domingo, 12 de abril de 2009

VIAJE



He visto la sencillez de las amapolas triunfar sobre las ruinas del circo romano.

He visto un halcón esperando sobre un poste al lado de la carretera. He visto su mirada.

He visto las manos gruesas del pescador al retirar de la red con delicadeza, sin un solo rasguño, la sardina que dará de comer a sus hijos.

He visto un carro de gitanos cuya piel tiene el mismo color que las ruedas, la lona, sus vestidos y el perro que andaba atado a su lado. El color sucio de la desesperanza.

He visto la majestad de las cigüeñas ennoblecer casas abandonadas.

He visto el elegante cagadero que usaban los reyes portugueses, en la cima de una montaña, dominando su reino.

He visto tractores seguidos de una nube de tierra roja, preparando la siembra.

He visto robles fuertes como robles.

He visto helechos colgando de las ramas de las sequoias.

He visto a mis hijos escribir su nombre en la arena.

He visto el nombre de los ciudadanos hispanorromanos grabados a cincel en las estelas de sus tumbas desaparecidas.

He visto a través del oro del vino verde.

He visto el punto más occidental del Antiguo Mundo.

He visto al viento jugar con la cometa que jugaba con mi hija.

He visto a una mujer vieja reñirle a mi mujer por usar un columpio en un parque.

He visto a un conductor de tranvía que se apellidaba “Vinagre”. He visto su cara.

He visto la impermeabilidad de los cisnes.

He visto bailar a un león.

He visto olas obstinadas en vencer la solidez del acantilado. Y a los pequeños percebes que lo habían conseguido.

He visto la civil grandeza romana y la religiosa estupidez del renacimiento.

He visto un mar infinito cabalgado por animales de neopreno.

He visto la luna del jueves santo espiando mi habitación, de madrugada.

He visto al deshielo de Manet construirse con sus gruesos trazos en los ojos de mi hijo.

He visto al Tajo morir generoso y bello y silencioso.

He visto un teatro que es el propio espectáculo.

He visto al sol envidiar el frío de mi cerveza.

He visto la celda que no pudo retener a su monje.

He visto una biblioteca flotar en la oscuridad.

He visto un reloj de sol estropeado por la sombra de un árbol, esperando.

He visto un viaje anterior dentro de este viaje.

He visto las sondas y los estiletes que utilizaba un cirujano del siglo I. Los mismos.

He visto los anteojos de Pessoa y el mar de Vasco de Gama.

He visto brillar el cuarzo en el granito después de la lluvia.

He visto a un hombre negro de ojos amarillos adoquinando el camino del palacio que visitarán los turistas.

He visto la última curva

He visto la cara del policía leyendo este cuaderno, después del accidente.

He visto la sencillez de las amapolas triunfar sobre las ruinas del circo romano.


2 comentarios:

Eva Valeije dijo...

Estupendo "Viaje" lleno de emoción y sensibilidad. Es Lisboa. Como hacer un pequeño viaje en su elevador modernista o pasear por el barrio do Carmen o perderse una noche en el Bairro Alto y escuchar que en una taberna una voz triste canta un fado que es mejor no oír.
Así es Lisboa.
Felicidades Pepe.

Gloria Noriega dijo...

¡Qué belleza, Pepe! Una descripción divina, casi un poema, unas ganas locas que me dan de conocer Lisboa. Me encanta cómo escribes.
Un abrazo,