jueves, 25 de febrero de 2010

Mañana: en Stereo



Mañana, casi dos años después de presentar nuestro anterior CD... La Momia Que Habla presenta su flamante nuevo disco: Instrucciones para entender a una momia.

Para quien todavía no lo sepa: 26/02/2010 en Stereo (Avda Mariano Rojas); apertura de puertas a las 22,30.

Evidentemente no podéis faltar. Ni vuestros amigos, familiares ni mascotas.

La entrada son 10€, pero os regalamos el CD, así que esperamos que bailéis sobre un suelo lleno de celofán. No hay nada más pop.

¿Alguna petición?

OK, nos vemos mañana, estupendos.

lunes, 22 de febrero de 2010

Premio Diomedea


Muchas gracias a Sergi Bellver, a su iniciativa, al jurado.
Un relato que se hizo mayor haciéndose pequeño y que nació aquí.

INSTRUCCIONES (3): Borrón y cuenta nueva.


Bueno… estooo… ¿se me oye?

¿Sí? Lo diré bajito:


(Esta es una canción protesta generacional).


— ¿Cómo?

— Digo que ésta es una canción protesta generacional, por eso lo de “a estas alturas”.
— ¿Protesta? ¿generacional? ¿Pero no éramos postmodernos? ¿Ya estamos otra vez con las pancartitas? ¡Y tendrán sloganes y todo! ¡No te jode!

Pues sí ¿qué pasa? Esta es la canción de la Generación X después de ser descubierta. Y nominada para ser reemplazada. ¡Que pase el siguiente! (¿Oís sus gritos?: “¡Salgan de aquí! ¡Aquí se viene a trabajar, a obedecer, pagar impuestos, consumir! ¡Cuidado, vuestras pensiones peligran! ¿Qué queréis? ¡El 68 ya está superado, consumido, olvidado! ¡Que pase el siguiente! ¿Dónde hay que vender?).


Putos baby-boommers. Nos lo queremos comer todo. Y, además, estamos destrozando el planeta. No sabemos ser padres responsables, consumidores responsables, trabajadores responsables, alineados con la organización, votantes políticamente correctos…

— Pero ¿qué queréis? ¿Volver a la Edad Media? ¡Ingenuos!…


Nuestros hermanos mayores eran yuppies de éxito. Nos enseñaron el camino. Ahora se les puede ver en algunos museos, después de su tercer infarto, después del cáncer y los dos divorcios. La Baronesa Thyssen los colecciona. Te regalan uno disecado si compras más de doce ascensores de golpe. Taxidermia yuppie. ¿Quién no desearía formar parte de su colección, junto a los Degas?

¿Alguien nos oye? Ya tenemos más de cuarenta tacos. Ya estamos del otro lado de la mitad de la vida (con suerte, tal vez, dice Ariel). ¿Podemos decir algo? ¿Le importa a alguien? ¿No hueles ya el formol? ¿No sientes la presencia del taxidermista, a tu espalda?


Sí, esta es una canción con una letra genérica.


Pero ¿a que se entiende?


Esta es una canción para decir que no. Desde una cierta posición. Desde una perspectiva. Por ayudar (si se nos permite la presunción). Un discurso provisto de una mirada vagamente escéptica como la que pone un animal domesticado cuando parece decirte «sí, obedeceré, pero no creas que no sé que te estás aprovechando de mí, que tirar del carro es más noble que dar latigazos. Y que, cuando quiera, me largo y le vas a dar vueltas al molino tú con los cuernos».

Bueno, también puede leerse como una elegante reivindicación de la experiencia como base del conocimiento, de la justificación para el cambio.


Porque esta canción también es un punto (y seguido).

Aunque esta canción gire alrededor de la palabra «NO». Pero es porque, para algunos lingüistas ,
«NO» es la palabra primigenia. La primera palabra que pronunció un homínido —bueno, dicen que fue una mujérida, diciéndole a su cachórrido: NO! (…te acerques al precipicio, al león, a la planta con espinas…)—.

Esta es una canción para recuperar la palabra «NO» cuando ¿aún? estamos a tiempo.

Es sencillo, podéis empezar por la Wikipedia (y acabar con Matadero 5 de Vonnegut).


