lunes, 26 de enero de 2009

Un breve esfuerzo




Los que comparten mi afición por los relatos más o menos breves, antes llamados cuentos, coincidirán que el especial del suplemento Babelia de El Pais del pasado con artículos de Sábado no

deja de ser una buena noticia para el planeta Aversileemos.com (aquí los links 1, 2, 3, 4, 5 y 6).

Por resumir mi lectura de estos artículos de alguna forma, me atrevería a decir que el fundamento del asunto es que el cuento es una forma muy noble de literatura (obviedad 1), su tratamiento editorial en España es de alguna forma irregular (obviedad 2) y Poe y su aniversario han llegado para salvarnos de las tinieblas (pura ficción o, quizá, meta-obviedad).


No sé si el cuento en España tiene ahora más o menos aceptación que antes. Lo cierto es que rara vez un amigo me recomienda un buen libro de cuentos que esté leyendo en ese momento y, en cambio, me recomiendan grandes novelas de las llamadas “de salón”, con las que yo sólo puedo en época de vacaciones. Lo mismo sucede en los suplementos culturales y las reseñas de libros de los suplementos de los diarios. La verdad es que el asunto, lo reconozco, siempre me ha tenido un poco acomplejado, pero, entre todas las opiniones, análisis y exégesis vertidas en el especial del Babelia, me he encontrado, como un salvavidas, esta afirmación:


“Un cuento requiere un esfuerzo continuo, estar más atento, ser cómplice e involucrarse más en la historia”


...que en la novela, se refiere, claro. El argumento en largo, la derivada de esta frase, sería que, en el trayecto largo de una novela, una vez nos hemos instalado, a partir del tercer capítulo más

o menos, sólo hay que dejarse llevar. En el cuento, en cambio, hay que adaptarse y, diez o doce páginas más allá volver a imaginar, a conceder, a conocer al personaje, a negociar con otro conflicto.


Curioso. Creo que estoy de acuerdo. Ahondaré más en el argumento: el trayecto breve del cuento es más duro, es como un deporte anaeróbico, hay que estar atento a cada movimiento (tanto por parte del autor como del lector), cada frase puede dar el matiz que la historia necesita, el siguiente tiempo verbal puede tener encerrado el clic de toda la historia (ese knock-out que necesita el cuento). Es, en fin, como viajar solo en un velero o hacerlo en un crucero todo incluido (no-vela). Perdón.


En cualquier caso, no se trata de escoger. Sólo de saber apreciar ambos menús. De no renunciar al intenso y en ocasiones desoncertante sabor del pintxo sólo por comerse una paella. No siempre hay que comer paella. A veces hay que pedirse un poco de Cheever, para acompañar el vino, o un Carver de 12 años.


Y sí, como estáis pensando, eso también cuenta para las canciones, otro ejemplo por excelencia de la estirpe de lo breve (ya sabéis, menos Hurricane, etc.). Las canciones precisan atención, un cierto esfuerzo de corto pero intensoalcance. El efecto a perseguir: que te quedes sin aliento, o por un momento, secuestrado por el tono, el giro, la ironía, el estribillo, el verso que sorprende. Por eso en los comercios no suenan, generalmente, canciones: desvían la atención. Por eso los anuncios de la televisión, esas obras maestras del arte breve, siempre hay una canción.

Pero, también por eso, el cuento, las buenas canciones, siguen sin acabar de funcionar. Necesitan esfuerzo. Por eso Marylin leía el Ulises, ese Titanic de la literatura… en un tio-vivo.


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