
En el suplemento semanal de El País de la semana pasada, el artículo firmado por Javier Marías se titulaba “Todos los genios muertos”. Para los que no lo leyeran o no les apetezca leerlo completo en el link anterior, me atrevería a resumir el argumento copiando simplemente las últimas frases, a modo de conclusión (descontextualizada) del artículo. Sostiene Marías, Javier, que:
“Da la impresión de que -sobre todo en España- sólo se elogia encendidamente a quienes ya no pueden molestar ni persistir ni hacernos sombra. Da la impresión, incluso, de que alabar así a esos infortunados es una manera de fastidiar a los vivos: "Vosotros no sois genios como ellos, jodeos", parece ser el mensaje. Sería de desear que los escritores, críticos, editores y gacetilleros tuvieran la valentía de percibir la "genialidad" a tiempo, y que se abstuvieran de proclamarla a posteriori, cuando suena inevitablemente artificial y oportunista, incluso si la razón los asiste. La razón también hay que tenerla a tiempo, para tenerla de veras”.

Es cierto que Méndez no tuvo, desgraciadamente, reconocimiento (literario) en vida si exceptuamos que fue finalista del Max Aub y recibió los premios Setenil y el de la Crítica; el premio Nacional de Narrativa lo obtuvo un año después de su muerte. Sin embargo Bolaño y Foster Wallace sí lo tuvieron, el reconocimiento en vida, me refiero. Podría discutirse lo tardío en el primer caso (de la mano de


Yo no dudo que Marías es (también, como los anteriores) un “genio”, palabra probablemente excesiva y siempre generosa, pero, a veces, parece querer desmentirse. En el diccionario de la RAE (su RAE), la acepción más adecuada para el uso que le da Marías a esa palabra, a “genio”, es “capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables” y por tanto la “persona dotada de esa facultad”. Creo que los tres mencionados admiten esa definición. Justo (y elegante) sería que Marías bajara de su ego unos instantes, sin hacerse daño por favor, y lo reconociera aún post-mortem.
Supongo que, al final, la razón hay que tenerla, argumentarla y, si fuera posible, condimentarla con otros valores, por ejemplo elegancia, pero no condescendencia y, para nada, vanidad, tanta vanidad. “La vanidad es una mala dieta para amar” dice Martín Buscaglia.
Y no sé por qué escribo esto, al fin y al cabo, a mi Javier Marías… ¡ah sí!, ya recuerdo, porque Bolaño, Foster Wallace y Méndez están entre lo mejor que he leído en los últimos dos años.
Eso era. Eso.
1 comentario:
Javier Marías es seguramente una preciosidade ... nos haze compañia en la refeción ... No nos quedamos totalmente solos.
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