Podéis, después, probar a articularla lentamente: se empieza con la «n», una articulación alveolar nasal, con la punta de la lengua apoyada en la montaña alveolar, justo encima de los incisivos superiores… Intentadlo. Luego sale de un modo natural.


¡Ah! Se me olvidaba. ¿Cómo se dice «no» desde esta canción? El cómo es importante. Veréis, se nos ocurrió que la fórmula es: bajo + batería potente, silencios que afirman las frases dejándolas en el aire, junto al precipicio del (implícito) «algo tendremos que hacer», coros en registros casi Godspell junto a un Hammond B3 que intenta ser/ es como un grito, un énfasis continuo, un ¡eeehh! ¿se oye bien?... después oiréis el solo de guitarra, que este si que viene cabreao de veras (por supuesto, guitarra distorsionada, que este es un asunto grave).


Y, después, borrón y cuenta nueva.

Sí, es una frase hecha. Pero «Begin the beguine» ya estaba pillada (y, además, a Fito y los Fitipaldis nadie les dice nada sobre las frases hechas / echadas a perder —por la boca/pez, la casa por el tejado, etc.— y ellos también tienen su edad). Empieza con el puente y su «de repente». ¡Eh!¡Sorpresa!: la canción respira, entra un poco de aire, ganas, aparece la luz al final (en medio) del túnel… porque ¿qué se hace después de decir que no, un «no» bien dicho, en su momento, redondo como un bombo?: andar a un palmo del suelo, sacudir telarañas… recuperar el deseo.


Así que… al final, mejor te doy un beso… y borrón y cuenta nueva.


¿Podéis notar todavía la playa, bajo el asfalto? Pues debería seguir ahí.



BORRON Y CUENTA NUEVA:

Intro: Re

Estrofa: Re Fa Sol Re x2 / Mi Sol Re x2

Puente: Fa# Sim Sol Re x3 Fa# Sim Sol7

Estribillo: Re Fa Sol Re

A estas alturas / parece que lo correcto / sea callar. / A estas alturas / tal vez lo hayamos visto todo, / tengamos algunas respuestas / y tres consejos que dar. / A estas alturas / nadie nos puede decir / que no lo hemos intentado, / que no nos hemos querido / adaptar./ A estas alturas / parece que lo obligado / sea obedecer. / A estas alturas / tal vez nos hayamos equivocado / (pero menos cuando dijimos / y más cuando hemos callado). / Pero de repente / nos ha vuelto a salir el pelo, / se nos han borrado las canas, / sacudimos telarañas / y andamos a un palmo del suelo; / nos han vuelto las ganas / (que nunca perdimos del todo) / de decir que no, que no, que no… / Que esto no es lo que quiero, / que esta no es la manera, / que mejor lo pienso un poco / y borrón y cuenta nueva. / Que esto no es lo que quiero, / que esta no es la manera, / que mejor te doy un beso / y borrón y cuenta nueva.






domingo, 21 de febrero de 2010

INSTRUCCIONES (2): Hace Un Buen Día


Los que habéis investigado algo, sabréis que ésta es la canción que abre el disco “Instrucciones, etc”. Porque —seguro que también lo sabéis— éste es un grupo criado en la época aquélla, cuando había discos: esas cosas redondas de entre 10 y 12 canciones aproximadamente, excluyendo singles, EPs, maxis y otras hierbas. Y, claro, en esa antigua cultura próxima a su extinción era importante la canción que abría el disco.


Obviamente hubo sus discusiones: pensad en todas las combinaciones de 12 elementos (canciones del disco) tomados de 8 en 8 (miembros del grupo) y añadid y mezclad las aportaciones de amigos, consortes e hijos. Vamos, un lío.


Pero, al final, Hace Un Buen Día se alzó con la candidatura a primera canción. Razones: es un tema luminoso (literalmente) y, sobre todo, es un hallazgo. Uno de ésos que sale casi solo, sobre una letra casual, sin pretensiones, sin mensajes, una canción que sólo se puede escribir una mañana de Domingo, que anima a tomar un café o un zumo —natural— de naranja y volver a la cama. Una canción que, desde el principio, desde su sencillez, funciona.


