sábado, 14 de noviembre de 2009

Eddie el Rápido y el Deseo ó El color del dinero (II)

Eddie, veterano jugador de billar americano, está retirado. O no del todo. Está retirado en modo amargo. No es una renuncia bienvenida, añorada, feliz, con otro punto de mira. Una jubilación deseada en la que lo único que cambia es el objeto de deseo. Deja el trabajo y mira otra ilusión a la que consagrarse. Es una renuncia amarga. Y no es completa. Tampoco. Eddie decide seguir en activo de modo vicario. Por poderes. Como un jugador se hace entrenador. Ha elegido sucesor. Y lo ha hecho en la carne de un Tom Cruise joven, talentoso, entusiasta pero infantil. En apariencia quiere ser el padre que nunca fue. Esa es la motivación superficial. La motivación superficial casi nunca es la motivación verdadera. Quiere prolongarse. Pero hay un gesto de amor definitivo en prolongarse a través de los hijos que implica una retirada de amor, un retranqueo silencioso. Un recogerse sutil como se recogen los toreros clásicos con el capote. Sin estridencias, sin Ruido. Desapareces suavemente. Cedes. Es difícil calcular el timing. Simplemente se sabe. Lo sabes. No es un saber racional, cognitivo. Es un saber tripero, visceral. Es un arte ceder el testigo al hijo pero seguir potente. Difícil para el padre. Imposible para el hijo, quien debe vérselas a la vez con el amor y el deseo parricida. Pasillo estrecho.

Eddie el Rápido no acaba de irse. No alarga el cordón y luego da el tijeretazo. No llega a darlo. Y si no llega a darlo es porque no quiere darlo. Porque, aunque él no lo sepa, no se quiere ir. Hay, por un lado, una rivalidad subterránea con Tom. Pero hay, ante todo, un deseo de seguir. Seguir. ¿Hasta cuándo se sigue? El límite de la muerte física no es siempre el límite. Alguno muere en vida mucho antes que eso, que lo otro.
Eddie se encorajina. Luchando contra Tom no es con Tom contra quien lucha. Tom es un señuelo. Aunque él no lo sepa. Eddie necesita un rival. No lo puede ver adentro. No es capaz de disociarse entre uno que quiere y otro que, también adentro suyo, busca las tablas para morir, como toro bueno, busca la quietud previa a extinguirse. La nube negra se lo come. Se lo va comiendo, lo roe, lo carcome, lo devora desde adentro. De ahí ese aire entre amargo y taciturno. Extrañamente, no coloca a ese Eddie muerto en Tom. Coloca al vivo en Tom. Esto le da el estribo necesario para subir, el trigger para disparar. El olor a competición son las sales olfatedas que lo devuelven al Punto. Como el Reflex para un deportista. Su vida ha sido una lucha, una partida. El cree que ha sido contra los miles de jugadores contra los que ha rivalizado. Pero no. La lucha siempre es contra uno. Contra una parte de uno que está ahí desde siempre y para siempre. Pero el cráneo es pequeño. Deja poca óptica, poco ángulo. No cabe una mesa de billar en un cráneo.

Cuando en esa escena maravillosa, final, Eddie exclama, contento, viril, “ I am back” (“Estoy de vuelta”, “He vuelto”), ¿adónde es que ha vuelto? Eddie ha vuelto a la vida vivida, al Deseo. Parece re-perfundirse entero. Puedes ver sangre roja, rezumante de oxígeno, recircular por su cuerpo. Gráficamente. La ves. Y aprendes que no hay que echar el tablacho antes de tiempo. La persiana nos la tienen que echar. El desalojo, el game over debe venir desde afuera. El cabalgar del deseo es la Razón. Los logros y los no logros son sólo lugares ficticios. Estaciones de paso. Gasolineras, los unos. Talleres de reparación, los otros. De las gasolineras se sale rápido. En los talleres, a veces, hay que permanecer más. Unos lucharán contra. Otros lucharán hacia. Otros simplemente lucharán.

Tal vez, Eddie el Rápido necesitaba ese periodo de barbecho, de obstrucción del Deseo. Yo estoy tan contento de ver a Eddie Fast de vuelta... Contemplar la ilusión circulando siempre es un gusto. Y una lección. Gracias, Rápido.

7 comentarios:

Pepa González dijo...

Nunca entendí las matemáticas en el colegio, me empecé a dar cuenta mucho después que eran un poema. Desde luego que no nos cabe una mesa de billar dentro del cráneo,pero todos llevamos un pequeño cociente por algún lugar de ese extraño cubículo. Parece muy sencillo, pero si echamos cuentas vemos que en realidad no es tan fácil.Todos buscamos una mentira para poder seguir sumando o restando, eso se deja al gusto del consumidor. A Relámpago le gusta sumar y no dividir, a Vincent también le van las sumas, qué le vamos a hacer. El espectáculo está servido, auguro un invierno lleno de palomitas...

Pepemomia dijo...

Y luego dicen que soy yo el que se dedica a disecar gente.

MAbel dijo...

Me vale eso de que el "game over tiene que venir desde fuera"... era una intuición que no tenía consciente hasta que te la he leido, me ha llegado Bill, como te pasa con la buena literatura, con el buen cine.. con los buenos post

Pepemomia dijo...

Me he acordado de este poema de Jose Daniel Espejo que le viene al dedo (bueno, al taco, tratándose de metáfora billarda):

LA MAQUINA:

Nos perseguimos
para matarnos.
Esperamos el momento oportuno
para el golpe por sorpresa,
la emboscada definitiva.
En la práctica esta guerra
se reduce a una larga
continua vigilancia. Lo peor son las noches
afilando cuchillos.

Más en:
http://www.poesia-inter.net/pcjosesp.htm
http://www.ctv.es/USERS/patxiirurzun/cero/espejob.html

Pepa González dijo...

MAbel, qué oportuno!!.
Muy bueno el poema, lo pienso meter en mi Tesis.
Gracias momia.

MAbel dijo...

Ya me gustaría a mi tener los reflejos del Pepe Momia con las citas querida Travis

Pepa González dijo...

Vaya Pepe Momia, perdona, mañana mismo cambio de camello. Querido MAbel, caiste de pie y seguiste andando, eso es puro talento, ¿Qué te crees?.