La foto de Travis y el comentario de Sony, la del señor mayor dibujando pájaros, pájaros del Támesis, tomando apuntes al natural, me trajo a la cabeza a Freud.
El título de la foto era "Hasta el final".
Por razones estrictamente sentimentales yo estaba también ahí ese día. Yo tomaba lecciones al natural del retratista y de la retratista. "Hasta el final" pringando de interés el mundo, invistiendo libido, rodillo en mano, manguera al aire, catectizando. Es la foto del teclista atrapando la partitura con los ojos. ¿Y por qué Freud? Primero, por el énfasis en la pulsión, en la fuente de la libido sobre el objeto. Ese objeto, como dice Pepe Momia, siempre contingente. La vida se ve con los ojos y eso a veces crea la ilusión de que la vida son los objetos pero la vida es la libido, que sale de mí y barniza al objeto, que ya barnizado, eureka, me resulta apasionante. Por eso " hasta el final", por conservar el interés, la libido, el Deseo o como lo queramos llamar a aquello que mana de la fuente interior. Decía Sigmund que la libido con el tiempo se vuelve "viscosa". Que cuesta más movilizarla. Nosotros pensamos que los niños se maravillan ante el mundo por el placer del descubrimiento de los objetos pero el Dr. Freud supongo que diría que no es (solo) meso, sino (sobre todo) que tienen la libido fácil, como Dillinger tenía el gatillo fácil.
La maravilla de aquel hombre era cómo era capaz de movilizar semejante cuantuum de Deseo a su edad. En lugar de estar autoabsorto, desinteresado, anómico, estaba, furibundamente, cazando pájaros con los ojos, una caza que no mata. Y ese acto, a su vez, le alimentaba de una imagen de sí mismo joven y viril, quien sabe si, quizá, engañando a sus radicales libres, informándoles de otra edad, de otro tiempo. A su vez, ese acto movilizó otro. De repente, era nuestra intrépida reportera la que, espoleada por el señuelo del objeto (la escena del dibujante), sacaba su libido a pasear y, de repente, eran ojos pletóricos de deseo fotografiando. Y de repente era yo, que viendo a uno y a otro hirviendo de interés, me interesé por ellos y con ellos. Son, digo yo, las cadenas de Eros. Cadenas que no atan. Cadenas que unen. Libido que contagia.
4 comentarios:
Mi querido Bill, se me ha salido el corazón de su sitio, tengo que ir a buscarlo...
Lo del objeto contingente me lo enseñaste tú, así que quedo liberado de mi pedantería (solo por esta vez).
Al hilo del post, sólo quería decir que últimamente también soy más consciente de que los "objetos" también hacen alguna cosa por ser deseados, por erotizar al observador. A ver si cae algo, vamos. Como cuando García Márquez decía (y dice) que escribe "para que lo quieran más".
Más allá de esto, en un libro reciente, encontré una palabra para cuando eso de erotizar a la tropa se convierte en "vicio" (en perversión, por continuar con los freudismos): "panoptofilia", es decir, el deseo de ser visto siempre, en todo momento, de convertirse en espectáculo.
Por ejemplo, con un blog, un grupo, una ponencia...
Pero seguiremos panopto-disimulando.
Supongo que la militancia panoptofílica, en principio pura exhibición, todo exuberancia, se esconde en realidad un terror básico: no ser visto, no ser mirado en absoluto...No existir a los ojos de un otro...Imagina un niño ignorado radicalmente por su madre. Es una sensación terrorífica si uno logra sumergirse empáticamente en ella o saludar a la gente por la calle y que éstos sigan haciendo lo que quiera que estén haciendo sin percatarse de nuestra presencia
También, lo comparto plenamente contigo esto, creo que hay objetos más deseables que otros. La Gioconda, por ejemplo. Un grupo más que otro...El post pone por encima a la pulsión sobre el objeto, tal vez como un canto a la esperanza en un momento en el que perdemos objetos muy significativos.
Ya sabes que yo soy más de Vargas Llosa que del Gabo. tal vez a éste no me lo he currado lo suficiente. No acabo de entenderlo. No sé, Pep.
mi libido se alegra de que exista gente como vosotros . . .y objetos como un aterdecer o un libro - yo tb me uno- de Vargas LLosa. Sony
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