Y es una canción pop, muy pop, tal vez extrapop. (Para los que gusten de etiquetas: ver más aquí). Pero no es tonti-pop. Al menos, no del todo.


Porque Hace Un Buen Día es, más o menos, como cuando sale el sol y hace “pop” y entonces todo es azul y césped recién cortado y sábanas blancas.


Una canción pequeña pero que, cuando crezca, igual se parece a la estupenda “Martes” de nuestros admirados Rumor: porque Martes es una canción más madura, ya de vuelta, una canción sobre la paradójica nostalgia del futuro, sobre lo irremediable… pop adulto ¿pop 2.0?


Pero nuestra Hace Un Buen Día está hecha de luz, de ingenuidad, de un día sin trabajo por delante, resaca de fiesta y de sexo que —quizá— solo vagamente se recuerda. Una canción sobre la pereza bien entendida, sobre los mimos a media mañana… tal vez algo adultescente, pero ¿quién no se siente —o le gustaría sentirse— así al menos un domingo de cada dos o tres?


Pero no son todo ventajas y sencillez pop: Hace Un Buen Día nos ha obligado a explicarles algunas cosas a los niños cuando la ponemos en el coche o en casa. No, no sólo eso que estáis pensando. Me refiero a justificar lo de “bonita canción […] de Aviador Dro”¿Quizá nos referimos a “Nuclear, sí” (colinas ardientes de sol abrasadas, ciudades inmensas habitadas por cyborgs…)? ¿O a “Amor industrial” (te apoderas de mí a través del monitor...)? ¿O a ese clásico “Selector de Frecuencias”? … buenas canciones, en cualquier caso, para exorcizar una resaca o, más bien, para desear no haber bebido tanto. Pero bonita, desde luego, no es la palabra para una canción de nuestros Kraftwerk patrios.


La estructura Hace Un Buen Día es la clásica Estrofa+Puente+Estribillo, cantada casi a duo chico-chica (Abel+Malena) sobre una base de guitarra acústica y teclado/piano eléctrico sencillo —eso nunca puede ser de otra forma—, un saxo suave, contenido, que acaricia los finales de las frases y con un solo casi al final que invita a oírlo en un tren (de cercanías) o en el iPod mientras paseas en bici por la playa (y una despedida donde Mr Sax parece que hable y diga la frase para hacer el amor).


Hace Un Buen Día, una canción pop. Tres minutos. Sin paliativos.


Sin contraindicaciones.


HACE UN BUEN DÍA:

La(d) Fam# (x2) Rem Fa Do Solm (x2) Rem Mim

P: Fa Rem Do Sim Fa Rem Sol

E: Do Rem Mim Fa à Sol


Son ya las nueve,/ la luz me despierta…/ Todo se mueve/ en mi cabeza. / Desayuno a las diez, / recuerdo la fiesta, / tomo Neobrufén ™ / para la jaqueca. / Pongo la radio / (bonita canción): / Es una antigua / de Aviador-Dro. / Tú no te levantas / aunque oigas ruido; / hay que ver como aguantas, / ¡no sales del nido! / (P) Desde la cama me llamas / y me atrapa tu voz. / ¿No tienen las damas / límite en el amor? / (E) Hace un buen día / no hay nada más pop./ Si ahora me lías / no diré que no./ Hace un buen día: / calorcito al sol / (pero es que en tu cama / se está mucho mejor)/ Hace un buen día / una buena razón / hace un buen día / para hacer el amor.






lunes, 15 de febrero de 2010

INSTRUCCIONES (1): Destripar una canción.



Estimados fans y todavía amigos:


A partir del presente post iremos destripando, poco a poco, sin saltarnos ninguna, las canciones que componen el nuevo disco de La Momia Que Habla que hemos llamado, con mayor o menor acierto, pero bastante longitud: “Instrucciones (para entender a una momia)”.


Sabemos, desde luego, que las canciones se explican solas, se defienden a sí mismas y que demasiadas explicaciones pueden estropearlas pero, no sé, ¡son nuestras! ¿por qué no estropearlas? ¿no es eso lo que hacen los niños con sus juguetes preferidos? Además, tampoco nos hacen entrevistas que es cuando uno tiene la oportunidad de explicar —y de mentir— sobre el origen, los cambios, esa idea que surge, ese instante… así que lo haremos aquí, sin que nadie nos pregunte. Sin que venga a cuento.


