar mencionar a Kim Deal, de los Pixies, a quien los Dandy Wharhols’ homenajearon en la canción “Cool as Kim Deal”) forman, pues, la senda en la que Rosa Momia puede reflejar sus rítmicos instintos. Una tradición nada desdeñable preñada de técnica, ritmo y energía: la Santísima Trinidad de Nuestra Rosa de Todas las Momias.

Parafraseando a los Dandy, “Be Cool, Rosa Momia”. Sigue "a bajera abierta" o " a toa púa" como dice Nikki.

[Nota: Rosa, no he conseguido encontrar qué hacían todas estas famosas y supercool bass players cuando los niños entraban en la sala de ensayo pidiendo la merienda o permiso para la DS. A saber.]

sábado, 4 de octubre de 2008

Apuntes para un manifiesto momia (1)


Una momia es un proyecto, tal como dice nuestro famoso y autorreferencial tema, y también una apuesta fáustica y estúpida y destinada al fracaso para obtener otra vida, más allá de la vida que vivimos, de la vida que se ve.


“Pienso en las momias de la ciudad espejada y pienso que en definitiva sólo las momias no se modifican con el tiempo” dice la protagonista del relato “Donde viven las águilas” de Luisa Valenzuela. Y yo, cuando lo leo, sospecho que las momias habitan en el extranjero del extranjero, lo que no ha dicho, pero podría decir, Rodrigo Fresán. Mientras tanto, Villoro, en “Bolaño Salvaje” sostiene que la decisiva extranjería del poeta es la de quien habla otra lengua, reveladora pero intraducible, y Bolaño, a su vez, escribió en algún libro: “el poeta no muere, se hunde, pero no muere”. La creatividad coexiste con la depredación, sigue Villoro.


Una momia es, por tanto, un poeta. Un poeta, quizá, de la depredación. Porque las momias hablan, con sus ojos y sus bocas siempre abiertos.


En las paredes de la Pirámide de Teti, Saqqara, unos dibujos hacen referencia al ritual de apertura de la boca y ojos de las momias, ritual instituido por Horus cuando intentaba reanimar el cuerpo de su padre, Osiris:


Oh Rey, Horus ha abierto tu boca por ti,

ha abierto tus ojos con la azuela del Castillo del Dios,

con la azuela Grande en Magia,

la boca de [...] está abierta [...]

No languidezcas, no gimas.



Bienvenidas momias, bienvenidos poetas.


miércoles, 1 de octubre de 2008

OMNIPOTENTES DESVALIDOS 1

Existe una crisis de la mitología médica, de sus ideas simplificadoras, del pensamiento clínico unidimensional y de sus concepciones mutilantes del ser humano en general y del enfermo en particular. La medicina, además, ignora algunas importantes y repetitivas señales de alarma mediante suspoderosos mecanismos defensivos, propios del conocimiento disciplinar compartimentado y parcelado. La existencia de esta mitología médica simplificadora y la dificultad para superarla anticipan un gran fracaso de la medicina en su actual concepción.

Foucoult ya hace más de 40 años nos decía: “la presencia de la enfermedad en el cuerpo, sus tensiones, sus quemaduras, el mundo sordo de las entrañas, todo el revés negro del cuerpo que tapizan largos sueños sin ojos son, a la vez, discutidos en su subjetividad por el discurso reductor del médico y fundados como tantos objetos por su mirada positiva” (El nacimiento de la clínica)

Desde hace dos siglos el conocimiento científico médico obtenido mediante el método científico reductor no ha hecho sino probar sus virtudes de verificación y descubrimiento con respecto a otros modos de conocimiento del ser humano. Ha aportado un progreso fabuloso a nuestro saber. El conocimiento científico, de hecho, ha sido concebido como teniendo por misión la de disipar la aparente complejidad de los fenómenos, a fin de revelar el orden simple al que pertenecen. Sin embargo, esta ciencia médica conquistadora, triunfante produce más ceguera que elucidación, plantea problemas cada vez más graves respecto al conocimiento que produce, a la acción que determina, a la sociedad que trasforma. En definitiva, no parece encontrar respuestas ante la complejidad del escenario clínico.
El paradigma de la simplificación en la ciencia occidental procede de Bacon y Descartes. Bacon, mientras en Italia Galileo forjaba la nueva práctica científica, proclamaba en Inglaterra el nacimiento de una nueva era en que la ciencia natural traería al hombre una redención material. Ese método tenía que ser fundamentalmente empírico: la verdadera base del conocimiento era el mundo natural y la información que éste suministraba a través de los sentidos humanos: “(Para Bacon) llenar el mundo de supuestas causas finales, como había hecho Aristóteles, o de esencias divinas inteligibles, como había hecho Platón, era oscurecer la auténtica comprensión que el hombre podía alcanzar de la naturaleza en sus propios términos , sobre la sólida base del contacto experimental directo y el razonamiento inductivo a partir de particulares” (La pasión de la mente occidental, Richard Tarnas). Descartes, a su vez, desarticuló al sujeto pensante (ego cogitans) y a la cosa extensa (res extensa), es decir, filosofía y ciencia, postulando como principio de verdad las ideas claras y distintas, es decir, al pensamiento disyuntor. Tal disyunción que ha enrarecido las comunicaciones entre conocimiento científico y reflexión filosófica, ha privado a la ciencia de la posibilidad de conocerse, de reflexionar sobre sí misma y ha aislado entre sí los tres grandes campos de conocimiento científico: la física, la biología y la ciencia del hombre. La única manera que este paradigma encontró para solucionar esta disyunción fue a través de otra simplificación: la reducción de lo complejo a lo simple, de lo humano a lo
biológico: “Desafortunadamente, la visión mutilante y unidimensional se paga cruelmente en los fenómenos humanos: la mutilación corta la carne, derrama la sangre, disemina el sufrimiento” (Introducción al pensamiento complejo, Edgar Morin). Continuará

ELLAS, BATERAS.


