Estas semanas he estado actualizando las macrocifras de nuestro sistema de salud, calificado recientemente por la revista Newsweek como el tercero mejor del mundo (España es el 21 mejor país para vivir). En ese ranking se valora, además del sistema de salud, el ambiente político, económico, la calidad de vida y la educación. En este último apartado, España aparece en un lamentable puesto 32. ¡La novena o décima potencia del mundo es la 32 es calidad educativa! Este dato me pareció espantoso pero corroboraba una de las conclusiones (la principal) que he sacado gracias al estudio al que me ha obligado la amable invitación de mis amigos argentinos: el gasto del sistema sanitario español, con un déficit este año aproximadamente del 25% de su presupuesto, es el principal enemigo de nuestro sistema educativo. Dicho de otra manera: el coste del Sistema Nacional de Salud impide aumentar la inversión en educación, en la atualidad, para mí, el principal reto de este proyecto colectivo que llamamos España.
Me explico. Cuando repasas las distintas fases por las que pasan las reformas de los Sistemas de Salud, se pueden señalar tres: la salubrista (la mejora de la salud es dependiente de la inversión en aspectos básicos de higiene como la potabilización del agua, el control de las aguas residuales o en la atención preventiva que suponen las vacunaciones poblacionales). Nosotros superamos esta fase en la segunda mitad del pasado siglo y, en gran medida, esta reforma salubrista es la que más incide en la disminución de las tasas de años potenciales de vida perdidos o mejora la esperanza de vida. La siguiente fase es la llamada sanitaria y se relaciona con el desarrollo de los sistemas sanitarios propiamente dicho. Esta fase es en la que nos encontramos; es la fase en la que nos ha pillado la crisis económica mundial.
Como es bien sabido, la inversión en la fase sanitaria tiende, a partir de cierto nivel, a tener un rendimiento marginal decreciente, es decir, por más dinero que se invierta no van a mejorar los resultados, e incluso, pueden empeorar porque comienzan a realizarse intervenciones superfluas que conllevan efectos adversos (ver gráfico debajo). España tiene los mejores macroindicadores del mundo en cuanto a salud: mayor esperanza de vida, menos años potenciales perdidos, menor mortalidad infantil, etc... Es posible, por tanto, que la fase de desarrollo de nuestro sistema de salud se encuentre ya en nuestro país en un nivel de inversión con un rendimiento marginal decreciente.
La siguiente fase es la llamada social. Esta fase implica que una mejora de la salud en una población ya no depende ni de las condiciones de higiene, ni de la inversión en el sistema sanitario sino de la mejora en otras condiciones sociales como el empleo, la seguridad, las desigualdades o el nivel educativo. Lamentablemente, invertimos el 90% del presupueto dedicado a políticas de salud en el sistema sanitario y tan solo el 10% en la mejora de otras condiciones sociales, también fundamentales para la mejora de la salud de un país.
Bien. Mi hipótesis es que la mejora potencial de los indicadores en salud en nuestro país ya no depende de un incremento en la inversión en sanidad, probablemente en la parte alta de la curva de rendimiento decreciente, sino de un incremento en la inversión en nuestro sistema educativo público. La última imagen demuestra como la salud percibida por los ciudadanos es directamente proporcional a su nivel educativo.
Pues eso ¿Cómo lo hacemos? Ese será otro post. Por ahora, esta es mi visión argéntica y también mi desesperanza aúrica porque con los políticos que tenemos no llegaremos muy lejos en este camino
2 comentarios:
GRACIAS. Te felicito por lo conciso y la claridad de exponer un argumento sumatorio e integrador socialmente...+ educación = mejor salud. Me gusta.
Por cierto...los políticos del futuro te leemos.
SONY
Algunas precisiones: en el gráfico de Newsweek (me imagino que habrá otras fuentes algo mejores), la educación se compara en términos de analfabetismo (España <3%, Finlandia 0) y tiempo medio de escolarización (España 16,1 años). Así que muy fino no parece.
Por otro lado, pocas instituciones e inversiones se sustraen del "beneficio marginal decreciente", pero es indudable que nuestro sistema es perfectible en muchos más items que la "supervivencia" o la "mortalidad infantil". Un sistema de asistencia sanitaria no provee sólo supervivencia, sino calidad de vida, incorporación temprana al trabajo, cuidados, medidas preventivas (en AVACs), accesibilidad, etc.
Me parece enormemente desacertado decir que la sanidad le roba presupuesto a la eduación. Lo que le roba presupuesto a la educación pública es la economía sumergida, los defraudadores de hacienda, la competencia desleal de la concertada, etc.
No mezclemos churras con purasangres, please. A ver si en Argentina se van a creer que en la sanidad española atamos los trasplantes con longanizas. Y tenemos una asistencia que se encuadra entre las más eficientes (baratas) de Europa: es decir, nuestros pacientes reciben una asistencia Decathlon, no Adidas.
Publicar un comentario