Quizá podríamos hacer como Sabina y Prado y escribir uno (o varios) libros sobre cómo se gestó la cosa y ese momento emocionante en que Los Pereza nos llaman… pero ni tenemos presupuesto ni tiempo (ni Los Pereza nos han llamado nunca). Nosotros siempre en lo indie-gente (este chiste creo que ya lo repito mucho; ya vale).


Las canciones de este CD tienen, en su mayoría, letras cuya interpretación puede ser perfectamente literal (ej: para que a mi nena / no la eduquen los obispos), aunque seguro que cada uno le puede encontrar otra vuelta. Cosas de la polisemia (que no tiene nada —¿o sí?— que ver con la fertilidad) y con los campos semánticos que Supermaño acaba de abandonar no sin dificultad. Otras son más inextricables, crípticas, indescifrables… pero esa que la explique Marisa R si tiene ganas.


Esto será, por tanto, más que romper una canción, destriparlas todas. Añadiremos también tablaturas sencillas y el archivo mp3 de cada canción por si alguien se anima con la guitarra o el teclado o las voces en casa. Ya sabéis, a veces los titulares se lesionan y hay que tirar de suplentes… y una oportunidad de ser Momia no se tiene siempre.


Para este post, baste destripar el MMPHC (método momia para hacer canciones): lo habitual es que yo, o, más bien, mi cara B —ya llegará—, en una situación de necesidad más o menos desesperada de gritarle algo a alguien —a veces de susurrarle al oído—, me arranque en unos versitos rimados que van cogiendo forma alrededor de no más de una sola idea (que uno no da para más… ya hablaremos también de eso). Todo eso se pule, corrige y lima para que acentos y sílabas puedan entrar en posibles frases cantables pero, si no es posible, la siguiente instancia (El Lidl, a.k.a. Abel Momia, a.k.a. MAbel) ya ajustará. Y siempre ajusta (¡).


Por ejemplo, aquí una letra que nunca ha conseguido ser una canción:


NUMEROS EXACTOS:

Lo he calculado/ lo he medido/ (aunque faltó precisión y mucho oficio)./ Lo he deducido/ y he despejado/las incógnitas / de al menos uno de tus lados./ Estoy confuso y tan perdido, / he repetido tantas sumas/ cada paso y cada intento... / me he hecho un lío/ supongo que valorarás mi esfuerzo./ Y no acierto,/ ni siquiera sueño/ en aproximarme un poco más /y al calcular de nuevo/ he derivado/ en el tipo que no encuentra/ el resultado./ Impreciso, fragmentado, / he reintentado, cien mil veces/ me he hecho un lío/ otro proceso, otro nuevo…/ confundido por mi propio atrevimiento/ con las hojas/ malgastadas / te haré un ramo de raíces cuadradas / y demostraré mi teorema / o haré un logaritmo de un poema ./ En resumen: me he perdido,/ lo he pensado tantas veces/ cada paso, los detalles,/ me he hecho un lío/ (me olvidé, al dividir, los decimales)./ He averiguado / sin mucha prisa / la tangente con que adornas tu sonrisa / y he concluido,/ lo he demostrado/que lo nuestro no son números exactos.


Sí, ya lo sé, sospechosamente parecida a “Una décima de segundo” y otras canciones con matemáticas de Antonio Vega pero es que ese chico siempre iba copiándose de poetas menores y copleros amateurs. Y, si no, que venga San Steely Dan (o incluso Bunbury, que él sí que sabe de esto) y lo vea.


