martes, 29 de junio de 2010

POP FICTION (V): AIR(PORT) ODDITY





—David Robert Jones. ¿Para Amsterdam? Correcto. ¿Equipaje de mano?

La azafata de la línea de facturación de equipaje había sido exquisitamente amable. Mantenía, permanentemente, esa sonrisa amplia que provoca saberse propietario de un buen sueldo y/o de un contrato demasiado precario. Se había demorado lo suficiente en acariciar su billete con esas manos recién salidas del paraíso de las manicuras. Con unas uñas perfectas y afiladas —las uñas postizas que probablemente hubiese deseado Ziggy Stardust que le regalaran al llegar a la Tierra— había separado las cintas adhesivas que después colocó con la delicadeza y la precisión de una experta en bondage en las asas del exclusivo juego de maletas —Lona Damier Gèant— de David. A continuación, una sonrisa y una mirada afectuosa, perfectamente profesional. Sólo que demasiado… ¿cómo decirlo?, sí, demasiado estable. Ni un temblor, ni el más leve atisbo de desfallecimiento.

Evidentemente no lo había reconocido.

David optó por quitarse las gafas de sol. Sus particulares ojos, con pupilas de distintos tamaños e iris de diferente color, se iluminaron cuando respondió.

—Sólo este bolso, querida.
—De acuerdo —dijo la azafata mientras seguía con su tarea burocrática.

La mujer debía tener unos veintitantos años, incluso quizá más allá de los treinta, si se atendía a las apenas perceptibles arrugas sobre el labio superior. Así que tenía necesariamente que haber oído hablar de él. Su cara —la de David— era un icono de la cultura popular. Sí, es cierto, sus constantes cambios camaleónicos podrían despistar al público poco informado, pero su esencia —y, desde luego, sus ojos— permanecía inalterable desde incluso antes del ya mítico Space Oddity.

—Querida ¿te suena lo de «Major Tom»? —insistió, dándole una pista.
—No sé… —su sonrisa le hizo pensar por un momento que ya había caído en la cuenta— ¿En qué compañía vuela? ¿Es ese tipo… australiano?

David no podía creer que alguien no lo reconociera. Se pasaba la vida ocultándose de fotógrafos, de fans y de músicos aficionados que lo asaltaban incluso en lugares remotos. Recordó a aquel tipo que se hizo el encontradizo silbando Life on Mars? mientras orinaba a su lado en los aseos de un bar de Toronto. Sin embargo, había que darse por vencido: aquella mujer no sabía quién era. Y los demás de la cola parecían impacientes por facturar su equipaje.

Contrariado, David se dirigió a la entrada del área de embarque. Como uno más se desembarazó del cinturón, el teléfono móvil, las monedas. Dejó el bolso en la bandeja de plástico. Dentro, en su iPod, estaba la maqueta del nuevo disco. Un disco-homenaje con sus canciones versioneadas por Soulwax, MGMT, una versión en español de Sound and Vision y un tema, Absolute Beginners, cantado por ¡Carla Bruni! La verdad es que el productor había ido demasiado lejos. Solo faltaba una versión de Changes cantada por ese tipo de los rizos que salía tanto en el canal latino de la MTV. Pero así eran los nuevos tiempos. La música cambiaba a más velocidad de la que incluso él mismo —el mayor de los mutantes surgido de los ‘60— era capaz de soportar.

La alarma del arco detector de metales se activó cuando lo atravesaba. Le hicieron apartarse a un lado. Desde allí no podía ver a John ni a Bob ni a los otros dos guardaespaldas nuevos que debían acompañarlo a cierta distancia. Un tipo uniformado lo puso contra la pared y lo escaneó con una especie de micrófono de ambiente. Todo parecía estar correcto. El tipo con el extraño micrófono en la mano sonrió cuando lo miró directamente. Él sí que parecía haberlo reconocido, seguro. David también sonrió, de medio lado.

—Adelante. Todo correcto. Siento haberle importunado. Los arcos ahora saltan por nada—dijo el de seguridad—. Pase y que tenga un buen viaje. Lo siento. Seguro que ha sido el adorno metálico de sus gafas de sol.
—Oh, cuánto lo siento. No debí dejármelas puestas —se explicó David, condescendiente—. Pero es que a veces genero problemas de seguridad en los aeropuertos. Ya sabe, avalanchas de fans y esas cosas. Creo que los chicos se han puesto en contacto con vosotros antes de que entrara ¿no es así? Siempre lo hacen.
—¿Pero qué…? ¿Qué dice? ¿Qué avalanchas de fans? ¿Quién debería habernos llamado? Perdone ¿debería conocerle?
—No, claro que no —balbuceó David— Por supuesto que no. Perdone…Creí que…

Mientras se volvía a colocar el cinturón y recuperaba sus objetos de mano tuvo tiempo para pensar sobre lo efímero de la fama. Pero, ¡por Dios!, estaba en el aeropuerto de Heathrow. Aquí deberían reconocerlo hasta las ratas del sótano, si es que hay sótanos en los aeropuertos. Aunque la vieja Inglaterra ya no era aquélla donde él fue Aladdin Sane, Ziggy o el Gran Duque Blanco. Otros, definitivamente, fueron los años dorados.

