¿O debería llamarlo lujuria? Aunque, en realidad, es pereza: es el tedio de ver cómo el tiempo me encadena junto a una sola mujer que envejecerá a su vez y a mi lado, la anticipación de la muerte del deseo. Ya vendrá, estoy seguro.
Con ella, junto a ella, el miedo a morir anticipadamente: eso es lo que atasca mi voluntad, lo que me mueve a rendirme, a la negligencia de no poder sentar la cabeza. Es una pereza extrema la que me anima a no dejar de buscar, a depredar vírgenes que nunca lo son, esposas vengativas, insatisfechas o simplemente curiosas, mujeres delgadas, activas, laxas, indecisas o mandonas. Mi pereza es también la que me impide escoger entre ellas. Ni siquiera me animo a pensar en prioridades, criterios o rasgos más favorables. Por pereza me dejo llevar. Por descuido e indolencia parezco un sátiro, un adicto. Quizá, también, por pereza no busco en una sola lo que luego encuentro en las demás.
Pero insisto, aunque me cueste: sólo lo hago por demorar lo que tarde y temprano será irremediable y llamará a mi puerta porque quedó pendiente (la desgana, la anorexia). Así que, por pereza, paradójicamente, no puedo aburrirme.
Y es que, de tanta pereza, no dejo de aplicarme.
(ILUSTRACION: Lluís Cadafalch)
1 comentario:
O como dice Villoro, más o menos, en su fabulosa novela "El Testigo", la prueba de que acertaste es cuando te das cuenta de que la poligamia te hace cada vez más monógamo... pues eso
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