Bueno, pues el caso es que el Lidl coge lo de arriba (eso de lo de los números exactos con sílabas totalmente inexactas) o cualquier otra cosa, por ejemplo, el prospecto que acompaña a un supositorio, y va y el tío lo clava. No, no el supositorio, me refiero al texto: lo divide entre estrofas, estribillos, puentes (que yo nunca supe que, además de sobre el río Kwai, existían también en las canciones hasta hace dos años) y empieza con que él la ve así como ese sonido Police o The Clash o Teenage Fanclub o, lo que es peor, todos esos grupos que tú debías conocer pero que no conoces porque te pasaste la adolescencia abducido por el jazz (y sin entender nada). Luego empieza con “aquí veo unos coros soul” y “a ver, esa línea de bajo” y “Pepe ¿no estás muy alto?” y “Josema ¿un pa-para-pa-pa-pauuu? ¿mola?” y así sucesiva y pacientemente hasta que ¡sale una canción!


Milagros. Magia negra. Magia momia: eso es lo que va a ser desvelado aquí, post a post. A propios y extraños.


Porque somos así: transparentes como un sarcófago.


No se pierdan el próximo capítulo: “Hace un buen día”.


De momento, aquí queda la del tipo que se copia:








miércoles, 10 de febrero de 2010

Supermaño Survivor (X y final, aunque cronológicamente inicial): Supermaño y sus (Ab)Orígenes


En otro capítulo afirmábamos, categóricamente, que todo superhéroe tiene su origen, su mitología fundacional. El Origen explica al héroe (nunca al revés), lo identifica, lo justifica y, a la vez, individualiza su destino, que ya queda, para siempre, determinado.

Supermaño, en cambio –seguro que lo habíais sospechado–, no tiene un Origen. Al menos no exactamente. Supermaño surge, más bien, de unos (Ab)orígenes. De lo que podríamos resumir –alguno no tendrá muchas más ganas de seguir leyendo y está en su derecho– una deseducación sistemática basada en lo irracional.


Al grano, pues.

Background: Papá y Mamá Supermaño, finales de la década de los 70, ese país antes llamado Ejpaña. Plano corto: Supermaño ­–hijo único debido a su extrema inaguantabilidad infantil, alérgico a todo tipo de leches, hasta a la de buffala– ha crecido de forma más bien extraordinaria. Literalmente: su cabeza persiste en un tamaño igual a su cintura escapular multiplicada por un factor constante de 1,6[1]. Cada vez que le acaricia el pelo, su madre nota una especie de extraño calambre en la cicatriz XXL de su cesárea. Algunos lo interpretan como una primera señal de sus superpoderes-a-su-pesar: una fabulosa (por eléctrica y matemática) capacidad de generar rechazo a base de cabezonería.

Digresión ad hoc: El crecimiento de los niños provoca casi siempre en sus padres el absurdo deseo de colocar en ese recipiente de tamaño progresivo algo parecido a un contenido, a una cultura, una educación. La mayoría de padres –también los de Supermaño– se ven incapaces de proporcionar ese relleno al pavo, así que, más pronto que tarde, terminan por delegar en instituciones docentes de distinto pelaje y orientación. Papá y Mamá Supermaño, quizá influidos por sus lecturas juveniles de antropólogos heréticos y psicoanalistas heterodoxos, optaron por dejar a su hijo a cargo de una extraña tribu de costumbres incoherentes y modales más bien ásperos: pobladores primitivos y de antigua estirpe. Los denominaremos, para mejor comprensión de todos, “Los Aborígenes”.

Primeros años & introducción: Los Aborígenes acogieron a Supermaño, digámoslo con el idioma de la (indie)gestión, más como un problema que como una oportunidad. Es cierto que el chaval no destacaba especialmente en ninguna de las disciplinas que, en cambio, ellos tomaban como principales determinantes del carácter del hombre (la superstición y la hipocresía) pero tampoco era cuestión de despreciar sus otros méritos (la vagancia –extrema– y la desmotivación –como Gran Principio Rector–). Si la pedagogía moderna sugiere encontrar la fuerza en las propias capacidades del alumno, los Aborígenes lo leyeron al revés (o nunca): ellos preferían encontrar la forma de forzar al alumno a la incapacidad.

