Es casi un lugar común en la literatura y la filosofía actual hablar de posiciones, lugares, particularmente de fronteras… de extrañas geografías, de lejanías que no lo son tanto si nos paramos (¿pero cuándo nos paramos?) a pensar. Cuando ya no hablamos, qué paradójico, sobre la incomunicación, tema quizá más propio de entreguerras (¿y cuándo no estamos entreguerras?), cuando ya no está de moda ni siquiera la moda (sino lo trendy), cuando las novelas río han sido reemplazadas por un río de novelas o subproductos asimilables… ¿de qué hablar?. Hablamos de fronteras, o mejor aún, de interfaces, porque la interfaz es el lugar que separa pero también donde se intercambia. Hablamos, por tanto, de interconexión, de retornos, de ancho de banda (de ancho, no de profundo), hablamos de rizomas mejor que de antiguas taxonomías, antiguallas arborescentes.
Esto sería, por tanto, lo más descriptivo de la realidad actual: el rizoma. Para los no iniciados, según la Wikipedia, un rizoma es un modelo epistemológico en el que la organización de los elementos no sigue líneas de subordinación jerárquica, sino que cualquier elemento puede afectar o incidir en cualquier otro (Deleuze & Guattari 1972). En un modelo arbóreo o jerárquico tradicional de organización del conocimiento — como las taxonomías y clasificaciones de las ciencias generalmente empleadas— lo que se afirma de los elementos de mayor nivel es necesariamente verdadero de los elementos subordinados, pero no a la inversa.
En un modelo rizomático, cualquier predicado afirmado de un elemento puede incidir en la concepción de otros elementos de la estructura, sin importar su posición recíproca. El rizoma carece, por lo tanto, de centro, un rasgo que lo ha hecho de particular interés en la filosofía de la ciencia y de la sociedad, la semiótica y la teoría de la comunicación contemporáneas. Salgamos, pues, en busca de rizomas.
Aunque los que saben de esto puedan no estar en absoluto de acuerdo con mis excursiones en busca de rizomas (los rizomas no son, en absoluto, mapas), hace poco he encontrado un par de extrañas geografías: el mapa de la literatura y el mapa de los músicos. Se trata de sendas webs donde, en función de una pequeña encuesta al usuario (registrado), se definen mediante ocultos y singulares mecanismos, las posiciones relativas de los gustos manifestados sobre literatura o música. Es decir, pongamos que a mí me gusta Cortázar (que me gusta), pues consulto su posición rizomática en literature-map y veo cómo, cerca, pero en completa independencia, orbitan Lobo Antunes, Salinger, Thomas Mann y también Roald Dahl, Bolaño o Herman Hesse. Extrañas geografías de inciertos intercambios ¿qué habrá hecho toda esa gente en mi cabeza, todos estos años?. Aparecen interfaces todavía más raras: si incluyes a Rodrigo Fresán, el programa nos devuelve que está al lado, y muy cerca, de ¿Benedetti? y ya, en órbita algo más distante, Camus, Foster Wallace, Don Dellillo o Pessoa… y, otra vez, Herman Hesse, como una luna ubicua.
El rizoma de la música es aún más extraño: en la web music-map, si tecleas que te busque a Paul Weller, muy cerca está (claro) Style Council y The Jam, en una geografía esta vez autorrefencial, pero no muy lejos, flota Paul Anka, casi a la misma altura orbital respecto a Weller que Beth Gibbons. Inextricable rizoma.
Extrañas geografías… ¿junto a quienes orbitará, dentro de mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana, “La momia que habla”?. ¿Más cerca de Los Piratas o de Maldita Nerea? ¿Junto a Los Chichos o satélite de Love of Lesbian?.
Que la fuerza nos acompañe. Habrá que ponerse a trabajar… por un buen rizoma (quién me lo hubiera dicho).
2 comentarios:
Mein Gott!! ¿Citando a Deleuze? ¡¡Con tanta pasta en las gafas no debe de quedar sitio ni para el cristal!! ¡¡Os amo!!
Joseda, eres el único que nos lee, pero siempre nos lees tan bien que da gusto.
La cita de Delueze, ya viste, era Wiki-pegada, pero del rizoma (mi primera referencia fue a travéd de los pixeles de F Mallo) uno va pegando saltos y se encuentra con estas cosas.
Abrazos.
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