—¡Eh! —le dijo un niño, junto a la tienda de tabaco del Duty-Free
—¡Eh! ¡Hola! ¿Qué hay? —David se acercó. Por fin alguien parecía interesarse por él.
—¿Eres David? —le dijo con esa desvergüenza de sus poco más de doce años
—Sí chaval. El auténtico. Me has reconocido.
—Pues claro —se giró hacia las sillas que miraban a las pistas—. ¡Papá! ¿Mira! ¡Es David!

La verdad es que, después de todo, le sorprendía que fuera aquel niño el que lo hubiera reconocido. No era sólo la azafata o el de seguridad: hasta ese momento nadie, en todo el trayecto desde la limousina hasta el embarque, nadie en absoluto se le había acercado para pedirle un autógrafo. Ni tan siquiera le habían dirigido una mirada de complicidad. Ni un guiño de una mujer. Ni de las maduritas. No dejaba de ser más cómodo, de algún modo. Pero, en cualquier caso, era bastante sorprendente.

—¿Me firmas la camiseta? —el niño le extendió un rotulador mientras se señalaba la espalda de su camiseta del Manchester United.
—Está bien. Aunque no suelo firmar en muchas camisetas de fútbol. ¿Qué te pongo? ¿Cuál es tu canción favorita? A los niños de tu edad les suele gustar Under Pressure, la que grabé con los Queen.

El niño se revolvió antes de que David pudiera firmar. El padre se había acercado con un periódico en la mano. Ahora les miraba a ambos. La cara del niño mostraba cierta confusión. O, mejor, frustración.

—Oh, lo siento, disculpe —dijo el padre—. Lo confundió. Desde que nos lo encontramos en el aeropuerto una vez que íbamos hacia España, de vacaciones, cree verlo en todas partes donde hay aviones.

David no entendía nada. El padre seguía con su discurso, esta vez dirigiéndose a su hijo.

—¿Ves, Adam? No es él. Beckham es mucho más…corpulento. Más joven y más musculoso. Deja en paz a este pobre hombre.
—No, no se preocupe. No es nada —dijo David, mientras se daba la vuelta y miraba alrededor.

Muchos se habían levantado de los asientos alertados por el niño que no dejaba de gritar «¡Es él! ¡Sí que es él, papi!, ¡sí que es él! ¡Es Beckham!». Algunos se reían por la ingenuidad de aquel chaval que había confundido a ese hombre de aspecto enfermizo con el héroe deportivo nacional del momento.

Michael apuraba el segundo sándwich de pepino y mantequilla en el cuarto de los monitores sin dejar de mirar los movimientos de aquel tipo al que seguían las cámaras de seguridad desde que los de los mostradores habían advertido sobre el extraño comportamiento de «un tipo muy raro, pálido, casi en los huesos, con un ojo de cada color». Sí, seguramente las sospechas eran ciertas. Aquel individuo debía llevar un cuelgue de tres pares de narices. Después de haberse insinuado con la de equipajes y de haberle dicho esas idioteces sin sentido a Bart cuando lo registraba, ahora se había subido al expositor de Johnny Walker y cantaba algo así como «This is not America, sha la la la la».

—Joder, cada vez hay más colgados —dijo Michael mientras tragaba el último bocado y llamaba a los de seguridad—. ¿Quién se habrá creído éste tío que es? ¿El puto David Bowie?




5 comentarios:

Abel Jaime Novoa Jurado dijo...

Entiendo cómo se siente el viejo Bowie.. a mi tampoco me reconocen y una vez me confundieron con Pablo Carbonell.. Ah! Nunca, nunca os pongáis la tarjeta de embarque con lo negro hacia los labios.. se quedan pegados y te los despellejas
Gran serie!

Anónimo dijo...

¿Quién dijo que la fama fuese duradera?
David lo sabía e intentó ser famoso cambiando y ya ves acaba imitandose (seguro que desafinaba o incluso como muchos cantantes pop no se acordaba de su propia letra)
La imágen en cine-tv casi llegó a fijar y dar esplendor a unos famosos pero........ la saturación de internet va a hacernos volver al anonimato a todos los importantes.
¡que gran pérdida para el futuro de la Humanidad!(por cierto ...no recuerdo la cara de Mozart...¿o era JSBach? vaya memoria . revisaré sus cuentas de Twiter.
Ciao momias

Anónimo dijo...

Fantástico Post.
Creo que era eso lo que quedamos que había que poner por respeto al que se esfuerza (Gracias Pep). ¿Debemos recordar para lo que está preparado el hombre biológicamente?. Y Bowie, ¿para qué estaba preparado biológicamente?, sin duda alguna para cantar hasta convertirse en el viejo Bowie.

Pepemomia dijo...

Gracias por los comentarios pero, insisto, no os sintais obligados si no apetece. Próximo capítulo ¿Elvis?

Anónimo dijo...

costelo?