domingo, 29 de noviembre de 2009

Supermaño Survivor (II): El Maestro Noh.



La Academia de Superhéroes no es negocio. El Maestro Noh tampoco pretendía hacerse rico pero, si la cosa continúa así, se impone una restricción de contenidos, ahorro, superausteridad. Desde luego, nada de pizarra electrónica este año. Si quieren ordenadores, que se traigan el de su casa. Y, además, es un no-negocio muy complejo: conocimientos de difícil transmisión, pedagogía poco sistematizada y, sobre todo, están los padres. Siempre ahí, vigilantes: los padres de los alumnos.


Noh echa de nuevo un vistazo a la Programación General Anual (PGA) de actividades. Hay que ver cómo se pusieron los padres de los superhéroes con lo de las excursiones previstas para este año. Pero no van a ir siempre a Venus, por mucho que a los chicos les gusten las playas de arena sulfúrica y los mares de helio. En Venus hace mucho calor, demasiado. Intolerable para Noh. Porque el Maestro tiene sus problemas. Como todos los de su estirpe, desde luego: para ser maestro de superhéroes hay que tener taras, defectos, limitaciones, secuelas de un pasado heroico, cicatrices que alimenten el mito, frustraciones que, una vez perfectamente sublimadas, se proyectarán en los superaprendices, los supercachorros. En general, según el patrón estándar, queda muy bien que los maestros sean ciegos o usen silla de ruedas o algún mecanismo protésico más sofisticado: manos mecánicas, ojos cibernéticos, caderas de titanio (esta es más común) o hipófisis de gominola… El problema de Noh es, por supuesto, único en su especie (no hay dos maestros iguales, no hay dos mitologías idénticas): Noh es incapaz de transpirar. Noh no suda. Nada. Nunca. Ni una gota.


Es por eso por lo que, por primera vez en diez años, no aparece la excursión a Venus en la PGA. Él prefiere los frescos atardeceres de Júpiter o, incluso, de alguna de sus lunas. Todo menos ir de nuevo a la playa de Helio, con todos esos descerebrados de sus superalumnos yendo de un lado para otro, sin control, peleando junto a las rocas, jugando al voley con la cabeza de La Masa o haciéndose ahogadillas como si fueran de preescolar. Hace dos años Titanwoman casi se asfixia en un cráter-jacuzzi que resultó ser la fumarola de un volcán de mercurio parcialmente latente. Desde entonces los compañeros la conocen como “La Mujer Termómetro”, pero los padres no acaban de comprender que la niña oscile de color (metálico) con la temperatura ambiente.


No, Venus no. De ninguna manera.


Pero los padres no entienden nada. Siempre están a la defensiva y, a la vez, exigiendo que sus hijos lleguen más alto, tengan más capacidad, brillen más que el del pupitre de al lado. Al principio, claro, les encanta que sus hijos sean “especiales”, que tengan poderes paranormales, que manejen armas láser o hagan viajes interestelares. Pero pasan los años, los niños crecen… y todo sigue igual. El Mal nunca desaparece, siempre hay algún Mega-Imbécil vendiendo bombas nucleares a países con líderes iluminados, contaminaciones masivas de mares y selvas o manejos artificiales de la economía de algún pequeño país para provocar la enésima hambruna, otra guerra, más crimen. Así que los superhéroes, en realidad, faltan muchos días a clase, atareados con las catástrofes del día a día. Son incapaces de progresar adecuadamente. Entretenidos por la realidad (una realidad monótonamente catastrófica) son incapaces de progresar en la teoría, en el análisis, las mínimas reglas. La mayoría son incapaces de comunicarse por telepatía sin faltas de ortografía. Un desastre. Bueno, todos excepto Supermaño Survivor, ese extraño tipo de Zaragoza, el de los calzoncillos vulgares y apretados, que parece que nunca tenga que acudir a ningún lugar lo suficientemente rápido, que ignora la llamada siempre angustiosa y urgente de la realidad, que permanece continuamente abstraído, ensismismado. Un adalid de la inacción, un prodigio del estatismo, el chaval.


Así que el Maestro Noh decidió hace ya tiempo adiestrar a Supermaño en las virtudes del Zen, convertir al aparentemente lento, probablemente despistado y seguramente sin futuro joven en un superhéroe con unas mínimas aptitudes. Hacer de su debilidad, virtud; de la impotencia (mental), superpoder.


Porque no pensar no debería ser un problema, y menos para un superhéroe, desde luego. No transpirar, piensa Noh, en cambio, sí lo es: el calor se acumula, el cerebro se recalienta, la orina hierve en la pelvis renal y en la vejiga. Mal asunto. Y no se puede intentar perder calor sacando la lengua e hiperventilando como los perros. No estaría bien visto. Los superhéroes pueden ser muy raros (pensemos en Spiderman, sin ir más lejos, con toda esa sustancia pegajosa derramándose por las manos continuamente, como un adolescente crónico), pero tienen su ortodoxia. Así que la única solución para Noh es recocerse, escaldarse, convertirse en un profesor estofado. La gente cree que es una de sus armas, como Johnny Storm, el hombre-antorcha de los 4 fantásticos, ese cuya foto (quemada, claro) cuelga en el Aula de Apoyo. Para nada es un arma: es un problema siempre candente y sin solución. Sin embargo, para Supermaño todavía existe una posibilidad pedagógica: seguir profundizando en la estulticia y en la inacción hasta que los conceptos, la razón, el pensamiento analítico, toda esa mierda inservible, quede erradicada y surja la prajna, la sabiduría intuitiva, la iluminación definitiva: Supermaño Supersatori.


Aunque cuando Noh recuerda la cara de Supermaño en el seminario de “Comunicación Subsónica” cae nuevamente en la melancolía y el desaliento y siente que su frente, si no estuviera recubierta de esa piel defectuosa y siempre seca, probablemente sudaría. Tal vez incluso tinta. Como un suiboku.



Como dijo Soyen Shaku, reflexiona Noh, “mi corazón arde como el fuego pero mis ojos están tan frios como cenizas muertas”, así que ya se pueden poner los padres como quieran, pero no vamos a Venus ni de coña. Esta PGA va a misa.

Pura prajna, Faltaría más.


[continuará...]

1 comentario:

Loli Pérez dijo...

Supermaño, desde ahora es mi héroe favorito. Y desde luego de ir a Venus ni hablar, que luego los niños se desmadran por los centros comerciales y no hay manera, que se pongan los padres como quieran...

Abrazos campeón
L;)