Los años, obviamente, empiezan en Septiembre. Por mucho que intenten disimularlo. La cosa del ajuste acaban imponiendo su propio ritmo y el ritmo de las cosas termina por ajustarlo todo. Aquí, además, suele coincidir con una especie de segunda primavera a la que solo le faltan algunas flores para completar el disfraz.
Yo, con permiso de la Wikipedia (donde dice que la flor de septiembre es la caléndula), creo que Septiembre es el mes donde florecen las papelerías. En sus estanterías aparecen bolígrafos y rotuladores, gomas de borrar, cuadernos, estuches y esas reglas tan llenas de catetos que parecen un pueblo visigodo: los cartabones. A los ¿papeleristas? ¿papelereros?... a los… dependientes de las papelerías se les pone una cara que es una mezcla de «ahora sí que —paradójicamente— hacemos el Agosto» y «mecagüen en los descuentos del Carrefour». Pero ellos, los ¿paperenführers? saben que no hay nada que temer: no hay nada como una pequeña papelería de barrio, de esas con el material amontonado, con productos por descubrir que ni el propio ¿papelerólogo? ¿papelerómano? sabe que tiene en venta. Como ocurre en las ferreterías, como en las (antiguas) tiendas de discos. Como en la habitación de mis hijos, vaya.
Para empezar el curso, amigos Momias, hay que pertrecharse de material nuevo, entre los que destacaremos:
1) Una regla graduada (con pulgadas por el otro lado por si, de una vez por todas, nos invaden los británicos que ya han tomado —en su acepción de bebérsela— la costa): para ir midiendo las distancias que nos separan a unos de los otros (los otros sois vosotros, claro) y darnos cuenta de que no es tanta (además, siempre puedes reducir el tamaño del mundo en Google Maps o viajando, o leyendo…).
2) Un transportador de ángulos: que nos permita ver las cosas de una manera menos oblicua. O más aguda, que no es lo mismo.
3) Una goma de borrar: aunque siempre quedará la huella, una pequeña marca. Así que mejor un Tippex… pero siempre quedará el manchurrón… bueno, mejor seguir intentando olvidar, aunque siempre queda y queda.
4) Un cuaderno, para anotar las cosas con buena letra y renglones rectos; ocasionalmente se puede utilizar cuadriculado si queremos contar (numéricamente) cosas con el método típicamente carcelario, por ejemplo, las veces que hemos hablado de más. O de menos. Ejemplo para desinformados de este sistema de contabilidad analógico, al margen.
5) Un estuche… aunque parecen pequeños ataúdes… No, un estuche, no.
6) Un diccionario, aunque no haya forma de entenderse. Ni de saber cómo demonios llamar al tipo que despacha en la papelería. Ah, y uno de idiomas que explique por qué los alemanes celebran el Oktoberfest en Septiembre.
7) Papel de forro, para todas esas cosas, tantas, que hay que pasar por ahí.
8) Folios en blanco, que de este año no pasa saber hacer una pajarita con papiroflexia/origami, que ya va teniendo uno una edad de aprender las cosas que realmente valen la pena.
9) Libros, muchos libros. Pero nada de matemáticas, ni de lengua. Más bien de conocimiento del miedo, y no estoy disléxico.
Y claro, y sobre todo, una agenda escolar. Para ver el año empezar y acabar en Septiembre. Como debe ser.
Feliz curso.
Yo, con permiso de la Wikipedia (donde dice que la flor de septiembre es la caléndula), creo que Septiembre es el mes donde florecen las papelerías. En sus estanterías aparecen bolígrafos y rotuladores, gomas de borrar, cuadernos, estuches y esas reglas tan llenas de catetos que parecen un pueblo visigodo: los cartabones. A los ¿papeleristas? ¿papelereros?... a los… dependientes de las papelerías se les pone una cara que es una mezcla de «ahora sí que —paradójicamente— hacemos el Agosto» y «mecagüen en los descuentos del Carrefour». Pero ellos, los ¿paperenführers? saben que no hay nada que temer: no hay nada como una pequeña papelería de barrio, de esas con el material amontonado, con productos por descubrir que ni el propio ¿papelerólogo? ¿papelerómano? sabe que tiene en venta. Como ocurre en las ferreterías, como en las (antiguas) tiendas de discos. Como en la habitación de mis hijos, vaya.
Para empezar el curso, amigos Momias, hay que pertrecharse de material nuevo, entre los que destacaremos:
1) Una regla graduada (con pulgadas por el otro lado por si, de una vez por todas, nos invaden los británicos que ya han tomado —en su acepción de bebérsela— la costa): para ir midiendo las distancias que nos separan a unos de los otros (los otros sois vosotros, claro) y darnos cuenta de que no es tanta (además, siempre puedes reducir el tamaño del mundo en Google Maps o viajando, o leyendo…).
2) Un transportador de ángulos: que nos permita ver las cosas de una manera menos oblicua. O más aguda, que no es lo mismo.
3) Una goma de borrar: aunque siempre quedará la huella, una pequeña marca. Así que mejor un Tippex… pero siempre quedará el manchurrón… bueno, mejor seguir intentando olvidar, aunque siempre queda y queda.
4) Un cuaderno, para anotar las cosas con buena letra y renglones rectos; ocasionalmente se puede utilizar cuadriculado si queremos contar (numéricamente) cosas con el método típicamente carcelario, por ejemplo, las veces que hemos hablado de más. O de menos. Ejemplo para desinformados de este sistema de contabilidad analógico, al margen.
5) Un estuche… aunque parecen pequeños ataúdes… No, un estuche, no.
6) Un diccionario, aunque no haya forma de entenderse. Ni de saber cómo demonios llamar al tipo que despacha en la papelería. Ah, y uno de idiomas que explique por qué los alemanes celebran el Oktoberfest en Septiembre.
7) Papel de forro, para todas esas cosas, tantas, que hay que pasar por ahí.
8) Folios en blanco, que de este año no pasa saber hacer una pajarita con papiroflexia/origami, que ya va teniendo uno una edad de aprender las cosas que realmente valen la pena.
9) Libros, muchos libros. Pero nada de matemáticas, ni de lengua. Más bien de conocimiento del miedo, y no estoy disléxico.
Y claro, y sobre todo, una agenda escolar. Para ver el año empezar y acabar en Septiembre. Como debe ser.
Feliz curso.
3 comentarios:
El año, el curso, ¿es eso que va a la vez que el calendario de Liga?
¿Algo que mencionan los hijos acompañado de "me tiene manía", entre Carrusel Deportivo y Carrusel Deportivo? ¿Es eso?
Pero tú ¿vas a conseguir ver los partidos en casa? ¿o tendremos que quedar en el bar que tienes junto al portal y además tomar cerveza? Algo habrá que hacer que el "curso" se nos hecha encima y el Valencia va que se Mata.
me temo que los partidos se verán en el bar..., en ese bar,... o en la casa del "librero" que a estas alturas se habrá forrado entre Staedler del nº 2 y "Contamos con Pupi" de 1º de Primaria.
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