Así, los años de formación de Supermaño con Los Aborígenes transcurrieron perfectamente encasillados en un rígido horario que pretendía que el cerebro de nuestro héroe –y el de sus desgraciados compañeros– funcionara como un conjunto de cajas estancas donde se podía depositar un volumen considerable de abstrusas fórmulas matemáticas seguido en la hora inmediata de esas imprescindibles declinaciones del latín, intercaladas con el análisis sintáctico (yo ato al perro; sujeto: el perro) y fuertemente batido con conceptos tales como la entalpía, las leyes de Maxwell del magnetismo y la ricicultura en el delta del Tonkin. Una vez mezclado todo esto a punto de nieve, Supermaño , lo que quedaba de él, era periódicamente trasladado en triste fila con el resto de compañeros (que, con los años, iban desarrollando una mirada perdida o incluso atroz, según los casos) a un lugar donde se les obligaba a escuchar y repetir chocantes mantras rodeados de ídolos que mostraban su mirada vagamente orgásmica , su corazón disfrazado de radiactividad y/o ciertas heridas sangrantes en las partes acras que los Aborígenes se empeñaban en denominar “estigmas” (cuando, claramente, eran heridas incisas seguramente producidas por arma blanca).

Corolario (I): Esa mezcla de ciencia inabordable y superstición periódica consiguió forjar paulatinamente los poderes de Supermaño. ¡Ah! y no olvidemos la colaboración de una compañera imaginaria –los Aboríges sólo admitían machos entre sus pupilos– que se hacía llamar (por Supermaño) Dhyana y que le permitía, ya desde 6º B, evadirse de la clasificación de los coleópteros o de la cristalografía (esa disciplina tan útil como sencillamente inmemorizable).

Así, los Aborígenes consiguieron hacer de Supermaño todo un adelantado a la época: cuando nadie en aquella Ejpaña primigenia había todavía oído hablar de las escuelas Rinzai, Söto y Obaku, Supermaño ya cultivaba un espontáneo y enorme pedazo de Zen[2]. Con tan solo once años, ya tenía desarrollado el Poder de la Disociación, de forma que era capaz de recitar en voz alta la frase “Cádiz - tacita - de - plata - descansa - sobre - la - bahía - homónima - lugar - de - heroicas - batallas - y -etc” a la vez que ignoraba qué quería decir homónima y mucho menos a qué venía esa metáfora tan cutre de la tacita y mientras resolvía –con su otro ser perfectamente disociado– la mejor manera de asesinar al Aborigen-tutor (y que todo pareciera un infarto o, mejor, un designio de los –estigmatizados– dioses). Al Poder de la Disociación, siguieron el de la Infinita Paciencia, el de No-te-arranques-que-no-vale-la-pena y, ya más mayor, una insólita resistencia al alcohol y al tabaco perfectamente entrenada desde unas maniobras militares que los Aborígenes se empeñaban en denominar “ejercicios espirituales”. También consiguió ser imbatible al futbolín, pero eso no cuenta como superpoder (y menos aún como superpoder Zen).

En siete años, sólo en siete años, el niño abducido por Los Aborígenes se convirtió en lo que es ahora: un mito, es decir, un ejemplo a evitar, un desastre itinerante. Finalizada su formación básica, terminada su domesticación por la supersticiosa tribu, Papá y Mamá Supermaño habían conseguido obtener un tipo con la cabeza igual de desproporcionada que cuando empezó pero con más granos en la cara y una mirada que lo decía todo porque ya nunca más expresó nada. Lo que fuera que él llevaba el día que ingresó con Los Aborígenes ya había desaparecido, lo habían enterrado, apagado, extinguido.

Corolario (II): Cualquier superhéroe diario, cualquier bípedo con vestigios vagamente humanos como Supermaño, en su diaria misión de superhéroe zen, intentará olvidar sus (ab)origenes.

Porque olvidando es como se encuentra.



[1] 16 es único número de la forma xy=yx siendo x e y enteros diferentes (24=42).

[2] mantener su atención en el momento presente, confiando en la sabiduría innata de todo ser humano para realizar todo su potencial

lunes, 1 de febrero de 2010

Supermaño Survivor IX: Supermaño y los campos semánticos.


A primera hora de la mañana no hay nada como enfrentar tu zen con los periódicos del día. Supermaño, fiel a esta misión, incapaz de rehuir su destino y, desde luego, más vago que un delantero del Atleti, no deja titular sin atender, noticia sin escrutar, comentario, columna, tribuna o carta al director sin leer. Nadie es capaz de algo así. Y menos con cinco periódicos, simultáneamente. Cualquiera moriría o, al menos, enloquecería si pretendiera salir ileso de esa rutina infernal.

