La cubierta “E”, rebautizada para este crucero —MS NonStopParty— con el muy denotativo pero menos connotativo nombre “Sun&Fun” estaba particularmente pegajosa esa mañana. La noche anterior, una combinación deletérea de mojitos, reggetón y mar gruesa animada por la ya tradicional ineficacia de la Biodramina® había puesto la madera como un mapamundi de manchas irreconocibles. Ni el más listo de CSI sería capaz de asignar cada secreción, cada ácido, a su anterior estómago propietario.
Rana se aplicó a hacer saltar las manchas. Su jefe no era muy comprensivo con el trabajo mal hecho. Ni siquiera le importaba que los turnos estuvieran muy por encima de lo que cualquier occidental es capaz de soportar sin hacer una huelga de hambre (sólo un occidental es capaz de hacer una huelga de hambre por demasiado trabajo; en Pakistán, pensó, es todo lo contrario). Su jefe, en realidad, empezó como él pero ya se iba creyendo un Pasha, lo que le hacía muy poco sensible al argumento de que resulta prácticamente imposible dormir —pese a los tapones para los oídos con los que paternalmente se les obsequió en Barcelona, antes de subir al “Supercrucero. Trabajo garantizado. Condiciones inmejorables”— en los camarotes (colectivos) situados inmediatamente debajo del escenario de la Sala de Fiestas (hora de cierre a las 4 AM) y en popa, junto a los motores de los estabilizadores. Así que Rana respiro hondo el aire fresco de ese mar tan parecido al que baña Karachi, donde su familia estaría ya considerando seriamente que a lo mejor no comería tampoco hoy porque Rana no podría mandar el dinero, con suerte, hasta el Lunes.
Rana movió de nuevo, como cada amanecer, todas las hamacas, recogió los cientos de pequeños parasoles que muy poco antes habían adornado los cocktail del día (con y sin alcohol). Pasó y repasó la fregona, frotó con el cepillo de púas y cambió el agua del enorme cubo cien veces. Shahid estaba en la cubierta “D” y Ghulam trabajando en el jacuzzi de la cubierta de proa, intentando sacar, como siempre, los condones atascados en los skimmers. Los tres se habían enrolado en Barcelona, hartos de trapichear por el Raval sin posibilidad de trabajar por no tener documentos o sin documentos por no tener la posibilidad de trabajar, él nunca lo había entendido bien.
—Fíjate en ese moreno, mirando por la borda en lugar de trabajar.
—¿De dónde será?
—Filipino, parece filipino
—¿Has visto tío?
—¿Qué?
—El nombre, en la placa del mono. Pone ¡“Rana”!
—¡No me jodas!
—Increíble tío, debe ser herencia del español, de cuando las Filipinas eran españolas.
—Increíble.
—Lo que es increíble es el coñazo de tener que levantarse a estas horas para pillar una hamaca libre.
—Tienes razón, no hay derecho
—No, menuda mierda. ¿Cuál es el cocktail del día? ¿Daiquiri?
Título y concepto tomado y comprimido del prematuramente extinto David F Wallace, aunque, desde luego, no el tono y el contenido (su cuento sí es absolutamente divertido y recomendable).
3 comentarios:
¡Un Houellebecq proletario!
¿Qué no hubiera dado él, empero, por lo de los condones en los skimmers?-no sé si se escribe así por mi (muy) propia condición de proletario.
Me ha traído un aroma a "Plataforma"
Qué bueno Pepe!!, letrista, teclista, novelista, relatista y relativista.
Sí es verdad lo que dice Bill, tiene cierto aire a Plataforma.
"Platamomia"
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