Pues sí, como de sobra conocen nuestros dos fans (ya mencionados en otro post), nuestro grupo tiene una sección rítmica femenina, lo que suena claramente franquista (por lo de sección femenina), pero musicalmente definitivo, porque (tesis de este post), defendemos el hecho incuestionable de que hay una forma femenina para el ritmo y esa forma es mejor (hipótesis nula: todos los bateristas, percusionistas y bajistas, tíos y tías son igual de animales).

Pero el post de hoy es, particularmente, vayamos por partes, sobre una de las tres hermosas ritmosas: sobre la baterista, Lou Momia (trad: Low Mummy, la momia de abajo).

Obviamente no es fácil ser mujer y baterista, porque seguramnente no es fácil, en esencia, ser ninguna de las dos cosas. Pero, a lo que vamos, entremos al trapo y seamos francos: siempre se ha tenido a este instrumento como el típico de hombres suficientemente trastornados para que les guste dar continuamente golpes a un montón de cosas más o menos circulares con nombres tan chocantes como tom-tom, goliat, crash, ride, hi-hat (vaya cosa, hi-hat) o splash (plato que suena, en cambio, claramente, al golpearlo, “ssfflashhhhgg”, para nada “splash”). El paradigma de baterista, el batería con el que todos los de nuestra edad y algunos más jóvenes supimos qué era un baterista, fue “El Animal”, de los teleñecos (los muppets para los anglófilos): ese tipo peludo y anaranjado, aunque, a veces, con alma sensible. Pero claro, ya empezamos a encontrar similitudes: nuestra baterista goza de admirable melena al viento y alma ciertamente sensible (de hecho, a veces le decimos que toque más fuerte ¿quién imagina decirle eso a un baterista?).

Pero no es la primera, no. Lou Momia no puede atribuirse ser la baquetera primigenia, primordial. Antes que ella, el pop-rock goza de admirables ejemplos de bateristas-mujeres (en adelante simplemente “bateras”). Quizá pocos recuerden a Karen A. Carpenter (la chica de los Carpenters, sí) como batera, quizá sólo se recuerde su voz, pero fue nombrada mejor baterista del año 75, eso sí, por la Playboy Magazin (tiempos, no como los de ahora, de sexistas ignorantes). Otra famosa y mítica batera fue Moe Tucker (pronúnciase “Mou”, casi “Lou”) de la Velvet Underground, aunque ella declaró que “quizá fueran todos tan drogados que ni siquiera se dieron cuenta de que había una mujer tocando la batería”. No es nuestro caso. Capítulo aparte merece Cindy Blackman, quizá la mejor batera actual, que, aunque más ligada al jazz, ha hecho giras con Lenny Kravitz, lo que la ha hecho más conocida a pesar de tener varios álbumes publicados bajo su propio nombre y un prestigio musical de acero inoxidable. Al parecer Blackman también tocó con James Brown, que le escribió una dedicatoria ¿ambiguamente? machista en el timbal: “Para la Rey de la Batería: eres demasiado imponente para que te llame Reina”). Pero ya sabéis cómo se las gastaba James.

Otras bateras que seguro suenan más (en el sentido metafórico) son Meg White (de los White Stripes, la esposa de Jack White, el otro de la banda), Kate Schellenback, de los Beastie Boys, al poco reemplazada por una máquina y fundadora de su propio grupo de todo-chicas llamado Luscious Jackson, o Georgia Hubley del estupendo “Yo La Tengo”. Muchos (hombres, principalmente) sólo recuerdan a Sheila-E, la que tocaba con Prince en el video y en el tour de “Sing o’ the times”, aunque esta, queridos, lo siento, era percusionista (ya se hablará en otro post de esta subespecie rítmica).

Pero bueno, como podéis suponer, toda esta erudición baterística es, principalmente, de corta y pega, y la podéis encontrar, ampliada, en este link.

De hecho, cuando me puse a escribir esto, no me fue fácil encontrar información sobre bateras. Desde luego no en español y, aunque seguro hay muchos grupos de pop-rock español con bateras, apenas pude encontrar algún comentario aislado en chats de bateristas chiflados y ningún repertorio o listado que facilitara la labor (se agradecerá algún comentario al post de algún erudito en este sentido). Y esto es, de alguna forma, sorprendente, sobre todo si pensamos que el ritmo, en el principio y en principio, es femenino. Y aquí viene la defensa de la tesis. Al menos, así les explica la esencia del ritmo Carlinhos Brown a los niños de la favela en la estupenda “El milagro de Candeal” de Trueba. Carlinhos les dice algo así como que “el ritmo viene de la madre”, porque es el ritmo del corazón de nuestra madre el primer ritmo que todos oímos del otro lado de nuestra piel, traspasando el Océano Amniótico. Y ése es el ritmo primordial. Pero la cosa no queda ahí, en lo freudiano-browniano. Hay más bibliografía: “When the women were drummers”. Cuenta Redmond, en este libro, aunque parece que la cosa va más de New Age y de esas sutilezas espirituales que de pop-rock y chicas audaces, que en los rituales sagrados de los pueblos antiguos, el ritmo, el tambor ancestral era cosa de chicas, de diosas, de ellas.

O sea, que, en resumen, Lou, si estas ahí, eres fruto de una larga tradición de mitos, de diosas, de la estirpe de bateras de grandes grupos (como la Velvet y el nuestro, sin ir más lejos), pilar fundamental de nuestro equilibrio psicoanalítico y sólo, insisto, sólo levemente parecida al Animal.

Lou Hi-hat Momia. Soon next release, live show.