Utiliza ARM a Daniel Bell y su conocida etiqueta, Sociedad Postindustrial (que sería en la que estamos), una sociedad basada cada vez más en el ocio y el consumo en vez de en el trabajo. Pues bien, es la emergencia de la industria de la cultura (cadenas nacionales de teatros, los cines y su industria, los discos, la radio y la industria discográfica y, por supuesto, la televisión) la que propulsa la llamada cultura de masas, aceptada sin grandes problemas en USA pero denostada como vulgar y homogeneizante en los círculos académicos (de izquierdas) y en el seno de las elites sociales (de derechas) de la vieja Europa. En efecto, en USA la cultura de masas apoyada por los medios de comunicación y la industria, fue aceptada como una oportunidad liberadora y democratizadora de la cultura; además, circunstancias legales y económicas (leyes antimonopolio y la crisis económica de los 70) favorecieron el surgimiento de productoras independientes, tanto de cine como de la industria del disco, que trabajaban para audiencias específicas, generando un contexto de gran creatividad, heterogeneidad e incremento del consumo. Este modelo ha sido el que se ha extendido en el resto del mundo y aunque las grandes corporaciones siguen manteniendo un enorme poder pudiera ser que el balance fuera positivo y a favor de la pluralidad y la accesibilidad (esto es perfectamente discutible claro).
El panorama se completa con la redefinición de las reglas del arte. ARM utiliza al autor francés Pierre Bordieu. Para él, el universo artístico moderno se caracterizaría por su autonomía, “fraguada históricamente a través de un largo proceso de emancipación frente a toda determinación… y la oposición frente al poder y al interés económico” y la tensión entre valor artístico y económico. Esta tensión generaría dos espacios artísticos: el del (1) arte puro, creado en función del interés artístico y orientado a la innovación formal o conceptual; y el espacio del (2) arte comercial o burgués, creado en función del interés económico y orientado, pues, a la mera satisfacción de la demanda.
A partir de estas diferencias se constituirán tres posiciones básicas que caracterizarían tanto a las organizaciones creadoras de cultura como a los artistas: vanguardia bohemia (lo nuevo), vanguardia consagrada (lo clásico), ambas en el espacio del arte puro, y arte comercial (lo viejo). A su vez, las tres posiciones determinan una dinámica de cambio estético: el polo del arte puro sería donde residiría la innovación ya que el arte comercial, adaptado a la demanda, es siempre conservador. Los artistas más innovadores irían desplazando a los consagrados (más conocidos, con mayores retornos económicos pero a cambio con una pérdida de valor simbólico de su obra) y las élites culturales burguesas irían reconociendo y distinguiendo, en una competición por poseer el gusto más exquisito y a través de instancias mediadoras (pares, críticos, academia e instituciones) a estos artistas noveles. Esta situación del arte moderno, en opinión de Bordieu, se completaría con una progresiva autonomización formal de las obras (se despojarían de todo contenido y de toda función extra-artística) y una tendencia a la especialización de los códigos (por disciplinas y por géneros)
Para ARM, sin embargo, este modelo definiría la situación del arte y su dinámica, como mucho, hasta la primera mitad del s XX y, en mi opinión, respondería al cliché del imaginario colectivo acerca del artista y su mundo. En la actualidad todo ha cambiado: los códigos estilísticos se han ampliado y son compartidos por distintos géneros y disciplinas, el arte ha adquirido una funcionalidad extra-artística evidente y el artista no renuncia (ni debe renunciar, yo creo) en aras de la pureza a la rentabilidad económica. Políticamente se apoya con subvenciones no sólo la obra consagrada sino que hay un reconocimiento temprano a la innovación, acelerando enormemente la carrera de los jóvenes creadores y generando un contexto creativo que, paradójicamente, al ser más independiente de la demanda, es más atrevido y osado (para otros el arte, al depender más de la subvención, está más politizado y es menos autónomo; en Murcia tenemos el ejemplo de la censura al bufón, por otra parte casi siempre vulgar, Leo Bassi).
