El lugar donde decir todo lo que no nos cabe en las canciones. Quizá no sea mucho.
lunes, 15 de diciembre de 2008
TRAGEDIAS(TM): el dolor de los demás.
Continuamente se ciernen tragedias de escalas impredecibles –y con una puesta en escena en difícil competencia con la tragedia previa– desde la pantalla del televisor, en nuestro salón tan Ikea, tan colonial, tan Luis XV o quizá zen, un verdadero washitsu feng shui (aunque uno es concepto japonés y el otro chino, pero a nosotros no nos importa ¿verdad?). Mientras almorzamos, descansamos, o simplemente nos desparramamos frente al televisor, la sangre llena los píxeles RGB del plasma tan plano que acabamos tal vez de comprar y estropea con su reflejo nuestro sofá minimal –menos mal que es completamente desenfundable– fabricado en ¿indonesia?
Digo todo esto tan desagradable, lo siento, porque, del reciente terror anarco-nihilista-fundamentalista de Bombay me llamaron mucho la atención las declaraciones de una de las personas que lo sufrieron allí. No, no me refiero a Esperanza Aguirre. Tranquilidad. No, era otra conciudadana nuestra que había ido allí por negocios, si no recuerdo mal. La mujer, en ese castellano un poco más rico o menos pobre de lo habitual y que todavía identifica una buena educación y un buen presupuesto invertido en lainfancia, comentaba que todo le había parecido propio de “una película”, algo “irreal”. Tragedia-ficción, por tanto. Del mismo modo, en las entrevistas que ha realizado Antonio San José en Cara a cara para CNN+ a algunos de los afectados, que habían sido retenidos en hoteles o en el caos callejero de un Bombay atacado, bombardeado, secuestrado, en algún momento se escuchaba de boca de Antonio San José la frase “[Señor o señora Tal], bienvenid@ a la realidad, de nuevo”.
La realidad, por supuesto, significa nuestra realidad, es decir, lo que ocurre de puertas del salón, tan mono y feng shui, hacia dentro. De esta forma se supone que entendemos todos que la violencia, su caos y su valor en términos de dolor añadido, es propio de “otra realidad”, algo, por tanto, más cercano a la ficción que al reportaje. Sorprende esta forma de verlo en un país, esta España, donde la violencia no nos es, para nada, ajena y el terrorismo ha sido una constante en los últimos años. Quizá los que vivimos aquí, también vivimos el terrorismo de ETA o las bombas de Atocha como algo que sucede “en otro lado”, aún habiendo sufrido bombas y tiros en alguna ocasión en nuestras propias comunidades, en nuestras propias ciudades, aunque eran “los otros”, siempre son “los otros” las víctimas y siempre vienen “de fuera”, los criminales, los que ponen las bombas.
Sin embargo, basta haber visitado alguno de los lugares afectados, puede ser Yugoslavia en los 90 o Atocha hace mucho menos para comprobar cómo el terror y la violencia humana pueden afectar a las comunidades más similares a las nuestras: ahí al lado, aquí mismo, junto al kiosco donde compras el periódico del domingo con el semanal, ese símbolo de civilización frente a la barbarie, al pie de ese kiosco de Atocha, junto al Imaginarium donde le compras una peonza luminosa a tu hijo, murió un tipo exactamente como tú, tan único, tan aficionado al fútbol, tan padre de familia… tan prescindible. Basta darse cuenta, gracias a tu pantalla plana de alta definición, en el salón donde te tomas la Mahou esa tan fresquita, fíjate, que los tipos de las camillas en Afganistán o Irak, los afectados por el terremoto o el corrimiento de barro en algún remoto lugar de centro ¿o era sud? América, perdón, américa, que esa américa se escribe con minúscula, muchos de ellos visten camisetas con el logo de Calvin Klein o zapatillas Adidas, o les gusta(ba) la Coca-cola y quisieran comprarse/haberse comprado un Toyota y tener un sofá de Ikea en su salón desde donde poder ver que esta vez somos nosotros los que saltamos por los aires, que, en esa película gore de matanzas y guerras más o menos declaradas, de hambrunas o tifones, esta vez somos nosotros los protagonistas y es nuestro sofá de Ikea el que aparece reventado y lleno de sangre mientras ellos, claro, siguen aposentados en la realidad, en su realidad. Que debería ser más parecida a la nuestra, algún día.
Violencia de seudo-ficción (allí, del otro lado del plasma), tragediasTM mezclada con indolencia y perplejidad (aquí, de este lado del plasma). Mala cosa, mala mezcla para alimentar nuestras sobremesas. Habrá que repasar a Susan Sontag.
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