domingo, 6 de diciembre de 2009

FEDERAL BUREAU OF INVESTIGATION


Ron era un diablo para los detalles. Siempre lo había sido. Era un niño de mirada despierta, callado, quedo, tímido. Tenía el pelo negro azabache. Se lo cortaban al gusto de su madre. De él no salía una palabra. A esa pregunta que los peluqueros siempre hacen y a la que el abuelo de Bryce Echenique contestaba, invariablemente: "En silencio", Ron contestaba, también invariablemente, con un encogerse de hombros, debajo de la sábana. 
Mientras tanto, por dentro, registraba que al peluquero no le debía ir bien por casa. La camisa, arrugada, sin planchar, le informaba. El llavero del coche, que le sobresalía del bolsillo (antes de modo ostensible, como ostentoso) tampoco era el mismo. Le parecía que aquel hombre había vuelto a beber. Bajo el aroma de un elixir bucal, le intuía un olor dulzón, como a un licor de colores que a veces había visto en la sobremesa de los mayores, un orujo de hierbas. El pulso no era el mismo. El nivel de temor que sentía cuando rondaba su oreja había vuelto a ser alto. El barbero conservaba la alianza. La esperanza, pensaba Ron. Eso que dicen que es lo último que se pierde. Ron no estaba muy seguro de eso. Había gente a la que había visto no perder nunca la esperanza, como a su abuelo Luis, que murió soñando que el Atleti ganaría la Champions, convencido de ello. Otras personas parecían haber perdido la esperanza antes que otras cosas. Ron pensaba que al menos su barbero seguía la secuencia clásica. Había perdido el Mercedes antes que la esperanza. Ron pensaba que era mucho mejor perder un Mercedes que la esperanza, desde luego. 
Se levantó del sillón. Las revistas de la mesa de espera estaban un poco pasadas de fecha. Los Sugus, algo duros. Deseó ver un gesto de complicidad entre el barbero y la chica de la caja, la que les cobraba. Pero no lo vio. Bueno, pensó Ron, seguiremos atentos.
En el colegio, de igual manera, Ron llevaba todo registrado. Cada movimiento de los profesores, de sus compañeros, de los padres. Cada cambio en el edificio. Incluso cada cambio en la dinámica de los grupos. En sus fantasías diurnas, mientras soñaba despierto, Ron se imaginaba como un agente del FBI. Pondría todo ese don suyo al servicio de los demás. Compartiría ese radar con sus congéneres. Le pagarían, sí, pero no mucho. Lo suficiente para pagar una ronda en el bar algún día al salir del trabajo, con el resto de compañeros agentes.
Ron anotaba todo mentalmente. Nunca en papel. Nada de notas. Le daba vergüenza que su madre, que todo lo registraba sin percatarse de las pequeñas trampas que Ron le dejaba, se las encontrase y se lo contase a sus amigas, o a todo el barrio. Ron, secretamente, encaminaba sus pasos hacia ese sueño. FBI. Los había visto en la tele, en las películas. Camisa blanca, gafas de pasta negra Ray Ban, gesto adusto, inescrutable. La mirada discreta pero profunda, receptiva pero reservada. Los ademanes suaves, precisos, pero no robóticos ni amanerados. La americana, azul, doblada sobre el brazo, con el forro hacia fuera. Las chicas, lejos. Bien que le molestaba esto, porque le encantaban, sobre todo Elizabeth, pero era demasiado peligroso. Se lo había oído decir a Michael Corleone a Andy García en El Padrino III, cuando le ordena que ha de abandonar a Sofía Coppola: "Es demasiado peligroso". Y luego, sentencioso pero preciso, demoledoramente convincente: "Siempre van a por lo que más quieres". Ron aprendía mucho de la gente del otro lado. Pensaba, ¿cómo se puede combatir a una gente, capturar a una gente si no se sabe cómo piensan, cómo funcionan?
Hoy Ron ha causado una masacre en su Instituto de Dallas, Texas. 16 personas. Una semiautomática. Fuera.
Lo tenía todo pensado. Tenía un don y un objetivo claro. Aquello iba a ser bueno para todos. Pero se lo comió el fracaso escolar. Nunca entendió frases como: "El desarrollo industrial sostenible depende de la planificación primaria, los recursos terciarios y el plan integral".
Los de las frases raras nunca lo entendieron a él. Necesitaba un 8. Le dieron un 4. Murieron 16.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece que lo más abominable es lo que nos hace más humanos.
La razón basandose en la sinrazón consigue que las sociedades más avanzadas (¿humanizadas?) defiendan sus vidas con las armas.
Contradiciendo a Camilo José Cela "esto en el campo no hubiera pasado, se habría arreglado con 4 pedradas... 4 pedradas, 2 cuqueras ...y poco más"

Abel Jaime Novoa Jurado dijo...

¿Y qué hay contra esto? Ese delirio de autonomía como lo llamó la psicoanalista argentina en referencia a la anorexia (que no deja de ser un (auto)asesinato)Parece que la única respuesta que encuentran es la destrucción de uno mismo o del otro

Bill, el de la catana dijo...

Sólo quería decir que creo que en los coles actuales (y pasados) (y no sólo en los coles) (y no por culpa de los maestros necesariamente) (somos todos responsables) (y no me disculpo NI UNA LINEA MAS) se les habla y escribe a los niños en una jerga completamente ininteligible para ellos ( y para mí). Es absolutamente heroico que sigan mostrando interés por Conocer y que Piensen con esa SOFLAMA DIARIA. Muchos niños (personas!) muy, muy valiosos son excluidos del sistema y de posibilidades de aportar cosas a los demás ahora y en un futuro porque son tan inteligentes que no entienden LA MIERDA que les echan al cerebro. Bendita supervivencia. Animo chavales. Los lectores del BORM (y escritores del BORM) jamás podrán competir con vosotros excepto en quinquenios (en eso daos por follados). Pero no importa porque los quinquenios van con un pack nada agradable que rechazariais para vosotros.

Mirad:

http://www.youtube.com/watch?v=q_ErCxlaLxg

Pepemomia dijo...

sí, conocerse y conocer al otro... a veces parece que esa jerga es Sólo un muro que se pone para ser saltado, que da igual cómo lo saltes o el color del muro. Y, cada vez, cada año, el muro es más alto. Y lo saltas de nuevo. Y miras hacia atrás y resulta que quedan muchos en el camino. Y esos (todos lo dicen) son los peores. Pero, después, te cansa un poco la tarea o maduras o aprendes, por in, a dudar lo suficiente y entonces te miras: estás solo o en compañía de otros saltadores de alto nivel, que es como estar solo, porque todos buscan más muros estúpidos.
¿Quiénes son los constructores? ¿Qué pretenden?

Pepa González dijo...

Qué bueno Bill y qué bueno Pepe Momia. Lo peor de todo es que no los hace nadie.
Os sugiero la peli "El Jefe de Todo Esto" de Lars Von Trier.
Firmado: presidente del colectivo de damnificados "No me cuente usted milongas.org".