Me ha parecido interesante cómo describe ARM el cambio de vida que ha determinado la “lógica de la nueva configuración cultural”. En concreto, lo liga a la aparición de una nueva clase media postindustrial: entorno ocupacional definido por credenciales educativas de reconocimiento universal (y no como antes -¿?- por los “contactos” o la antigüedad); socialización cultural alejada del núcleo familiar (casi siempre conservador y temeroso de lo nuevo). Esta clase media postindustrial habría sustituido los valores materialistas (propios de la generación de nuestros padres) por los valores post-materialistas (orientados a las necesidades de pertenencia y estima o a los intereses de autorrealización intelectual y estética -falta faena como diría nuestro Presi, el muy serio, Luis Momia Aguirán). Todos estos cambios han conducido a una progresiva culturización de la sociedad que afecta al consumo (muy estetizado), la economía (nuevas formas de organización más horizontal, menos jerárquica, y basadas en la creatividad y la innovación) o a la propia actividad personal (cada vez más tiempo libre, cada vez se desarrollan más actividades culturales durante el mismo y cada vez existe más interés por la actividad artística amateur, sobre todo entre los jóvenes). Así, las artes, su lenguaje de elaboración formal, sus valores sensuales y emocionales, su dinámica de innovación, se proyectan y encarnan tanto en el mundo del trabajo, como del consumo, como en la gestión del tiempo libre personal o en el propio medio material (la ciudad). Oye, que (casi) todo es arte; que (casi) todo es cultura. Incluso el sentido de la vida pasa por la cultura (me acuerdo ahora de Ramón Trecet que al principio de su mítico programa de Radio 3 siempre decía algo como “Busca la belleza porque en este puñetero mundo nada más merece la pena”).
Así es. Y esto del sentido de la vida me permite enlazar con la parte final del artículo. Esa que conecta con nuestra Platamorfa, con el proyecto que representa La Momia que Habla. Hace unos meses, en el número 16 del Boletín Gestión Cultural, hubo un muy interesante monográfico sobre arte público. Luján Baudino en su artículo “Una aproximación al concepto de arte público” defendía la generación, promoción y difusión de la cultura como un/el instrumento para “recuperar la condición del hombre”. Y continuaba, “Son indispensables las formas culturales que promuevan valores sociales ya que permiten que se activen nuevas formas de desarrollo personal” Yo empecé a leer y… esto me llegaba. Según Luján, el arte público perseguiría un objetivo social; su intención última sería “volver a ser ciudadanos, recuperar el sentido cívico tomando conciencia del valor del espacio público y nuestro rol dentro de la sociedad a través del hecho artístico”. Luján se basa en el gurú del asunto, un iraní llamado Siah Armajani que preconiza la necesidad de cambio en la relación entre el artista y la sociedad, socavando el concepto de artista-genio instaurado desde el Renacimiento (útil para el mercado y al servicio de narcisismos desproporcionados), y proponiendo el artista-ciudadano, una nueva figura creadora que coloca el arte al servicio de la comunidad, de los demás. Sus planteamientos atacan directamente mitos como la auto-referencial angustia del creador proponiendo nuevos estímulos creativos como los valores éticos o el bienestar social. Escribe el amigo Siah: “El arte público no trata de uno mismo, sino de los demás. No trata de los gustos personales, sino de las necesidades de los demás. No trata acerca de la angustia del artista, sino de la felicidad y bienestar de los demás. No trata del mito del artista, sino de su sentido cívico. No pretende hacer que la gente se sienta empequeñecida e insignificante, sino de glorificarla. No trata del vacío existente entre la cultura y el público, sino que busca que el arte sea público y que el artista sea de nuevo un ciudadano”. Es bueno. Siah cree que el arte debe ser un canal de comunicación de valores humanos, contribuyendo al ejercicio de la democracia mediante obras civilizadoras de libre acceso.
Es curioso que nuestra Platamorfa, haya asumido en gran medida los valores del arte público desde el principio. No hemos querido solo ser un grupo de música sino que nos hemos constituido (incluso legalmente) en asociación cultural y estamos intentando que la pintura, la poesía, la narrativa, la fotografía o la moda también encuentren su espacio. Hemos apostado desde el principio claramente por el amateurismo (ver magnífico post del maestro Aguilar en este mismo Blog; aqui la imagen del maestro un día cualquiera, sencillo y discreto) en la creencia de que la expresión artística no puede acotarse a los “profesionales” del arte. Hemos puesto desde el principio nuestra obra totalmente accesible en nuestra página web (http://www.lamomiaquehabla.com/) y pretendemos ser una plataforma de difusión para todos aquellos artistas amateurs que quieran compartir su obra con nosotros. Por último, intentaremos (escribo esto después de escuchar el emocionante discurso de Obama y me puede salir un poco presidencial) luchar contra las invasiones bárbaras (la corrupción, el dogmatismo, la injusticia, la mentira, etc) humildemente y siempre escépticos pero esperanzados, con cultura, civilización, diálogo, comprensión y, por supuesto, humor, mucho humor. Que así sea.
Y para no caer en más frases hechas terminaré con una súper original: Contamos contigo… cuenta tú con nosotros… anda.
(al lado, el mítico grupo BoneyM, con el amateur profesional más famoso de la historia de la música, el negro de BoneyM -en la foto el primero por la izquierda- porque, qué hacía este chico... un fenómeno)
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