Pero Supermaño se puede permitir este severo castigo autoinflingido porque posee el superpoder de resistir al lenguaje —traspasar la capa más superficial de cualquier enunciado—, de ver más allá, de entender eso que el que escribía quiso decir antes de que fracasara, de que escogiera la palabra inadecuada: Supermaño diseca campos semánticos con su poder mental. Pero esto no es inocuo. Transitar un campo semántico es como pasear por un campo de minas.

Cuando Supermaño lee, por ejemplo, “otro pueblo se postula para el cementerio nuclear…”, la palabra cementerio comienza a destacarse como en luces de neón, asociada a cadáveres, muerte, guerra, asesinato, tristeza, final, irreversibilidad, podredumbre… En cambio, si en otro periódico lee la noticia encabezada con “…almacén nuclear”, el campo semántico de “almacén” le sugiere a Supermaño cosas como abundancia, riqueza, gestión, stock, organización, orden… Por suerte, ningún periódico ha utilizado la palabra “atómico”. Nuclear es mejor: expone, amplía, abre el campo de lo central, lo neutro, la energía, el principio, la esencia… Cinco periódicos después Supermaño, al contrario que cualquiera de nosotros, es capaz de entender por qué hay cola para alojar toda esta mierda (otro campo semántico) eternamente tóxica. Nadie más podría. Nadie que lo entienda sigue vivo.

Supermaño es capaz de llegar más allá de las palabras precisamente por el enorme respeto que les tiene. En realidad Supermaño es capaz de leer desde el wu-nien, lo no-mental, el no-espíritu, es decir, el inconsciente. Supermaño emplea esa subcapa de nuestra mente casi inexpugnable como otros emplean una rasera para sacar el huevo de la sartén: con total torpeza, a veces, pero sin ninguna otra alternativa mejor. Por eso Supermaño nunca emplearía “el taconazo de Guti” para describir un pase hacia atrás orientado con el talón. El término “taconazo” puede exponer al sujeto de la noticia a que se malinterprete su orientación sexual y empecemos a imaginarlo con bata de cola o, peor aún, con medias de red y robe noir en plan medio-centro-drag-queen o doble-pivote-reinona. Y bastante tiene Guti ya con lo que tiene.

Tampoco le parece correcto que se comente que Obama “nunca tuvo en sus planes una cumbre en primavera […]”. Es imposible que una persona de la sensibilidad probada del presidente de USA no imagine cumbres (floridas) y primaveras (radiantes). Es probable, incluso, que tenga algún poema dedicado al esplendor de Abril en Hawai o a la floración de los rododendros en Chicago (i.e. Bloom day in Chicago).

Pero, en ocasiones, las palabras se ponen peligrosas, las oraciones se enroscan a tus piernas y se convierten en una hiedra trepadora, envenenada, asfixiante. Y las palabras de los periódicos hoy van y vienen por la entrenada mente de Supermaño, recorriendo las autopistas de las circunvoluciones mañas (que son como las demás, pero dañadas —mutadas— por la constante exposición al cierzo). Porque hasta él, hasta Supermaño, se asombra al descubrir que, una vez más, los términos más gruesos, llenos de mensajes, de advertencias, de referencias a lugares destacados en la Historia, las palabras enormes y a la vez vacías como “racismo”o “xenofobia”, aparecen hoy disfrazadas, en algunas discotecas cercanas a Madrid, de extraños sinónimos como “privado”, “reservado”, “invitación” o “rollito español”.

Porque podríamos discutir si hoy, en primera plana, donde pone conflicto, debería decir guerra.

Pero admite menos discusión que donde dice “la muerte del soldado de origen colombiano enrolado en el ejército español y que residía en Mollet del Vallés” debe decir muchas cosas que callaban hace unos días en el ayuntamiento de Vic y que sobran en la boca de muchos otros imbéciles a la puerta de clubs y discotecas.

Palabras. Campos semánticos.

Campos de minas.

Personas.