martes, 11 de noviembre de 2008

Me acuerdo de Perec


Me acuerdo, creo que siempre me acuerdo, de quién me regaló cada libro. Sobre todo si me gustan, claro, porque eso suele ser igual a que me “noquean” y de eso es difícil olvidarse. Y es que me gustan los libros que me revientan por dentro, que me hacen trizas, que me agitan, que me conmueven. Por ese orden. Así y por eso, me acuerdo de Luis regalándome (sus propios) ejemplares de Loriga (Lo peor de todo y Héroes) y de Prado (Raro). Cada vez que leo alguna parte, al azar, del prodigioso volumen de la poesía completa de Nicanor Parra en Galaxia Gutemberg, me acuerdo de Abel. Y sé que Lola me regaló “La vida, instrucciones de uso” de Perec, hace muchos años y que a ella se lo había recomendado Nacho, un amigo común cuyos libros favoritos, al menos entonces, eran “La conjura de los necios” y este otro, el de Perec. Eclécticos los ha habido siempre y Nacho lo será invariablemente.


Ahora me regalan menos libros. No sé por qué a veces cuesta tanto regalar libros, quizá en la creencia de que es algo demasiado tópico, socorrido, incluso impersonal (¡?!). A mí me parece que es de los pocos regalos que puedes repetir mil veces, como los CDs antes de que viniera la e-mula con su cargamento, y siempre resulta un regalo distinto: por su intención, por su título o su autor, por esa complicidad del “yo lo he leído y te va a encantar”, que es casi como invitarte a un viaje con todos los gastos pagados. Así que ayer, cargado de estas mismas razones, yo mismo me regalé “Me acuerdo” de Perec y, gracias a eso, siempre me acordaré de la cafetería dónde empecé a leer, tras el estupendo prólogo de Yolanda Morató, las primeras frases: me acuerdo de un día neblinoso y frío, casi británico, una calle murciana, un café corto italiano y las frases pulcras y emocionantes de un escritor polaco-francés. Ventajas de la globalización.


Me acuerdo” no es un libro al uso. Es una colección de recuerdos, la mayoría sobre nombres propios de la cultura francesa de los 50-60, lo que puede establecer cierta distancia para alguien, como yo, que no pertenece ni a esa generación ni a esa geografía. Pero, sin embargo, el “clic” de la literatura, de la buena literatura, se produce igualmente. A veces es un recuerdo sencillo pero con mucha carga poética, carga que supongo cada uno podrá o no conceder a un determinado recuerdo de los recogidos en el libro: “Me acuerdo de que mi primera bicicleta tenía ruedas macizas”. Otras veces son recuerdos con humor, e incluso, otras, con carga política. Algunos recuerdos son incluso confusos para el propio autor o inexactos. Pero el caso es que el conjunto resulta una especie de breviario, no de ingeniosos aforismos, de tontas plegarias o de astutas frases (Perec podría haberlo hecho, fue incluso autor de crucigramas), sino de retales de vida, de pecios recogidos al azar, o quizá no, pero de pecios auténticos.


Y, por algún motivo, como tantos de esos libros que comentaba más arriba y muchos más que me guardo para no desnudarme demasiado, Perec me re/con-mueve. Hace poco, en un DVD de entrevistas que acompaña al volumen “Bolaño Salvaje”, pude ver y oír a Rodrigo Fresán decir algo así como que “leer a Bolaño da ganas de escribir” y, muy probablemente, es cierto. Pues leer “Me acuerdo” de Perec da ganas de ponerse a recordar y a escribir, quizá una canción, otra, la tuya, sobre los despojos y los fragmentos de la memoria, sobre todas esas cosas que permanecen, obstinadas, zurcidas a las circunvoluciones de alguna parte del cerebro. Juan Bonilla, en otro lugar, hace mención a esta capacidad contagiosa del libro: cuenta Bonilla que él coleccionaba ediciones del “Je me souviens” (creo que ésta es la primera vez que se publica traducido) que encontraba en librerías de viejo y muchas de ellas incluían anotaciones a mano de sus antiguos propietarios, con sus propios, y algunos universales, recuerdos: “Me acuerdo de las manos de mi madre”, “Me acuerdo de las palabras del replicante de Blade Runner”. Escribir con Perec. Escribir sobre tu propia navegación, sobre tu propio naufragio, si lo hubo.


Empecemos:

“Me acuerdo de George Perec. Me lo he regalado yo”.



1 comentario:

MAbel dijo...

Te estás convirtiendo en un blogero muy nutritivo. Felicidades por tus/nuestros post de la momia que habla. Este de Perec, de pepemomia, magistral... y emocionante. Me dan ganas de ponerme a nadar.